No es fácil cultivar y procesar la fibra de la curagua, pero al referirse a esta tradición, representativa de lo afirmativo venezolano, Ramona Alejandrina Chaurán parece obviar ésto y se deja dominar por la pasión hacia el oficio que, durante más de cincuenta años, ha sido el sustento de su familia.
Una expresión cultural, originaria de la población de Aguasay, estado Monagas, y gracias a sus características únicas, su trascendencia, significación social e importancia en el desarrollo cultural, en el año 2015 fue incluida en la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por parte de la Unesco.
«Los eduqué a fuerza de la curagua, poco a poco, pobremente, pero lo hice. Tengo licenciados, educadores, administradores y todos ellos, en algún momento, han aprendido a trabajarla», refiere orgullosa Chaurán, de 63 años de edad, sobre la crianza de sus seis hijos en el documento titulado “Por amor a la curagua”, que recoge el resultado de la investigación del Centro de Diversidad Cultural de Venezuela.
Y es que por amor a esta noble fibra vegetal se mueven las manos expertas de artesanas como Ramona, quienes dando rienda suelta a su creatividad tejen mil y una creaciones, entre las que destacan los famosos chinchorros de Aguasay, así como carteras, sandalias, collares, correas, centros de mesa, zarcillos, sombreros y más.
Amazónica
La curagua es una planta de origen amazónico que se cultiva en los campos del municipio Aguasay, en el oriente venezolano. De su fibra se obtiene un hilo blanco, suave y resistente.
Este recurso vegetal no sólo representa uno de los más importantes motores de sustento económico de la población sino, además, es el principal elemento de identidad, unión y orgullo de los aguasayeros. Está presente en los símbolos que identifican su idiosincrasia: bandera, escudo, un himno titulado La curagua, vida y alegría e, incluso, un día festivo, que se celebra el 14 de noviembre.
Trabajo integrador de generación en generación
El cultivo y procesamiento de la curagua es una tradición centenaria de origen indígena, transmitida de generación en generación, que reúne un conjunto complejo de prácticas que van desde las maneras de cultivar esta planta hasta como extraer de ella sus fibras blancas, caracterizadas por su solidez, resistencia y suavidad, hasta el tejido de múltiples artesanías.
«Yo lo aprendí desde chiquitica, a los 10 años, viendo a mi mamá, Julia Chaurán, y a una vecina que siempre estaban tejiendo», explicó Ramona, quien trenza la blanca fibra desde los nueve años.
Procesar esta planta requiere mucha paciencia pues sólo para poder cosecharla, se necesita al menos un año. Después hay que lavarla, secarla, encabezarla —rasparla con un cuchillo — posteriormente se hila y se retuerce para, finalmente, trabajarla en un telar o con otra herramienta de tejido.
Esto requiere esfuerzo, dedicación, destreza y el trabajo mancomunado entre hombres y mujeres, lo que fomenta la cohesión social.
Tradicionalmente, los hombres aportan la fuerza y sus conocimientos de la naturaleza para cultivar y procesar la curagua. Se encargan de preparar el terreno, sembrar la semilla y cuando crece la planta, la cortan y la tallan con un instrumento de madera llamado tortol.
Las mujeres por su parte, tienen un importante rol en las estructuras comunitarias y familiares, pues son las encargadas de crear con la fibra, y generar ingresos para la familia a partir de allí.
Orgullo de Aguasay, Venezuela y el mundo
La incorporación de las técnicas y conocimientos relacionados a la curagua se convirtió en el año 2015 en el cuarto ingreso consecutivo de tradiciones venezolanas a la lista de la Unesco, luego de las declaraciones sucesivas de los Diablos Danzantes de Corpus Christi (2012), la Parranda de San Pedro de Guarenas y Guatire (2013) y la tradición oral del pueblo de Mapoyo y sus referentes históricos en el territorio ancestral (2014). A estas se les unió en 2017 El carnaval de El Callao, y los cantos de ordeño del llano colombo-venezolano, sumando hasta la fecha 6 manifestaciones patrimoniales con reconocimiento internacional.
Estas declaratorias posicionan a Venezuela en un lugar significativo entre los países de América Latina con mayor riqueza cultural, evidenciando con ello la definición de Estado multiétnico y pluricultural que establece la Constitución Bolivariana.
En el caso particular del cultivo y proceso de la curagua, el avance en su reconocimiento es producto del esfuerzo mancomunado entre el Gobierno de Venezuela y el pueblo de Aguasay, quienes han creado estrategias para la preservación de esta tradición que forma parte de lo afirmativo venezolano.
Todos los venezolanos debemos sentirnos orgullosos por el reconocimiento del mundo a estas tradiciones que nuestro pueblo ha venido practicando de manera centenaria a lo largo de su historia y forman parte indeleble de su identidad, un patrimonio cultural rico, variado y de características únicas, como cada chinchorro tejido en Aguasay.
Con información del Centro de Diversidad Cultural, Unesco, AVN y Alba Ciudad
Fotografías: Centro de Diversidad Cultural
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