Los fenómenos meteorológicos extremos no son naturales

Sequías, olas de calor, lluvias torrenciales, tormentas, inundaciones extremas, son fenómenos meteorológicos cada vez más frecuentes, pero nada naturales. Su origen está en el cambio climático que ha generado la propia familia humana con su acción devastadora.

Pero, a pesar de que la existencia del cambio climático ya no se pone en duda, la inquietud ahora es qué tan catastróficas pueden ser sus consecuencias. El más reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), denominado “Unidos en la Ciencia” reitera la advertencia de que, sin medidas más ambiciosas, éstas “serán cada vez más devastadoras”.

La agencia meteorológica de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), afirma que caminamos en la dirección equivocada: las concentraciones de gases de efecto invernadero siguen creciendo y alcanzando nuevos máximos. Señalan, además, que el mundo está en un “territorio desconocido de destrucción” y los síntomas empeoran rápidamente.

La situación es tan alarmante que, ante esta realidad, resaltan la importancia de intensificar el uso de sistemas de alerta temprana y fomentar la resiliencia de las comunidades más vulnerables, frente a los riesgos climáticos actuales y futuros.

Unidos en la ciencia

Al referirse a las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, “Unidos en la Ciencia” destaca que éstas continúan creciendo y alcanzando nuevos máximos. En cuanto a la reducción temporal de las emisiones observada durante la pandemia, señala que tuvo escasa incidencia y en 2021, las emisiones mundiales volvieron a los niveles previos, antes del Covid19.

Datos preliminares evidencian que, de enero a mayo de 2022, las emisiones superan en un 1,2% los niveles registrados durante el mismo periodo en 2019, como consecuencia de los aumentos observados en Estados Unidos, India y la mayoría de los países europeos. Advierte, también, que los últimos siete años han sido los más cálidos de los que se tiene registro.

El mencionado informe recoge aportes de varias instituciones, comenzando por la Organización Mundial Meteorológica y su Programa de Vigilancia de la Atmósfera Global. Además, suma información aportada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA); la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR); el Programa Mundial de Investigaciones Climáticas (PMIC); el Proyecto Carbono Global; la Oficina Meteorológica del Reino Unido, y la Red de Investigación sobre el Cambio Climático Urbano. También son incluidas las conclusiones del Sexto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés).

Fenómenos meteorológicos nada naturales

Aunque parezcan cada vez más comunes, las inundaciones, sequías, olas de calor, incendios forestales no son nada naturales. Si bien estos fenómenos extremos se producen de manera espontánea durante los ciclos meteorológicos, y siempre han existido, en la actualidad ocurren con una intensidad y frecuencia que provocan el desplazamiento de personas, miles de muertes e importantes pérdidas económicas.

La OMM afirma que el número de desastres naturales se ha quintuplicado en los últimos 50 años. En todo el mundo se registraron más de 11 mil catástrofes que ocasionaron más de dos millones de muertes y más de tres billones de dólares en pérdidas. Según el Reporte del Estado del Clima en América Latina y El Caribe 2020 de la OMM, en 50 años se registraron las peores sequías en el sur de la Amazonía, y un récord de huracanes e inundaciones en Centroamérica. Entre 1998 y 2020, se perdieron en la región más de 312 mil vidas y a más de 277 millones de personas resultaron afectaron por eventos climáticos.

 

Al respecto, António Guterres, Secretario General de la ONU, destacó que la magnitud de fenómenos recientes como las olas de calor en Europa, las inundaciones en Pakistán o las sequías prolongadas en China, el Cuerno de África y Estados Unidos, representan “el precio que hay que pagar por la adicción de la humanidad a los combustibles fósiles». Y advirtió que, pese a la amenaza evidente, “cada año insistimos en redoblar esta adicción a los combustibles fósiles, mientras los síntomas empeoran rápidamente”.

Sobre esto, el secretario General de la OMM, Petteri Taalas, afirma que los estudios científicos sobre el clima evidencian de manera categórica que “muchos de los fenómenos meteorológicos extremos que estamos experimentando se han vuelto más probables e intensos debido al cambio climático causado por actividades humanas”.

Importancia de las alertas tempranas

Sobre el más reciente informe Taalas destacó que el impacto del cambio climático se ha podido comprobar de manera reiterada durante el 2022, con consecuencias trágicas. Hechos que resaltan la importancia de intensificar el uso de los sistemas de alerta temprana para fomentar la resiliencia de las comunidades vulnerables, “frente a los riesgos climáticos actuales y futuros”.

Por otra parte, la OMM lidera una campaña que tiene por objetivo “garantizar las alertas tempranas para todos en los próximos cinco años». Y es que, dado que entre 3.300 y 3.600 millones de personas viven en contextos muy vulnerables, es más importante que nunca la adopción de medidas más fuertes y lo con la mayor prontitud posible, no solo para mitigar las emisiones, sino también para fomentar la adaptación al cambio climático, en particular a los fenómenos meteorológicos extremos y agravantes.

Los sistemas de alerta temprana de peligros múltiples (MHEWS), son un medio de adaptación eficaz que permite salvar vidas, así como reducir pérdidas y daños. Sin embrago, menos de la mitad de los países del mundo cuentan con estos sistemas y en África, los países con menos recursos y los pequeños Estados insulares en desarrollo, la cobertura es deficiente.

El mundo vive las consecuencias

Una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de los cambios en el uso de la tierra, dice el informe, están relacionadas con el comercio de alimentos entre países. De éstas, más de tres cuartas partes se deben al despeje de tierras para la agricultura y el pastoreo.

Alrededor del 90% del calor acumulado en el sistema de la Tierra está almacenado en el océano y para el período 2018-2022, el contenido de calor oceánico fue más elevado que el de cualquier otro quinquenio. De acuerdo a la OMM, los índices de calentamiento del océano sufrieron un incremento especialmente pronunciado en los dos últimos decenios.

Se estima que en cada uno de los años comprendidos entre 2022 y 2026, la temperatura media anual global cerca de la superficie, supere la de los niveles preindustriales (1850-1900) y que el incremento varíe entre 1,1 °C y 1,7 °C.

Cumplir con los compromisos de reducción de emisiones para 2030, requiere que el esfuerzo siete veces mayor del efectuado hasta ahora.

Ciudades en riesgo

Inundaciones en el estado de Bahia, noroeste de Brasil, diciembre 2021. Foto Reuters publicada en DW.

Las ciudades, que albergan el 55% de la población mundial, generan hasta el 70% de las emisiones, y son, al mismo tiempo, muy vulnerables a los efectos del cambio climático, debido al aumento de las precipitaciones intensas, la elevación acelerada del nivel del mar, las crecidas costeras agudas y crónicas, además del calor extremo, entre otras amenzas.

Para la década de 2050, estiman que más de 1600 millones de personas de más de 970 ciudades de todo el mundo, estarán expuestas con regularidad a temperaturas medias de períodos de tres meses, que pueden alcanzar, como mínimo, los 35°C. Ante este escenario, advierte el informe de la OMM, que las poblaciones más vulnerables serán las que más sufran. Así, es muy probable que las ciudades y asentamientos costeros de baja altitud, como Bangkok (Tailandia), Houston (Estados Unidos) y Venecia (Italia) sufran inundaciones extensas de sus costas con más frecuencia, debido al incremento del nivel del mar, las mareas meteorológicas y la subsidencia o hundimiento.

Ahora bien, los impactos de los fenómenos meteorológicos pueden ser muy distintos según de cada país, pues un desastre no tiene solo que ver con el fenómeno en sí, sino con la exposición y la vulnerabilidad de la población o comunidad. Una lluvia extrema en una zona despoblada no tiene grandes consecuencias, pero si ocurre en una zona urbanizada, con habitantes de menos recursos, el impacto será mucho mayor.

Es por ello que la aplicación de medidas de mitigación “inclusivas, urgentes y en la escala necesaria y el fomento de la capacidad de adaptación de miles de millones de habitantes urbanos”, es indispensable alerta la Organización Meteorológica Mundial. “Ahora es el momento de integrar la adaptación y la mitigación, junto con el desarrollo sostenible, aprovechando el dinamismo constante del entorno urbano”, señala.

 

Con información de OMM, ONU, Todo Ciencia y Oxfam


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