Nuevos residuos electrónicos como drones, vapeadores, paneles solares, equipos médicos, entre otros, aumentan cada día en el siglo XXI. Estas innovaciones se han convertido en elementos de uso cotidiano y comienzan a engrosar una lista cada vez más diversa de desechos tecnológicos que se acumulan en vertederos y otros espacios, planteando nuevos desafíos ambientales.
El creciente uso de estos dispositivos ha generado un alarmante incremento de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) que contienen sustancias tóxicas y afectan al medio ambiente y la salud humana. Se estima que esta chatarra electrónica mundial crecerá un 30% hasta 2025, alcanzando los 53,9 millones de toneladas de desechos electrónicos.

Esta situación refleja cómo la digitalización y el consumo acelerado generan residuos difíciles de gestionar para las plantas de reciclaje, agravada aún más por prácticas empresariales como la obsolescencia programada, el bajo nivel de reciclaje y el incumplimiento de normativas. Sin embargo, estos elementos constituyen al tiempo una oportunidad para generar emprendimientos como parte de la economía circular. Ante esta realidad, se hace urgente acelerar la implementación de buenas prácticas de manejo de estos desechos comenzando por la educación ambiental y el control del consumismo.
Con un incremento tres veces superior al de la población mundial, los desechos eléctricos y electrónicos son los residuos sólidos que más aumentan en el mundo. La proliferación de este nuevo tipo de desecho revela la necesidad urgente de sistemas de gestión más innovadores y accesibles. La clave no está solo en reciclar, sino diseñar productos más duraderos, reparar antes de reemplazar y dar paso a una economía circular que acompañe la revolución tecnológica sin aumentar la deuda ambiental con el planeta.
Nuevos residuos electrónicos

Los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) provienen de elementos que utilizamos diariamente, como cepillos de dientes eléctricos, secadores de pelo, tabletas, lavadoras, teléfonos, frigoríficos o planchas, los cuales cuando dejan de funcionar se vuelven inservibles y pasan a ser desechos.
Estos residuos electrónicos se dividen en varios grupos según su tamaño, componentes, usos y características. Van desde aparatos de intercambio de temperaturas, monitores y pantallas, lámparas, grandes aparatos (como máquinas de diálisis, resonancia y otros estudios avanzados) y grandes electrodomésticos; pequeños aparatos y electrodomésticos, paneles solares; informática y telecomunicaciones; aparatos de alumbrado; herramientas eléctricas y electrónicas; juguetes o equipos deportivos y de ocio; instrumentos de vigilancia y control: detectores de humo o paneles de control hasta máquinas expendedoras.
Más automatización más residuos

La automatización, entendida como el reemplazo de los procesos manuales por métodos computarizados, ha hecho que en la actualidad existan dispositivos eléctricos y electrónicos (AEE) para realizar actividades cotidianas y sencillas.
Las compañías han aumentado su producción para satisfacer la creciente demanda en todo el mundo. Esto, sumado a la ambición por aumentar las ventas y generar mayores ingresos para las fábricas, conlleva a que exista una cantidad cada vez mayor de AEE. Razón por la que a diario se desechan cientos de toneladas de estos aparatos, pero debido a sus componentes novedosos, algunos muy contaminantes y hasta tóxicos como las baterías de litio presentes en muchos casos, el descarte de algunos de estos residuos electrónicos causa preocupación.

Expertos señalan que el reciclaje es un elemento muy dinámico, pues los residuos van cambiando. Así, de las antiguas televisiones se ha pasado, en corto tiempo, a residuos como los paneles solares, de los cuales pueden extraerse diversos elementos de valor (aluminio y polvo de silicio) antes de dejarlos convertidos en un vidrio limpio.
Mientras la crisis ambiental va en aumento, se mantiene la necesidad de progresar haciendo uso de nuevos recursos tecnológicos lo que resulta imperante utilizar de forma responsable los recursos en vez de destruirlos ya que, a mayor progreso de las naciones gracias a la tecnificación, menor es la calidad del medio ambiente y no solo de su entorno pues debido a su detrimento el impacto ambiental es un asunto universal que no respeta límites fronterizos.
RAEE y contaminación

Los aparatos eléctricos y electrónicos poseen unas características especialmente contaminantes pues al desecharlos pueden contener sustancias peligrosas, como el cadmio, mercurio, plomo, arsénico, fosforo, aceites peligrosos y gases que agotan la capa de ozono. También las que afectan al calentamiento global como los clorofluorocarbonos (CFC), hidroclorofluorocarbonos (HCFC), hidrofluorocarbonos (HFC), hidrocarburos (HC) o amoníaco (NH3), elementos necesarios para garantizar su funcionalidad, pero que pueden emitirse al medio ambiente o ser perjudiciales para la salud humana si no se gestionan adecuadamente al pasar a ser residuos.
Los materiales valorizables que contienen estos aparatos suponen un recurso que no debe ni puede perderse, y que tienen que recuperarse a través del reciclado en la última etapa de la vida, cuando se transforme en residuo, y así puedan ser conservados para posteriores usos.

Al desechar estos residuos electrónicos estas sustancias pueden llegar tanto al aire como al suelo e incluso a las fuentes de agua. Por citar solo algunos ejemplos, el tratamiento de máquinas de diálisis y resonancia magnética resulta muy especializado porque tienen componentes peligrosos; mientras que un frigorífico mal reciclado emite a la atmosfera gases de efecto invernadero equivalentes a las emisiones por recorrer 15.000 kilómetros en auto y el fósforo que hay dentro de un televisor es capaz de contaminar hasta 80.000 litros de agua.
Por todo esto, este tipo de dispositivos requieren un cuidado especial, no sólo en su tratamiento y reciclaje, sino también en el resto de los procesos de recogida, almacenamiento y transporte.
Prácticas agravantes

Otro aspecto a tener en cuenta que aumenta la gravedad del problema de los RAEE son las políticas adoptadas por las empresas fabricantes quienes, por obtener mayor lucro, limitan la vida útil de los equipos, haciéndola en algunos casos muy corta, bien sea por que dejan de funcionar o por que se vuelven obsoletos. Esta obsolescencia programada obliga al usuario a desechar rápidamente sus dispositivos y comprar nuevos, elevando de esta manera sus ventas y por ende sus ingresos.
La situación requiere, en contrapartida un modelo en el que entran en juego las cuatro “R”: reducir, reutilizar, reparar y reciclar, y donde pasa a un primer plano el beneficio social y medioambiental, en colaboración con la sostenibilidad. Así, la economía circular tiene como uno de sus principales objetivos mantener el valor de los productos, materiales y recursos en la economía el mayor tiempo posible.
Marco de actuación

Para enfrentar la problemática causada por los RAEE y diseñar un sistema para su manejo integral y sustentable, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha analizado los marcos políticos y legislativos en diferentes naciones, sobre todo de América Latina y el Caribe, tomando en cuenta el ciclo de vida de los AEE.
Por otra parte, el movimiento transfronterizo de los desechos peligrosos y su eliminación es controlado por el Convenio de Basilea, acuerdo ambiental integral que aborda las cuestiones relacionadas con los desechos peligrosos, incluidos residuos electrónicos y su manejo. También en base a este Convenio se organizan programas y talleres para formular y ofrecer orientaciones sobre la gestión ecológicamente racional de este tipo de desechos. Además, proporciona directrices a los Estados para distinguir entre los materiales que pueden considerarse desechos y para regir el movimiento transfronterizo de los residuos eléctricos y electrónicos. Por otra parte, existen convenios regionales, como la Convención de Bamako y la Convención de Waigani.

En Venezuela las Normas para la Gestión Integral de los Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos, resolución publicada en la Gaceta Oficial N° 42.871 del 03 de mayo de 2024, establecen las reglas para la gestión ambientalmente segura y sostenible de los materiales peligrosos recuperables y desechos peligrosos constituidos por residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE), procurando disminuir su generación y garantizando mecanismos de responsabilidad extendida para su aprovechamiento, valorización y disposición final.
Contempla, también, la maximización de su recuperación y aprovechamiento de los componentes y materiales que los constituyen, mediante su manejo en sistemas integrales de economía circular ambientalmente seguros.
Por qué es importante el reciclaje de RAEE

Los aparatos electrónicos hacen más cómodas nuestras vidas, pero muchos de sus componentes son muy contaminantes, por lo que es fundamental contribuir a su reciclaje mediante prácticas como recepción de equipos viejos en los distribuidores, establecimiento de puntos limpios para depositar los aparatos desechados.
Además, mediante el reciclaje se pueden recuperar materiales como plástico o aluminio, básicos para el sistema productivo. Como usuarios de estos productos tenemos una responsabilidad sobre ellos. La mayor parte se pueden reciclar, pero muchas veces por el desconocimiento acaban en vertederos.
Todas las etapas de la gestión de los residuos electrónicos deben hacerse en unas condiciones que garanticen su seguridad, sin mezclarse con otros flujos de desechos, requiriendo una recogida separada. Asimismo, se deben evitar manipulaciones o roturas que puedan liberar sustancias peligrosas al medio ambiente.
Residuos electrónicos en cifras
Según la Oficina de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onudi), la industria electrónica genera cada año más de 40 millones de toneladas de residuos electrónicos, un dato preocupante pues este tipo de desechos es el que más está creciendo en todo el mundo. Este aumento, de entre un 16% y un 28% cada cinco años, es casi el triple que el de la basura generada en los domicilios particulares y viene motivado por la creciente innovación tecnológica. Se estima que en 2019 se produjeron 53,6 millones de toneladas de estos desechos en todo el mundo, pero solo el 17,4 % se registró oficialmente como material recogido y reciclado.
Estados Unidos y China originan el 32% de la basura electrónica que se genera, mientras que en Europa este ranking lo lidera Noruega con una media de 28,4 kg de RAEE generados por cada habitante al año. Le sigue Suiza con 26,3 kg e Islandia con 26,1 kg.
Cada año, millones de toneladas de este tipo de residuos se reciclan con técnicas poco respetuosas con el medio ambiente y, a menudo, se acumulan en casas y almacenes, se vierten, se exportan o se reciclan en condiciones inadecuadas, lo que puede liberar al medio ambiente hasta 1000 sustancias químicas diferentes, algunas de ellas neurotóxicas, como el plomo.
En los vertederos de desechos eléctricos y electrónicos se han observado varias prácticas que entrañan riesgos: personas que intentan llevarse aparatos desechados; vertidos en tierra o en masas de agua; descarga en vertederos junto con los desechos habituales; quema o calentamiento al aire libre; baños de ácido o lixiviación ácida; descompactación y trituración de revestimientos plásticos; y desmontaje manual de equipos.
Medidas a tomar
Ante los efectos de los residuos electrónicos se requiere tomar medidas nacionales e internacionales que incluyen: adoptar y aplicar acuerdos internacionales de alto nivel así como legislaciones nacionales que incorporen medidas de protección de la salud y del ambiente. También se debe vigilar los vertederos de este tipo de desechos y las comunidades circundantes, y ejecutar y supervisar intervenciones que mejoren las actividades de reciclaje de desechos eléctricos y electrónicos.
Por otra parte, es de vital importancia integrar la educación ambiental en todo el sistema formativo. La definición de estrategias adecuadas como las buenas prácticas de manejo de RAEE pueden contribuir a la transformación de una cultura con mayor responsabilidad hacia el medio ambiente, promoviendo valores de sostenibilidad y empoderando a los estudiantes como futuros agentes de cambio.
Los RAEE no son solo un reto, sino una oportunidad para el desarrollo de emprendimientos y la innovación. Para ello, se debe explorar una política de principios éticos de sostenibilidad desde la escuela integrando valores éticos, creencias y conocimiento para crear una mejor relación entre la cultura y la naturaleza en las cuales la tecnología es un elemento activo.
Se hace necesario actuar de manera urgente cambiando la concepción del consumismo y de la conservación del medio ambiente haciendo uso responsable de los recursos naturales y disminuyendo la generación de residuos y desechos.
Con información de Organización Mundial de la Salud, Ecolec, Ecoticias, Tu Gaceta Oficial, Fundación Koinonia
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