La pregunta está en el aire desde hace un tiempo: ¿Respiramos microplásticos? La respuesta, de acuerdo a recientes estudios, es afirmativa.
Si bien la alarmante presencia de plásticos en basureros, océanos y cuerpos de agua dulce resulta muy conocida, las investigaciones sobre las partículas en el aire son más recientes. Los últimos estudios sobre este tema confirman que la contaminación por plásticos también está en el aire que respiramos, viajando con el viento, la lluvia y la nieve.
Revela uno de estos estudios que más de mil toneladas de diminutos fragmentos llueven cada año sobre parques nacionales y áreas silvestres, solo en el oeste de Estados Unidos, lo que equivale a entre 123 y 300 millones de botellas de plástico.
Otra investigación, realizada en las montañas de Los Pirineos al sur de Francia, concluyó que las partículas de plástico pueden desplazarse hasta 100 kilómetros por el aire, lo que comprueba que respiramos microplásticos.
No hay rincón ni grieta libre
Después de recoger muestras en 11 parques nacionales y áreas silvestres, investigadores de la Universidad Estatal de Utah encontraron minúsculos trozos de plástico en 98 por ciento de las 339 colectadas durante el trabajo de campo.
“No hay ningún recoveco en la superficie de la tierra que no tenga microplásticos”, concluyó Janice Brahney, científica de la Universidad Estatal de Utah y autora principal del estudio.
Los resultados de la investigación, recientemente publicados en la revista Science, informan sobre la presencia de plástico en zonas remotas de Estados Unidos como el Parque Nacional Arches en Utah. Entre otros datos, hallaron 4 % de plástico en las partículas de polvo analizadas, lo que significa que respiramos microplásticos.
Para los investigadores fue sorprendente encontrar tanto plástico en áreas supuestamente vírgenes. Además, determinaron que las partículas más pequeñas aparecían en condiciones secas y las de mayor tamaño, caían con la lluvia y la nieve.
En el caso de las partículas más pequeñas y ligeras, se convirtieron en parte de los ciclos de transporte global de polvo, pues habían sido llevadas de distancias extremadamente lejanas por corrientes provenientes de zonas muy elevadas en la atmósfera.
Respiramos microplásticos
Un estudio realizado en una remota localidad de Los Pirineos, al sur de Francia, y publicado en Nature Geoscience, evidencia cómo los microplásticos viajan a través de la atmósfera y terminan en regiones muy alejadas de su fuente de emisión.
La investigación registró una tasa diaria de 365 partículas microplásticas cayendo del cielo por metro cuadrado. Deonie y Steve Allen, científicos de EcoLab en la Escuela de Agricultura y Ciencias de la Vida en Toulouse, Francia, dirigieron un equipo que recolectó microplásticos en una estación meteorológica a 1.400 metros sobre el nivel del mar. Contaron y analizaron los fragmentos de plástico, fibras y películas con un tamaño inferior a 300 micrones.
Más de la mitad de los microplásticos encontrados, tenían menos de 25 micrones. Como referencia, el cabello humano promedia entre 50 y 70 micrones de diámetro, mientras que la partícula más pequeña que podemos ver es de unos 40 micrones.
Los investigadores analizaron los patrones de viento para encontrar una fuente de los microplásticos recolectados, pero no encontraron ninguno en 100 kilómetros de la región, escasamente poblada y sin actividades industriales, comerciales o agrícolas grandes.
Este estudio sugiere que el aire puede ser una vía importante para que los microplásticos lleguen a regiones distantes. Es, además, un indicio de que el plástico acaba en nuestro organismo no solo a través de su ingesta, sino porque respiramos microplásticos.
Salud en riesgo

Fotografía de Chest X-ray en Ecoosfera.
«Recientemente, hemos reconocido la exposición humana a los microplásticos a través del aire», señaló Stephanie Wrigh, investigadora del Centro para el Medio Ambiente y la Salud en King’s College de Londres, Reino Unido.
La científica advirtió que aunque las personas se encuentran expuestas a microplásticos en la comida y en el aire, aún se desconocen los efectos sobre la salud. Añadió que hasta ahora se conoce que las partículas de menos de 25 micrones, pueden ingresar al cuerpo humano por la nariz o la boca. Mientras que las menores de cinco micrones podrían llegar al tejido pulmonar.
La Organización Mundial de la Salud estimó que, en 2016, que la contaminación por pequeñas partículas (polvo hollín y otras amenazas) causó 4,2 millones de muertes prematuras en todo el mundo.
Adicionalmente, los microplásticos tienden a ser pegajosos y pueden acumular metales pesados como el mercurio y contaminantes orgánicos persistentes (COP).
Estudios anteriores sobre exposición a altos niveles de partículas de plástico en el lugar de trabajo, las vinculan con enfermedades pulmonares y daños en los tejidos.
Más plástico menos oxígeno
Un trabajo científico de reciente data y publicado en la revista Communications Biology, puede explicar otra razón por la que respiramos microplásticos. El estudio se centró en el impacto del plástico en la bacteria Prochlorococcus que habita en el océano. Este organismo provee el 10 por ciento del oxígeno que necesitamos.
Se trata de la primera investigación de este tipo y sus autores analizaron los efectos que el plástico tiene en la vida más pequeña de nuestros océanos: las bacterias marinas fotosintéticas. El equipo de la doctora Sasha Tetu, de la Universidad Macquarie en Australia, demostró que estos organismos son susceptibles a la contaminación plástica.
«Encontramos que la exposición a sustancias químicas filtradas por la contaminación plástica interfirió con el crecimiento, la fotosíntesis y la producción de oxígeno de Prochlorococcus, la bacteria fotosintética más abundante del océano», explica la investigadora.
Microplásticos y nanoplásticos
Los microplásticos son piezas muy pequeñas de residuos plásticos. Pueden ser primarios, cuando se producen originalmente con esas dimensiones para su uso en diversos productos, tales como esferas exfoliantes o abrasivas. Y son secundarios cuando su origen es el plástico desechado que se convierte en partículas más reducidas, por la acción de fuerzas mecánicas y químicas como el viento, ambientes salinos o radiación ultravioleta.
El asunto se complica con las partículas nanoplásticas. Como su nombre lo indica, se trata de algo muy muy pequeño. Como ejemplo, en la cabeza de un alfiler pueden caber mil millones de nanopartículas.
Aunque aún no existe la tecnología para detectarlos, estudios revelan que los nanoplásticos de poliestireno ingeridos por organismos acuáticos atraviesan sus paredes celulares. Esto parece afectar su comportamiento y función endocrina. De igual manera, experimentos de laboratorio en muestras de intestinos humanos, han demostrado que éstos cruzan las paredes celulares.
Volumen in crescendo
El volumen de los microplásticos en el medio ambiente se incrementará, probablemente, con la creciente cantidad de plásticos que se producen, pues este material tiene cada vez más usos y aplicaciones.
En 2020 entrarán en el mercado global 500 millones de toneladas nuevas de plástico. La cifra se suma a los 8.300 millones de toneladas producidas en el mundo, desde que se inventó este material sintético. De éstas, el 79% se entierra, el 12% se incinera y sólo el 9% se recicla.
Se calcula que el peso del plástico en los océanos superará al de los peces para el año 2050. A medida que se tienen más datos sobre las amenazas del plástico, los investigadores aumentan sus recomendaciones acerca de reducirlo, en especial los de un solo uso.
Microplásticos por tierra, mar y aire
La naturaleza no destruye el plástico, solo lo transforma en partículas que viajan con la lluvia, el viento y la nieve. Ya han llegado a zonas vírgenes y al interior de organismos animales.
Al contrario que el efecto de una bola de nieve, el plástico se deshace a medida que avanza hasta alojarse, con consecuencias aún desconocidas, en el entorno y en los seres vivos. Parece estar por doquier, al punto que respiramos microplásticos.
Este aliado de la vida cotidiana se ha convertido en una amenaza gigante para el mundo. Hay más de seis millones de toneladas de plástico esperando ser convertidas en pequeños fragmentos para continuar impactando nuestras vidas. La única respuesta lógica es dejar de producirlo.
Con información de National Geographic Latinoamérica, Verde y Azul, The New York Times y National Geographic España
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