Desde el 2016 el Carnaval de El Callao es reconocido como Patrimonio Cultural, no sólo de esa localidad del estado Bolívar y de Venezuela sino del mundo, pues así fue declarado ese año por el jurado del Comité Intergubernamental para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Intangible de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura).
Por quinta vez consecutiva Venezuela ingresaba a las listas de patrimonios de la Unesco, a la que anteriormente se habían sumado: los Diablos Danzantes de Corpus Christi (2012), la Parranda de San Pedro (2013), la tradición oral del pueblo Mapoyo (2014), y el Tejido de la Curagua (2015). Una serie de reconocimientos que dan cuenta de la rica y variada herencia marcada por el sincretismo cultural, y del esfuerzo del Gobierno venezolano por el reconocimiento de los valores que identifican nuestra cultura.
Entre estos valores destacados por la Unesco está que la manifestación pone en relieve la historia de los habitantes de la ciudad y su diversidad, al exaltar el legado cultural afroantillano y las influencias de otras comunidades, al tiempo que fortalece la identidad de los callaoenses, propicia la unidad entre ellos y promueve en las generaciones más jóvenes el descubrimiento de su patrimonio cultural.
Herencia de vida
Las madamas en la sesión de la Unesco, en 2016, año de la declaratoria del Carnaval de El Callao como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
“Yo nací dentro del calipso”, recuerda Lourdes “Lulú” Basanta, madama de El Carnaval de El Callao, quien refiere que esta fiesta lo envolvía todo, pues su abuela, bisabuela y madre participaron en esta tradición toda su vida. Lulú cuenta que para que su progenitora pudiera disfrutar de su danza la llevaba desde pequeña y la colocaba cerca de los músicos.
“Fue una costumbre oir tanto aquello que de repente llegué a cantar sin darme cuenta y, llegó un momento, en que comencé a componer calipsos. Entonces se puede decir que el calipso es algo que sembró mi madre en mí», rememora la reconocida madama, una de las matronas antillanas, auténticos pilares de la identidad callaoense, consideradas portadoras y comunicadoras de los valores culturales de la comunidad.
Y es que esta práctica cultural se transmite de generación en generación en el seno de las familias. Hoy también los depositarios del patrimonio cultural callaoense multiplican sus conocimientos en escuelas para que los niños adquieran las competencias necesarias para participar en el carnaval, aprendan a componer melodías, tocar instrumentos musicales, cantar, bailar y fabricar las indumentarias y máscaras.
Crisol de Culturas
El Carnaval de El Callao es una representación festiva de una memoria e identidad cultural, una práctica de las comunidades de esta ciudad de la vibrante región de Guayana, al sur de Venezuela, que guarda relación con los festejos de emancipación llamados “Cannes Brulées” que tienen lugar en las Antillas de habla francesa.
Al hablar de los orígenes de esta celebración hay que remontarse a la llegada a la región de inmigrantes de Las Antillas menores, atraídos por la explotación aurífera, a mediados del siglo XIX.
En El Callao se desarrolló una cultura propia que fusionó tradiciones europeas (inglesas y francesas), criollas y africanas, derivando en elementos autóctonos y únicos.
Apertura e inclusión
Fotografía: Juan Barreto (AFP).
El Carnaval de El Callao se caracteriza por un principio de apertura e inclusión, y en él prevalecen el entendimiento, la comprensión y el diálogo intercultural.
Muestra de ello es el uso del Patois, adaptación local de la lengua propia de las Antillas, unión del español, inglés y francés, y resguardo de referencias culturales de ancestrales orígenes.
El legado de la fusión de culturas en esta región es variado y tan diverso, que en su historia hay referencias tan particulares a un hecho de 1876, año en que se jugó el primer partido de fútbol de Venezuela en El Callao, porque los ingleses que allí vivían practicaban este deporte y lo jugaron con los criollos.
El calipso es vida
El corazón del Carnaval en El Callao es el calipso, género contagioso y particular que marca el ritmo de la fiesta que se extiende por dos meses, pues su fase preparatoria comienza en enero con el grito de carnaval, y se extiende hasta el martes de carnaval.
Para los callaoenses el calipso es todo. “Es esa marca vivencial de los que aquí habitamos, estamos impregnados de ese hecho, de esa música, de ese género musical porque nos permite sentirnos felices. El pueblo ama su carnaval. Para los calloenses el calipso es la vida”, asegura Carlos London, quien ha interpretado el género desde hace más de 40 años.
En el calipso protagoniza el sonido del bumbac, tambor artesanal que se fabrica con cualquier material cilíndrico y otros instrumentos tradicionales como el cuatro, tambores largos, charrascas y cencerros, así como eléctricos: guitarra y bajo. Sus letras, de contenido satírico, crítico o afectivo, originalmente cantadas en patois, actualmente también son interpretadas en español e inglés.
Fiesta sin fin
Los «mediopintos» uno de los protagonistas de la comparsa del carnaval en El Callao. Fotografía: Noticiero Digital 58
En el carnaval, durante los días y noches de toda una semana se celebra la vida y el autoreconocimiento callaoense mediante el canto, la música, el baile colectivo.
La fiesta agrupa hasta unos tres mil participantes que desfilan por las calles de la localidad, disfrazados de personajes históricos o imaginarios, al ritmo del calipso y otras músicas y danzas.
Al frente de los desfiles van las Madamas, danzando engalanadas con vestidos multicolores y llamativas joyas.
En las comparsas participan otros personajes como los “mediopintos”, jóvenes que divierten al público embadurnando con hollín a los que se niegan a contribuir con un pago, de allí su nombre: ¡medio o te pinto!; los “mineros”, que rinden honor a los trabajadores que identifican la región; y los “diablos”, personajes enmascarados que bailan blandiendo un látigo para mantener el orden durante la comparsa.
Los participantes en el carnaval se siguen sumando no sólo con los lugareños disfrazados, sino con todos los presentes, incluyendo a los turistas y todos juntos disfrutan de una fiesta que parece no tener fin.
Cada año la comunidad de El Callao espera con ansia la llegada de sus carnavales, una oportunidad más para dar cuenta de su variada y rica herencia cultural que los ha convertido en patrimonio de Venezuela y del mundo, y una muestra singular de lo afirmativo venezolano.
Con información de Centro de la Diversidad Cultural, Unesco y Alba Ciudad
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