No hay que confundir consumo con consumismo. El consumo es una actividad absolutamente necesaria para la vida, en tanto uso racionalizado de los bienes y servicios que se requieren para vivir: alimentos, abrigo, calzado, energía, vivienda, medicamentos, cultura… en general, todos los bienes de consumo.
El consumismo por otro lado consiste en prácticas de dispendio excesivo, no necesario, inducido por elaboraciones comerciales estimuladoras de actitudes frívolas y superficiales de comprar, compulsivamente, las pautas del marketing.
El consumismo aparece a primera vista como un comportamiento social masificado. Históricamente, el concepto de consumismo y su correlato social aparecen como un estadio avanzado del capitalismo, desarrollado en los Estados Unidos durante las primeras décadas del siglo XX. Con los avances tecnológicos y la subsiguiente producción en serie taylorista (aumento de la productividad industrial), las mercancías precisaban vastos contingentes de “consumidores”. En aras de dinamizar la ganancia, la mercancía manufacturada debía ser sustituida por más mercancías, alimentándose así la vorágine depredadora inducida por la publicidad, la propaganda y las operaciones sicológicas.
El hombre y la mujer consumistas conciben su realización social en términos de la cuantificación de lo que poseen. Al consumista no le interesa el destino de las generaciones futuras; en su voraz instinto depredador consume todos los recursos disponibles en la naturaleza, sin importarle su contaminación y agotamiento. Es injusto e insolidario respecto a la mayoría de la humanidad, imposibilitada de acceder a bienes y servicios esenciales.
El consumismo alimenta la ficción liberal de igualdad de oportunidades. Todos los individuos pueden adquirir mercancías a su antojo, no existen productos exclusivos, todo tiene precio y es comprable por quien pueda. Claro está que, en la inmensa mayoría de los casos, los carentes de recursos económicos no podrán hacer uso de la supuesta igualdad de consumo.
Existen casos en que la ambición alimentada por el consumismo conduce al endeudamiento y la ruina de individuos hipnotizados, ante el “incontenible impulso” de adquirir ciertos bienes o servicios.
El consumismo apoya sus prácticas en manipulaciones publicitarias y en una fabulosa industria de comercialización. Hace uso de todo tipo de armas de propaganda engañosa, fomenta variadas modalidades de crédito y endeudamiento, dicta modas, impone la caducidad y, por ende, cambios de productos con lapsos cada vez más cortos, establece pautas de consumo, ridiculiza a quien no sigue patrones de compra continua.
Un buen ejemplo del manejo publicitario y propagandístico de estimulación al consumo lo representan las invenciones con fines comerciales de días festivos: día de la madre, del niño, del padre, de reyes, las festividades de fin de año, entre otros. Independientemente de motivaciones religiosas o de tradición cultural, el objetivo principal de estas conmemoraciones es fomentar el materialismo consumista, un irresponsable derroche, compras compulsivas…
Sin pudor alguno, sin resentimientos o complejos y con toda la frivolidad posible se gastan incuantificables sumas de dinero en operaciones estéticas, en armas, en vehículos, en “cosméticos (8,000 millones anuales tan solo en Estados Unidos)”. En tanto, millones mueren de hambre y no tienen acceso a servicios básicos: salud, medicamentos, agua potable, electricidad, alfabetización, vacunación básica.
Claro está, no existe un mejor aliado para el capitalismo que la obsesión consumista. A través de esa forma de alienación mercantilizada, se enajena al individuo y se le separa de la realidad. Su mundo se vuelve obsesivo, sólo se vive para completar el circuito recursivo -poseer dinero para adquirir mercancías para poseer más dinero para adquirir más mercancía-. Como resultado de este colosal trance, el estado de desigualdad social, de dominación o de corrupción, le son ajenos al consumista.
La mujer o el hombre atrapados en las redes del consumismo, en el credo mercantilista, en la falacia de las garantías individuales del liberalismo, en el desinterés por el ahorro y la previsión, insensible a la depauperación de la biosfera, son víctimas del control de grupos de poder político, de derechas los más, pero también muchos de izquierda que necesitan de estas personas dimisionarias de sí mismas para engordar los rebaños de sus cosechas proselitistas y electorales.
1 comentario
SI EL CONSUMISMO ES OCASIONADO POR EL CAPITALISMO QUE HA LLEVADO AL INDIVIDUO A DEPENDER DE HERRAMIENTAS QUE SI FACILITAN LA VIDA PERO TAMBIÉN EMPOBRECE EN EL ENRIQUECIMIENTO DE LA CULTURARIZACION DE APRENDER POR NUESTRO PROPIOS MEDIOS Y ASÍ FORTALECERNOS COMO PERSONAS TANTO POR DENTRO COMO POR FUERA