Definitivamente es imposible vivir sin aire, y hoy en día también es prácticamente imposible vivir con una atmósfera libre de contaminantes, a tal punto que resulta casi una utopía, pues muy pocos lugares del planeta ofrecen un aire limpio, por el contrario muchas ciudades del mundo superan los niveles máximos permitidos de dióxido de nitrógeno y partículas, lo que provoca la exposición crónica a una atmósfera nociva e insalubre, con las correspondientes consecuencias en la salud.
Un estudio realizado en 2016, evidenció que el 91% de la población mundial vive en lugares en los que no se respetan las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sobre la calidad del aire. Cada año hay millones de muertes por causas directa o indirectamente relacionadas con la polución. Y es la mano del hombre la que ha causado esto.
La contaminación del aire, adicionalmente, está ligada al cambio climático porque muchos de los gases presentes en el ambiente, son también de efecto invernadero, por lo que controlarlos resulta clave para contribuir a evitar una crisis climática de consecuencias catastróficas.
Y es que todo depende del aire, la vida, la salud, todo el cuerpo humano puede resultar afectado por los agentes contaminantes que circulan en el aire de nuestras ciudades y campos, por lo que la contaminación atmosférica es el desafío ambiental más acuciante de nuestros tiempos, si no logramos controlarla nos exponemos en un futuro a tener que “vivir sin aire”.
Calidad del aire y vida
La contaminación atmosférica causa una décima parte del total mundial de defunciones, por lo que constituye la principal crisis sanitaria que afronta la humanidad. El aire contaminado mata, prematuramente, a 800 personas cada hora en el planeta. En nuestro continente más de 300 mil mueren cada año por esta causa.
No hay región en la Tierra que se libre de este problema que causa una cuarta parte de los casos de embolia, cáncer de pulmón y enfermedades del corazón. Día a día se suman pruebas de los vínculos entre la contaminación del aire ambiente y estas patologías.
«La contaminación del aire no solo está dañando nuestro planeta y acelerando el cambio climático, sino que también se está robando millones de vidas», dijo al respecto Inger Andersen, Directora Ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación ambiental del aire, ha causado 4,2 millones de muertes prematuras en todo el mundo por año, mortalidad causada por la exposición a partículas pequeñas de 2,5 micrones o menos de diámetro (PM2.5), que producen enfermedades cardiovasculares, respiratorias y cáncer.
En ese sentido, el organismo ha señalado que el 58% de las muertes prematuras relacionadas con la contaminación atmosférica se debieron a cardiopatías isquémicas y accidentes cerebrovasculares, mientras que el 18%, a enfermedad pulmonar obstructiva crónica e infecciones respiratorias agudas, y 6% a cáncer de pulmón, en 2016.
El Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer de la OMS determinó, en 2013, que la contaminación del aire es carcinógena para el ser humano, y que las partículas de ambientes contaminados están estrechamente relacionadas con la creciente incidencia del cáncer. La evidencia científica muestra que la exposición a contaminantes además de cáncer puede provocar enfermedades cardíacas, asma, diabetes, eccema y afectar el desarrollo cerebral de los niños. Las personas vulnerables como las mujeres, niños y ancianos, están en mayor riesgo.
«Si no enfrentamos con urgencia este desafío global, la contaminación del aire continuará teniendo un costo sorprendente en términos de enfermedades, discapacidad y muertes prevenibles, así como en costos de atención», advirtió al respecto Marcia Mc Nutt, presidenta de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
En cuanto al factor económico hay que considerar que, por ejemplo, solo en 2015 los costos mundiales de las enfermedades causadas por la contaminación del aire, en 176 países se estimaron en 138 millones de dólares.
Lo que evidencia que es fundamental para la salud pública, abordar los factores de riesgo de las enfermedades no transmisibles entre los cuales destaca, como hemos visto, la contaminación del aire. A menor polución mejor será la salud cardiovascular y respiratoria de la población, tanto a largo como a corto plazo.
Desigualdad y contaminación
Las cifras que se manejan son alarmantes por sí mismas. Un 91% de las defunciones prematuras se producen en países de bajos y medianos ingresos. Las mayores tasas de morbilidad se registran en las regiones de Asia Sudoriental y el Pacífico Occidental. Pero América Latina y el Caribe no escapan, por ejemplo varias capitales no han cumplido los estándares de calidad del aire de OMS como Santiago de Chile, Lima, Ciudad de México, La Paz, Buenos Aires y Sao Paulo.
Ciudades más pequeñas también resultan afectadas, como Santa Gertrudis en Brasil, Coyhaique en Chile o Santo Domingo en Ecuador, que en 2018 también estuvieron entre las 10 ciudades de América que no cumplieron los estándares en material particulado.
La contaminación atmosférica es también un indicador de la desigualdad: 97 por ciento de las ciudades en países de ingresos bajos y medios, con más de cien mil habitantes, no cumplen con las pautas de calidad del aire. En los países con altos ingresos el porcentaje cae a 49.
Por otra parte, los niveles de contaminación del aire urbano tienden a ser superiores en muchas ciudades de ingresos bajos o medianos y en los barrios pobres de las ciudades de ingresos altos, lo que significa que la disminución de los contaminantes podría ser particularmente beneficiosa para la salud de los grupos de menores ingresos, así como para niños, personas de tercera edad y mujeres, pues son los más vulnerables quienes pagan el precio más alto.
También hay que considerar que además de la contaminación del aire exterior, el humo en interiores representa un grave riesgo sanitario para 3.000 millones de personas que cocinan y calientan sus hogares con combustibles de biomasa y carbón.
Aunque ha habido avances importantes en materia de derecho a un medio ambiente saludable, que está consagrado en las constituciones de al menos 100 países en el mundo, se requieren acciones más enérgicas en lo que se refiere a políticas públicas por un aire limpio.
Los ciudadanos pueden y deben aportar, informándose y ejerciendo presión, pero son los Estados y las industrias quienes deben promover las políticas públicas necesarias y urgentes para mejorar la calidad del aire que respiramos.
Llamado urgente
En una declaración conjunta presentada en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, las Academias de Ciencias y Medicina de Alemania, Brasil, Estados Unidos y Sudáfrica solicitaron mayor financiamiento y acción a través de la creación de un nuevo pacto mundial contra la contaminación del aire: la Coalición Clima y Aire Limpio. La situación, coinciden en afirmar los expertos, necesita acciones decisivas.
Según las academias, el mayor causante de la contaminación del aire es la combustión de combustibles fósiles y biomasa para la generación de energía, la calefacción, la cocción de alimentos, el transporte y la agricultura. La polución del aire proveniente de combustibles fósiles es particularmente adversa para los seres humanos, ya que contiene grandes cantidades de material particulado que entra al cuerpo y perjudica los órganos.
La contaminación del aire también se ha relacionado con el cambio climático. Disminuir los contaminantes climáticos de vida corta, como el metano y el carbono negro, significaría reducir el calentamiento global en hasta 0,5 °C en las próximas décadas y evitar al mismo tiempo, 2,4 millones de muertes prematuras.
Las organizaciones científicas exigieron que este problema prevenible, que genera grandes gastos -según el Banco Mundial supera los $US 5 trillones al año – se aborde en conjunto con la mitigación del cambio climático y los esfuerzos para transitar hacia un desarrollo sostenible.
Deben repetirse alrededor del orbe acciones como el Programa Paneuropeo de Transporte, Salud y Medio Ambiente, copatrocinado por la OMS, que ha desarrollado un modelo de cooperación regional y multisectorial entre los Estados Miembros, y la campaña Respira la Vida, puesta en marcha por la OMS y la Coalición del Clima y Aire Limpio, con objeto sensibilizar al público acerca del impacto de la contaminación del aire en nuestra salud y en el planeta, y crear una red de ciudadanos, dirigentes urbanos y nacionales y profesionales de la salud para impulsar el cambio en nuestras comunidades.
Un compromiso mundial sobre este tema alentaría a los gobiernos, las empresas y los ciudadanos a aumentar las inversiones en medidas concretas, y a trabajar unidos para mejorar la calidad del aire en todo el mundo.
¿Qué podemos hacer en nuestras ciudades?
Las soluciones están en el tapete, para la mayor parte está muy claro lo que debe hacerse con prioridad. Políticas e inversiones de apoyo a medios de transporte menos contaminantes, viviendas y ciudades energéticamente eficientes, generación de electricidad a partir de fuentes de energía renovables y mejorar la gestión de residuos industriales y municipales, permitirían reducir importantes fuentes de contaminación del aire en las ciudades.
Los cambios deben venir desde la planificación urbana, teniendo como norte el mejoramiento de la eficiencia energética de los edificios y las ciudades.
Acciones como mejorar el monitoreo de la calidad del aire, instaurar controles más estrictos para las emisiones de automotores, promover el transporte público sostenible, limitar los gases de efecto invernadero de la industria y la agricultura y mejorar la gestión de desechos, deben tomarse en lo inmediato. Es importante ampliar los espacios verdes en las urbes, reducir el uso de leña en los hogares y la quema de basura, controlar incendios e impulsar la eficiencia energética y las energías renovables.
Garantizar el acceso a soluciones asequibles de energía doméstica limpia para cocinar, calentar y alumbrar es muy necesario.
Las ciudades pueden aplicar, adicionalmente, medidas normativas prácticas para mejoras de vivienda, transporte, manejo de desechos y sistemas de energía; restricción de circulación de vehículos que generen gases contaminantes y designar Zonas de Bajas Emisiones; desarrollar sendas peatonales y de bicicletas y más.
¿Y yo qué puedo hacer?
La mayoría de las fuentes de contaminación del aire exterior están más allá del control de las personas, y requieren medidas de instancias normativas nacionales e internacionales en sectores tales como transporte, gestión de residuos energéticos, construcción y agricultura.
Aunque el problema reviste carácter global, hay acciones que pueden y deben comenzar a asumir las comunidades e incluso las individualidades destinadas a mejorar la calidad del aire, como por ejemplo, dejar de quemar desechos, promover los espacios verdes, facilitar los desplazamientos a pie o en bicicleta, evaluar los sistemas de cocción y preparación de alimentos en casa y buscar alternativas sostenibles.
Cambiar el automóvil no es suficiente y puede ser muy complicado para los ciudadanos, pero sí podemos reducir su uso y contribuir en lo inmediato a trabajar por cambiar los modelos de movilidad y de vida.
Son muchas las acciones que se pueden tomar incluso en lo inmediato para mejorar la calidad del aire que respiramos, lo que realmente se requiere es voluntad y conciencia.
Con información de ONU Medio Ambiente y Organización Mundial de la Salud