¿Pueden actuar los microbios en defensa del ambiente? Así lo han confirmado varios estudios que demuestran los beneficios del uso científico y práctico de los microorganismos simbióticos para las plantas en ecosistemas terrestres.
Entre los científicos que trabajan en este planteamiento está Barkissa Fofana, científica del Instituto de Investigación Ambiental y Agrícola de Burkina Faso (INERA), quien sostiene trabajo que la microbiología es clave para conseguir que la tierra degradada vuelva a ser productiva.
La joven investigadora desarrolló un proyecto que forma parte del programa de Acción contra la Desertificación de la FAO. Se planteó como objetivo estudiar si los microbios pueden ayudar a las plantas a crecer en algunas de las zonas más áridas de África. Y el resultado ha sido positivo.
La investigación de Fofana demostró que la inoculación de microorganismos nativos y más eficientes en ese tipo de ambiente, resultó favorable para el crecimiento y supervivencia de las plantas, aumentando el éxito de las plantaciones en áreas de restauración.
Vocación por las plantas
“Debemos hacer algo para abordar los problemas ambientales que causan el cambio climático, la desertificación y el crecimiento demográfico”. Estas palabras de la agrónoma africana Barkissa Fofana expresan su preocupación por situaciones que afectan, de manera especial, a su país natal.
Por ello se planteó determinar si los microbios podían ayudar a las plantas a crecer en algunas de las zonas más áridas de África. Específicamente, trabajó en una plantación de acacias a las afueras de Djibo, en la región del Sahel, al norte de Burkina Faso. La investigación se realizó como parte del programa de Acción contra la Desertificación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés).
La científica, de 30 años de edad, se propuso confirmar la acción de los microbios en defensa del ambiente. Como parte del estudio, monitoreó el desarrollo de árboles productores de goma previamente inoculados con diferentes bacterias y hongos simbióticos naturales. El objetivo era determinar si estos microrganismos podían ayudar a los árboles a ser más resistentes a la sequía, crecer mejor y producir más goma, así como de qué manera podían hacerlo.
Barkissa Fofana decidió estudiar agronomía porque le gustan las plantas y siempre quiso trabajar en el campo. Durante el tiempo que duró la investigación, debió mantenerse alejada de su casa natal en Bobo-Dioulasso, la segunda ciudad más grande de Burkina Faso.
Prometedores resultados
El objetivo principal del estudio fue rehabilitar un suelo degradado de la zona saheliana de Burkina Faso, mediante la técnica de inoculación rizobios (bacterias) y micorrizos (hongos).
Una vez aisladas las cepas de rizobios nativos obtenidas de muestras de suelo, fueron probadas en condiciones de laboratorio y de invernadero para obervar sus efectos sobre la nodulación y el crecimiento de la Acacia seyal (Vachellia seyal). Al finalizar estas pruebas se seleccionaron tres cepas prometedoras para la inoculación de plantas producidas en vivero, o provenientes de plántulas directas en el campo.
La inoculación mejoró el crecimiento y la tasa de supervivencia de las plantas en el campo, confirmando el efecto favorable del uso de microbios nativos como refuerzo.
Con base a estos resultados, sin duda prometedores, que probaron la acción de los microbios en defensa del ambiente, se recomendó la inoculación de plántulas para un mayor éxito de las plantaciones de restauración en las tierras secas de Sahel.
Acción contra la Desertificación
Ubicado al sur del desierto del Sahara, el Sahel es un cinturón de tierra de 5.000 kilómetros, que va desde la costa atlántica de África hasta el mar Rojo. Las parcelas de restauración del Sahel forman parte del programa “Acción contra la Desertificación (AAD, por sus siglas en inglés)”, un actor clave de la iniciativa de la Gran Muralla Verde en África, que busca combatir el cambio climático y la desertificación.
El programa ha restaurado miles de hectáreas en ese país africano, incluyendo las monitoreadas por la joven agrónoma Barkissa Fofana. La iniciativa ha creado paisajes productivos en el Sahel, así como en el norte y en el Cuerno de África, para combatir la inseguridad alimentaria y la pobreza en la zona.
Los desafíos que plantea el cambio climático y la desertificación en el continente africano son especialmente graves. En la región, las precipitaciones apenas superan los 400 mm anuales y la tierra está severamente degradada.
Respecto al uso de los microbios en defensa del ambiente, el AAD tiene como objetivo que estos útiles microorganismos estén a disposición de la población local. Ya están en marcha iniciativas de capacitación sobre cómo inocular sus semillas y plantas.
La “Acción contra la Desertificación” aborda el impacto social, económico y ambiental perjudicial de la degradación de las tierras y la desertificación en África, el Caribe y el Pacífico. Tambíen busca gestionar ecosistemas frágiles de manera sostenible en Burkina Faso, Etiopía, Gambia, Níger, Nigeria y Senegal, así como en Fiji y Haití.
Importancia de los microbios para la defensa del ambiente
La importancia del estudio de los microorganismos asociados a las plantas, radica en que permite identificar aquellos que podrían utilizarse en biotecnología, contribuyendo a un manejo ambiental sustentable.
Por ejemplo, en cuanto a la fijación de nitrógeno, existen bacterias capaces de tomar ese gas del aire y transformarlo en compuestos de nitrógeno que las plantas pueden usar como fertilizante natural. Algunas de estas bacterias son simbióticas y entran en una planta a través de sus raíces, aportando el nitrógeno requerido para el crecimiento de la planta huésped. Otra muestra es como el Penicillium, un hongo, que incrementa la disponibilidad de fósforo en la planta.
Por otro lado, existen bacterias que pueden sintetizar y degradar los reguladores del crecimiento vegetal (fitohormonas).
Entre los microbios que actúan en defensa del ambiente hay unos, asociados a las plantas, que producen biopelículas de protección o sustancias inhibidoras que la resguardan del ataque de patógenos. Una alternativa biotecnológica ante los agroquímicos, hasta hace poco, la única forma eficaz de controlar plagas y enfermedades, a pesar de que sus efectos secundarios causan graves problemas ambientales y a la salud humana.
Mediante este control biológico, se utilizan microorganismos para combatir los fitopatógenos. Hongos como el Trichoderma y Gliocladium, y las bacterias Pseudomonas y Bacillus, se han utilizado de forma eficiente para el control de enfermedades en las plantas.
Por si fuera poco, también contribuyen con la biorremediación. Esta acción busca reducir la concentración y/o el efecto negativo de compuestos contaminantes en el ambiente, mediante la biotransformación realizada por bacterias, hongos, algas y/o plantas.
Se reconocen más de 180 géneros bacterianos de los Fila Actinobacteria, Bacteroidetes, Firmicutes, Proteobacteria y más de 140 géneros de hongos de los Fila Ascomycota y Basidiomycota, que degradan hidrocarburos.
El trabajo de Barkissa Fofana se titula “Impulsar el éxito de la restauración de la tierra en la Gran Muralla Verde mediante el uso de microorganismos simbióticos para las plántulas de árboles propagadas”.
Con información de la FAO e INECOL
Fotos cortesía de la FAO.
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