Nada doblegó el ímpetu de lucha de Fabricio Ojeda, el revolucionario que nunca se rindió porque estaba convencido de que siempre habrá hombres valerosos, dispuestos a defender el derecho de los pueblos a ser libres y vivir con dignidad.
Las traiciones solo pospusieron el triunfo de la revolución con la que siempre soñó para Venezuela. Primero la traición de quienes pactaron para convertir la gloria del movimiento cívico militar que derrocó la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958, en un engaño para los venezolanos y venezolanas confiados en el cambio. Luego la traición de quien o quienes lo delataron en el año 1966, facilitando tanto su aprehensión como su asesinato, al que pretendieron pasar por suicido.
Fabricio Ojeda conspiró, siendo un civil, contra la dictadura militar del general Marcos Pérez Jiménez. Como político, desde el Parlamento, intentó lograr los cambios estructurales necesarios en el país y evitar que se instaurara la democracia representativa que terminó defraudando a las mayorías. Al asumir que la vía pacífica era inútil, pasó a ser un comandante guerrillero que pese a morir asesinado, se convirtió en inspiración para continuar la lucha.
El 23 de enero del 58 “no ocurrió nada en Venezuela”
“Si muero, no importa, otros vendrán detrás que recogerán nuestro fusil y nuestra bandera para continuar con dignidad, lo que es ideal y deber de todo nuestro pueblo”, escribió Fabricio Ojeda en la carta donde anunció la renuncia a su curul en la Cámara de Diputados del entonces Congreso de la República, el 30 de junio de 1962, para unirse a un frente guerrillero del occidente del país.
En ese mismo documento, Ojeda, en lo que denomina una autocrítica, aseguró que el 23 de enero de 1958, “no ocurrió nada en Venezuela”, pues el derrocamiento de Pérez Jiménez sólo significó “el simple cambio de unos nombres por otros al frente de los destinos del país”.
De indudable sensibilidad social, Fabricio Ojeda plasmó en la referida misiva no solo las razones de la traición al pueblo. También retrató las condiciones de la mayoría de los habitantes del país al escribir:
“Venezuela, en fin, necesita un cambio profundo para que los derechos democráticos del pueblo no sean letra muerta en el texto de las leyes; para que la libertad exista y la justicia impere; para que el derecho a la educación, al trabajo, a la salud y al bienestar sean verdaderos derechos para las mayorías populares y no privilegios de escasas minorías”.
Un consumado conspirador
Un consumado conspirador fue Fabricio Ojeda, al punto que cubriendo como periodista la fuente gubernamental en el Palacio de Miraflores, logró articular la Junta Patriótica, organización clave para concretar el derrocamiento del régimen militar de Marcos Pérez Jiménez. Hay quienes han afirmado, que el periodista del diario El Nacional se ganó la confianza del mismo Presidente y del temido represor Pedro Estrada, director de la Seguridad Nacional.
Nacido el 6 de febrero de 1929 en Boconó, Estado Trujillo, Fabricio Ramón Ojeda conocía por experiencia propia las penurias de la mayoría del pueblo venezolano, lo que sin duda era el motor de su ímpetu revolucionario.
Sobre su decisión de militar en el partido Unión Republicana Democrática (URD), él mismo contó que, luego de oír un discurso de su fundador, Jóvito Villalba, decidió inscribirse en esa organización política en 1946.
Ojeda era muy activo y tenía capacidad de convocatoria. El gobierno de Pérez Jiménez abrió un expediente militar en su contra, en el que se reseña que ya en 1948, con apenas 19 años, fue arrestado. Pero es en la llamada era democrática, durante los gobiernos de los adecos Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, cuando se multiplicaron las páginas del expediente.
Desplazados por un pacto de cúpulas
Tres días antes del derrocamiento de Pérez Jiménez, se concretó el llamado Pacto de Nueva York, del cual los líderes de Acción Democrática (Rómulo Betancourt), Copei (Rafael Caldera) y URD (Jóvito Villalba) excluyeron al Partido Comunista de Venezuela (PCV), uno de los protagonistas de la Junta Patriótica. Esta fue la agrupación de partidos políticos que unió a la fuerza popular y la militar para lograr la caída de Marcos Pérez Jiménez. Su presidente era Fabricio Ojeda, a quien la vieja dirigencia comenzó a desplazar debido a la popularidad y el poder de convocatoria que poseía.
El 31 de octubre del 58, los mismos protagonistas del acuerdo de Nueva York firmaron el Pacto de Punto Fijo mediante el cual acordaron una coalición para aplicar un programa común de reformas políticas, económicas y sociales, de cara a las elecciones previstas para febrero de 1959.
Ojeda impulsó la unión cívico militar
Un estratega nato y un fiel creyente de la importancia de la unión cívico militar para lograr cambios profundos en el país, Fabricio Ojeda, no solo organizó y presidió la Junta Patriótica, también lideró la creación de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) y el Partido Revolucionario Venezolano (PRV).
“La magnitud y causas de los problemas nacionales requieren, sin duda, la conquista del Poder por una alianza de las clases populares, democráticas y progresistas con la fuerza suficiente en lo político y militar para hacer frente a las fuerzas de la reacción”, escribió, el mismo año de su muerte (1966) en el libro ‘La guerra del pueblo’.
Con la “democracia” del puntofijismo el expediente militar contra Fabricio Ojeda aumentó aceleradamente, llegando a acumular cinco tomos con 10 capítulos clasificados en telegramas, informes de inteligencia, Cartas, interrogatorios, declaraciones de terceros y datos hemerográficos.
Allí se reseñaron sus muchos viajes a Cuba y las visitas hechas a China y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), junto a los pormenores de su actuación en la lucha armada. En 1963 fue capturado y condenado a 18 años de prisión por el delito de rebelión miliar, pero Fabricio Ojeda junto a otros compañeros escapó de la cárcel de Trujillo.
Tres años y una traición no pudieron silenciarlo
Pasaron tres años y una traición para que el régimen de Raúl Leoni lo recapturara y asesinara, en tiempo récord, para luego informar que se había suicidado, ahorcándose.
Además de las evidencias médicas que, tras la autopsia, dejaron dudas sobre la tesis del suicidio, quienes conocieron al también llamado comandante Roberto, han asegurado que era un hombre que desafiaba la autoridad del aparato represivo del Estado y nunca cedió ante las torturas. Además le gustaba vivir intensamente, era alegre, optimista y un gran visionario, cuyo pensamiento no pierde vigencia.
Los dos caminos que se marcan en la actual encrucijada histórica, polarizan las dos políticas en pugna: la política reaccionaria y la política revolucionaria. Una en descenso vertiginoso, sostenida por fuerzas agonizantes, sin otro asidero que el de sus propios instrumentos de Poder; la otra, en flujo permanente, conducida por fuerzas nuevas en pleno desarrollo y vigor, que como torrente desbordado se abren sus propios cauces y arrastran con todo lo que pretende detenerlas.
Fabricio Ojeda
Con información del Centro Nacional de Historia, Memorias de Venezuela N°1, Diario Los Andes y VTV
Fotografías: Centro Nacional de Historia
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