La madre Tierra aporta beneficios a todas las especies, no solamente a la familia humana, y por ello los pueblos originarios le ofrecen tributo. Y es que la concepción indígena del planeta que nos aloja dista de la que tienen otros grupos y en ese sentido, tienen mucho que enseñarnos acerca de su uso, conservación y, sobretodo, de respeto.
Los indígenas mantienen una relación profunda con la madre Tierra, pues están conscientes que sus territorios y recursos son elementos fundamentales que permiten la continuidad y la plenitud de la vida, la espiritualidad y el desarrollo histórico, social, cultural, económico, político y humano.
Aunque constituyen sólo el 5% de la población mundial, los pueblos indígenas son los guardianes esenciales del medio ambiente. Resguardan el 22% de la superficie terrestre del mundo, y el 80% de la biodiversidad del planeta. Sus formas y medios de vida pueden enseñarnos mucho sobre la conservación de los recursos naturales y la vida en armonía con la naturaleza.
La madre Tierra
Para los indígenas la tierra es su hogar. No es una simple extensión de un territorio o una fuente de producción, sino el conjunto de elementos que lo componen. Su mundo es integral, con todo lo que existe en la naturaleza, con lo que se produce en ella y los saberes heredados.
Consideran a la madre Tierra como la gran proveedora y por ello no sobreexplotan lo que ofrece. Saben que necesita descansar para rendir luego con mayor impulso. La conciencia de pueblos originarios en relación con la Tierra es de hijos que defienden a su madre, y no de propietarios que quieren sacar más provecho de ella. En contraposición, están quienes se aprovechan de la tierra y practican la lógica de acumulación ilimitada y explotación irracional.
Relación espiritual
Al ser el hogar de sus ancestros, los conecta con su pasado, pero también con el presente, pues provee los recursos para la vida, y con el futuro, por el legado que dejarán a hijos y nietos.
La vida de los indígenas se refleja en la fuerza de la misma tierra. Todo aquello que le da al ser humano su razón se enmarca desde su maternidad. Según esta concepción, la perfección del hombre, consecuentemente de un pueblo, viene de la vitalidad de la madre Tierra, que también abre el camino al alma después de la muerte.
Sin propietarios
De acuerdo con esta visión, la humanidad no puede ser más que consignataria de la tierra, con la responsabilidad colectiva de preservarla. En el mundo occidental se cree que la naturaleza debe ser estudiada, diseccionada y dominada, y el progreso debe medirse por la capacidad para extraer los secretos y la riqueza de la madre Tierra.
Sin embargo, los indígenas no la consideran un mero recurso económico. Sus diferentes estilos de vida han sido desarrollados y definidos en relación con el ambiente que los rodea.
Esta contraposición de visiones ha provocado la violación incesantemente de los derechos de los pueblos indígenas, poniendo en riesgo su integridad cultural y su propia vida. Los activistas indígenas y ambientalistas, cuya labor está relacionada con grandes proyectos de minería, energía e infraestructura, son los más criminalizados y perseguidos.
Escuchar las voces indígenas
En las sesiones del Foro Permanente para Cuestiones Indígenas, que se celebran desde el año 2002, varias de esas comunidades de América Latina han alzado su voz para pedir a los gobiernos que respeten la naturaleza, a la Pachamama. Además, han denunciado la explotación salvaje de recursos por parte de transnacionales, y han reclamado la consulta y el consentimiento de los pueblos afectados sobre proyectos en sus territorios.
En el documento aprobado por la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), en la Conferencia mundial sobre los Pueblos Indígenas de 2014, se establecieron compromisos para garantizar la puesta en práctica de la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Allí, reconocieron a la madre Tierra como hogar y señalaron que “para lograr un justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de generaciones presentes y futuras, es necesario promover la armonía con la naturaleza”.
Aprender del respeto indígena por la Pachamama
Sus ancestrales prácticas agrícolas son resilientes al cambio climático. Estas técnicas probadas por el tiempo, como la creación de terrazas, que detiene la erosión del suelo, o los jardines flotantes, que hacen uso de campos inundados, ponen en evidencia su capacidad para dar respuesta a los cada vez más frecuentes e intensos fenómenos meteorológicos y cambios de temperatura.
Por otra parte, los alimentos autóctonos de los pueblos originarios amplían y diversifican las dietas, además de ser resistentes al cambio climático y todo esto, en armonía con la madre Tierra. Argumentos que demuestran que los indígenas del mundo son aliados valiosos en la búsqueda de soluciones a los problemas ambientales que la humanidad ha causado.
Pueblos en armonía con la madre Tierra
Otro pueblo de Brunei, los Kedayan, ha sobrevivido utilizando el bosque, la tierra y la vida silvestre de forma cuidadosa, práctica continua durante muchas generaciones. Además, emplean un complejo y adaptable sistema de cultivo del arroz en las colinas y los pantanos.
El pueblo Kuna, presente en Colombia y Panamá, está consciente del rol que le corresponde: la defensa de la Madre Tierra. Para ellos el ser humano debe cuidarla, protegerla y sostenerla. Es una obligación natural, como la del hijo con su progenitora. Desde su punto de vista, la defensa de la madre Tierra no surge de la utilidad que ella pueda ofrecer, sino que nace por obligación y gratitud. Para los Náyeri, de México, cuidar la naturaleza representa un bien para todos. La verdadera riqueza está en el aire limpio, en un río lleno de peces, en lo que da la madre Tierra y por ende se niegan a contaminarla.
La madre Tierra para los indígenas venezolanos
El Pemón mira al otro como parte de sí mismo, pues se siente conectado con todos los elementos, todo está interrelacionado. Dentro a su concepción, el afán de controlar y explotar la naturaleza es un comportamiento de violencia.
Los Warao mantienen su cosmovisión desde tiempos ancestrales, transmitiendo el respeto a la madre Tierra y reconociendo la igualdad de todos como partes de la casa común. En ese sentido se rigen por estrictas normas que garantizan la armonía y el respeto hacia la biodiversidad. Cada objeto, cada árbol, cada semilla, aunque sea pequeño tiene su espíritu, y debe ser respetado. De la naturaleza, se usa solo lo necesario.
La mitología Wayuu relata que fueron creados a partir de la relación de Mma, madre Tierra, y Juya, padre creador y señor de las lluvias. De allí el gran respeto que sienten hacia la naturaleza y a todos sus elementos.
Los pueblos originarios saben que la madre Tierra y sus ecosistemas son nuestro hogar, y que alcanzar un justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales presentes y futuras, pasa por promover la armonía con la naturaleza y el planeta.
Con información de Unesco Etxea, CEPAL, ONU, AIDA y Cultural Survival
No te pierdas
> Secuenciar el genoma de la Tierra para conservar el legado genético
> Contaminación química rebasa el límite seguro para la vida en la Tierra
> Volver a la tierra para construir un hábitat más humano
> Las tres erres para cuidar la casa común, la Tierra
> ¿Es suficiente un sólo día para cuidar a la Tierra?
> La vida pospandemia, tiempo para hacer las paces con la naturaleza