Virtuoso de la guitarra y con una singular capacidad auditiva, de improvisación e interpretación, Rodrigo Riera conjugó lo popular y lo académico durante más de cinco décadas dedicadas a la música como interprete, compositor y pedagogo.
Creció rodeado de música. No solo en su casa, donde todos tocaban y cantaban, sino en Barrio Pueblo Nuevo, uno de los sectores más antiguos de Carora, estado Lara, donde nació. Aprendió a tocar cuatro y guitarra de oído antes de los nueve años, una edad temprana en la que además de cantar, ya manifestaba su ingenio y creatividad musical.
Los encuentros con dos guitarristas clásicos, el paraguayo Agustín Barrios, conocido también como “Nitsuga Mangoré” o simplemente Mangoré, en 1932 cuando tenía 8 años, y el venezolano Antonio Lauro, a la edad de 18, fueron determinantes en su deseo de aprender sobre este instrumento. Primero como autodidacta y luego cursando estudios formales en la Escuela de Música y Declamación de Caracas (hoy Escuela Superior de Música José Ángel Lamas); el Real Conservatorio de Madrid, España, y la Academia Chigiana en Siena, Italia.
El amor del maestro Raúl Riera por su terruño natal, por Venezuela, su patria, y Latinoamérica, sus culturas, sus tradiciones y su gente lo acompañaron en su recorrido musical por Europa y Estados Unidos. Las sonoridades, poesías, colores y personajes de su niñez nutrieron sus composiciones, un repertorio guitarrístico que evoca y enaltece lo afirmativo venezolano.
Barrio Nuevo, la caja de música de Carora
Rodrigo Riera, hijo de Paula Riera y Juancho Querales, nació el 19 de septiembre de 1923 en uno de los sectores más antiguos, emblemáticos y románticos de Carora, importante ciudad del estado Lara y capital del municipio Torres: Barrio Nuevo, cuna de músicos y poetas.
La música lo abrazó desde su nacimiento, tanto en su casa como en su barrio. Expresó el propio Riera que en su hogar “todos tocaban la guitarra y el cuatro. Mi hermano Rubén, mis hermanas, mi mamá y una tía. Todo esto por la influencia que recibieron de mi papá, Juancho Querales, que era un gran músico y dejó una gran cantidad de discípulos en Carora. Yo no lo pude aprovechar, no estudié con él”.
Sobre el lugar donde nació afirmó en una ocasión: “Pueblo Nuevo, mi barrio, era un barrio muy particular. Era una especie de caja de música, todo era música”.
En su niñez disfrutó de los juegos infantiles con un trompo, un papagayo y un carrito elaborados por él, pero también realizó diversos trabajos para contribuir con el sustento familiar: fue limpiabotas o betunero, vendedor de empanadas, de los periódicos El Diario de Carora, El Impulso y Cantaclaro, acompañante de cantantes en la radio, serenatero y picador de piedras para la construcción del viejo matadero de su pueblo natal.
Vitrola, cuatro, guitarra y serenatas
El desarrollo de su oído musical comenzó a temprana edad, escuchando a los músicos de su barrio, a los cantantes y compositores argentinos Carlos Gardel y Agustín Magaldi, el compositor y cantante uruguayo José Razzano y el cantante Agustín Irusta, en las populares vitrolas.
Cuando tenía 8 años y trabajaba limpiando zapatos el niño Rodrigo Riera solía ir los domingos a uno de los salones más elegantes de Carora llamado El Dólar, ubicado en la esquina de la Plaza Bolívar. Contó el maestro que ese lugar era muy frecuentado por un guitarrista llamado Agapito Pérez Cordero y quien “se ponía a tocar la pianola y yo le hacía ritmo con el cajoncito de limpiar mis zapatos”.
La primera manifestación “en el terreno de la música” que tuvo, como el propio Riera expresó una vez, fue con su hermano Rubén, un serenatero con poco cuidado en el afinamiento del instrumento. “Él estaba tocando y yo noté que la guitarra estaba muy desafinada. De inmediato corrí y se la afiné”. A partir de ese momento se convirtió en su acompañante obligado cada sábado, día de serenatas; así como en el afinador de los cuatros y guitarras de familiares y amigos.
Pero a su floreciente oído musical le hacía falta un instrumento. El cuatro fue primero y el niño Raúl Riera ejecutó con gran sensibilidad el que recibió en calidad de préstamo. Fue su inició en el acompañamiento de todos los cantores populares de Barrio Nuevo. Luego, en su afán de superación, se propuso encontrar una guitarra. “Recuerdo que me prestaron una muy costosa para la época y yo me sentía muy feliz tocando aquella maravillosa guitarra”, dijo Riera muchos años después.
El Trio de los Hermanos Riera y su encuentro con Antonio Lauro
Barquisimeto, ciudad capital del estado Lara, recibe en 1938 al adolescente Raúl Riera. Deja su Carora natal para trabajar como zapatero, sin abandonar su guitarra, improvisando canciones y acompañando a los artistas en la única emisora de radio que existía.
Al año siguiente junto a su hermano el Trío de los Hermanos Riera, tenía 16 años. El grupo se traslada a Caracas para presentarse en varias emisoras de radio en 1941. Allí se encuentra Raúl Riera con el maestro Antonio Lauro, primer guitarrista clásico de Venezuela e integrante de la agrupación Los Cantores del Trópico.
Ambos quedaron sorprendidos al escucharse tocar la guitarra. Oír a Lauro interpretar la composición “Variaciones sobre un tema de Mozart” del español Fernando Sor, tuvo un gran impacto en el joven, quien también impresionó al avezado músico con su talento y capacidad. Por lo que invitó a Riera a realizar estudios formales con Raúl Borges y le dio una tarjeta de recomendación para el maestro. Sin embargo, esa aspiración se materializa tiempo después.
De Barquisimeto viaja a Maracaibo donde, contratado por la emisora Ondas del Lago como guitarrista oficial, acompaña a cantantes aficionados y profesionales y toca con el dúo “Riera y Rivera con sus guitarras” al lado de Carlos Rivera. Fuera de su horario laboral y como autodidacta estudió guitarra clásica y lectura musical. Es en 1945 cuando regresa a Caracas e ingresa en la Escuela de Música y Declamación de Caracas (hoy Escuela Superior de Música José Ángel Lamas).
Estudiante destacado de guitarra clásica
A los 22 años comienza Raúl Riera el estudio formal del instrumento con Raúl Borges, creador de la primera cátedra de guitarra clásica en Venezuela y tercera en el mundo. También, los estudios musicales de la mano de Vicente Emilio Sojo, director de la escuela, Juan Bautista Plaza y otros grandes maestros, quienes lo forman en armonía, teoría y solfeo.
Continúa sus estudios de guitarra clásica en el Real Conservatorio de Madrid, con una beca que le otorga el Ministerio de Educación. Entre 1952 y 1953 realiza la reválida de los 6 años de estudios guitarristicos con los máximos honores, obteniendo por unanimidad el Diploma de Primera Clase y el Premio Extraordinario del Conservatorio, destinado a los mejores estudiantes.
Culminada esta fase inicia su carrera como concertista presentándose en ateneos, teatros, colegios y círculos musicales de España, Italia y Francia, entre otros países. El repertorio de sus conciertos incluía los autores universales, compositores latinoamericanos como Agustín Barrios y Heitor Villa-Lobos, los venezolanos Raúl Borges, Antonio Lauro y Vicente Emilio Sojo. Además, comienza a incorporar sus primeras composiciones: Choro, Bambuco, Motivos Españoles, Merengue, Canción Caroreña y Preludio Criollo, su obra más conocida y pieza obligatoria en Conservatorios de España y Francia, entre otras piezas.
En 1954 realiza cursos de perfeccionamiento guitarrístico en la Academia Chigiana de Siena, Italia, con el gran maestro Andrés Segovia, con quien comparte durante siete años y perfecciona sus dotes de concertista.
Vuelve a la patria para sembrar su guitarra
Viaja a Estados Unidos en 1962 y se radica en Nueva York durante 8 años. Allí combina su carrera como concertista y compositor, además de iniciarse como docente. Durante las numerosas giras realizadas durante ese tiempo, ofreció recitales en teatros y universidades de Estados Unidos, grabó dos discos. Destacan su presentación en el Carnegie Recita Hall, la actuación con la Orquesta de Cámara de Filadelfia, el concierto en el Town Hall de Nueva York donde ejecutó obras universales, latinoamericanas y de su autoría.
Regresa definitivamente a Venezuela en 1971 y fija su residencia en Barquisimeto. “Yo regreso de Nueva York con el afán de sembrar mi guitarra en tierra”, afirmó Rodrigo Riera. Inicia así el maestro, una nueva etapa dedicada a la composición y la docencia fundamentalmente. Crea la Cátedra de Guitarra Clásica de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado de la cual fue profesor. Luego, en 1985, asume como Director de Cultura de esa casa de estudios.
El arte de Rodrigo Riera, su labor como intérprete, compositor y pedagogo le fue reconocido en vida. Se le otorgó el Premio Nacional de Música en 1995, por su aporte y difusión de la música venezolana en el mundo. En 1982 se realizó el Concurso Nacional de Guitarra Rodrigo Riera y desde el año 1986 el Festival de Guitarra Rodrigo Riera en el estado Lara; así como también el Concurso Internacional de Composición para Guitarra Clásica Rodrigo Riera, llevado a cabo en 1995, entre otros eventos musicales.
A los 76 años partió el maestro Rodrigo Riera a otras dimensiones musicales para continuar interpretando y acariciando cada tema, “confiriéndole el máximo de cantabilidad con el vibrato más cálido, con el rubato más poético y con el sonido más puro de la gama tímbrica de la guitarra”, como escribió Alirio Díaz, su amigo y también un prodigio de este instrumento en Venezuela y el mundo.
¡Felices aquellos que han tenido el privilegio – y yo entre ellos – de disfrutar los sortilegios de tan excepcional personalidad del arte musical venezolano!
Alirio Díaz. De Rodrigo y la adivinación musical (1991)
Con inormación de Aldea Educativa, Correo de Lara, Canal de Youtube de Efrén Suarez y Canal de Youtube de Efrén Suárez 2
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