Leer a Aquiles Nazoa es una aventura maravillosa que nos conecta, con su prosa limpia, brillante y llena de musicalidad, con lo afirmativo venezolano, una constante en toda su obra, marcada por una incansable defensa de nuestros valores culturales.
“El país con que estoy más familiarizado es con el mío, cosa rara en un venezolano”, afirmó en una oportunidad, dando rienda suelta a la ironía con la que criticaba en sus versos el enfoque banal y esteriotipado de lo “típico venezolano” que surgió con el auge petrolero de la Venezuela saudita.
Una de sus tantas virtudes fue la extraordinaria capacidad para engrandecer y dignificar las cosas más sencillas a través de la poesía, su habilidad para transmitir de forma tan viva escenas populares, costumbres, ritos, esquinas, calles, lugares, paisajes, personajes comunes que poblaron la Caracas que lo vio crecer y de la que fue su amante eterno.
A través de su prosa podemos conocer el tranvía, las taguaras, los sainetes, el cine, los animales de Caracas, el amolador de cuchillos, la dulcera de la esquina de Sociedad con la que aprendió sus primeras lecciones de inglés, cuando tenía 12 años, “socorrido también por un vendedor de tostadas que tenía su carro junto a las escalinatas de El Calvario”, como lo cuenta el propio Aquiles Nazoa en su libro La vida privada de las muñecas de trapo (1974).
En sus obras conviven por igual héroes de la historia y personajes comunes, describe, en sus rítmicos versos, hazañas y vivencias cotidianas. Escritor, humorista, periodista, cronista, narrador, poeta, historiador, investigador, estudioso del arte, de la música, las ciencias y otras disciplinas de interés humano. Hijo de Rafael Nazoa y Micaela González.
Aquiles en su propia voz
En su libro El Ruiseñor de Catuche, publicado en1950, Aquiles escribió una autobiografía en la que narra de forma sucinta y con su sencillez habitual, su vida hasta ese momento:
Nací en la barriada El Guarataro, de Caracas, el 17 mayo de 1920. He estudiado muchas cosas, entre ellas un atropellado bachillerato, sin llegar a graduarme en ninguna.
He ejercido diversos oficios, algunos muy desagradables, otros muy pintorescos y curiosos, pero ninguno muy productivo, para ganarme la vida. A los doce años fui aprendiz en una carpintería; a los trece, telefonista y botones del Hotel Majestic; y luego domiciliero en una bodega de la esquina de San Juan, cuando esta esquina, que ya no existe, era el foco de la prostitución más importante de la ciudad.
Más tarde fui mandadero y barrendero del diario El Universal, cicerone de turistas, profesor de inglés, oficial en una pequeña repostería, y director de El Verbo Democrático, diario de Puerto Cabello. Durante los últimos diez años me he compartido entre las redacciones de Ultimas Noticias, El Morrocoy Azul, El Nacional, Elite y Fantoches, del que fui director.
Alguna vez fui encarcelado por escribir cosas inconvenientes, pero esto no tiene ninguna importancia. A cambio de ese pequeño disgusto, el oficio me ha deparado grandes satisfacciones materiales y espirituales.
El niño que yo era
Su amor por la narración y la poesía nacen en su niñez, de la amistad de su abuela y de las andanzas con su padre, como el mismo cuenta en El niño que yo era (1).
Mi niñez fue pobre, pero nunca fue triste; fue más bien pensativa y serena y en muchos aspectos fue en la realidad tan hermosa como la revivo en la memoria. Para poblarla de fantasía, yo contaba con la amistad entrañable de mi abuela que en su colorido castellano de isleña de El Hierro, sabía contar tan extraordinarias historias como la de su viaje de Tenerife a La Guaira en un barco de vela azotado por los furiosos vientos del Atlántico.
(…) Con ella tenía yo también a mi padre, que era un temperamento sencillo y poético, ciclista que amaba las excursiones dominicales al campo a las que yo siempre lo acompañaba.
Dicen que Micaela González siempre cultivó el humor en sus hijos, por lo que de su madre proviene esa virtud que desarrolló Aquiles años después.
A los 18 años, luego de la muerte de su padre, asume la responsabilidad de la familia y de sus hermanos Elba, Aída, Haydee y Aníbal. Se trasladan a Puerto Cabello, donde trabajó como guía oficial de la Oficina nacional de Turismo, corresponsal de El Universal y director del diario El Verbo Democrático, donde publica sus primeros versos.
El humorista y su caudal inmenso de ternura
Es considerado el máximo exponente del humor venezolano del Siglo XX, tanto por su obra periodística como por su obra poética, literaria.
“A los 25 años de edad, en materia de humorismo ya tenía no solo conocimiento de la historia del género, sino también una posición definida”, señala Ildemaro Torres en su libro Aquiles Nazoa. Inventor de mariposas.
En la columna «A punta de Lanza», publicada en el diario Últimas Noticias y firmada como Lancero, comienza a revelarse el gran humorista. En esa misma época (1942-1945), también publica sus versos en el diario El Nacional bajo el pseudónimo Jacinto Ven a Veinte y «Teatro para leer» en el semanario humorístico El Morrocoy Azul.
Mariano Picón Salas le dedica entonces, los versos que siguen:
Aquiles no es talón; Nazoa naciente entre burbujas de su humor logrado grano de anís, jengibre confitado, apólogo venido del Oriente.
El milagro en la plaza del mercado: Aladino Nazoa. ¡Tan ocurrente! sombrero de metáforas bullente en el que vive un mago capturado. Transformación de las humildes cosas un vellocino de poesía dorada Aquiles, inventor de mariposas;
De estrellas nuevas en la madrugada trasciende de la burla de sus glosas una sirena azul, algo escamada…
Fundó suplementos como La Pava Macha, El Fósforo, Tocador de Señoras, en 1945 asumió la dirección de la revista Fantoches, fundada por Leoncio Martínez, su maestro, ese mismo año comienzan a circular libros humorísticos y satíricos.
En 1956 fue expulsado del país por el régimen de Marcos Pérez y se exilia en Bolivia, donde compiló una antología de diez poetas bolivianos y otra de cuentistas hispanoamericanos.
“El humorista que no es bondadoso, cuando no tiene un caudal inmenso de ternura en su corazón, entonces, puede serlo todo, menos humorista”, decía Aquiles.
Apasionado del conocimiento
Aquiles Nazoa, considerado uno de los escritores venezolanos más cultos, fue un autodidacta consumado. Su pasión por el conocimiento lo convirtió en un vehemente investigador que solía acosar con preguntas tanto a especialistas del arte y las distintas ramas de las ciencias, como a la gente del pueblo, a quienes admiraba su sabiduría popular. Hablaba con sencillez de arte, de literatura, de música, de electricidad, de urbanismo y de muchos otros temas.
Lector voraz por lo que no se conformaba con la amplia biblioteca que tenía en su casa, así que la Biblioteca Nacional se convirtió en un segundo hogar, visitado a diario por largas horas para consultar todo tipo de textos.
Aquiles volcó su ingenio y vasta cultura en «Las cosas más sencillas». Un programa que se transmitió por la Televisora Nacional (canal 5) entre 1968 y 1975.
Eterno amante de Caracas
Aprendió la vida secreta de Caracas en sus excursiones de infancia con sus amigos de la escuela o los domingos cuando acompañaba a su padre. De adulto como transeúnte sonriente en su búsqueda de conocimiento.
Defensor de la naturaleza y combatiente tenaz de la destrucción Caracas por la voracidad modernizadora.
Caracas Física y Espiritual, un libro escrito especialmente para la celebración de los 400 años de la fundación su ciudad natal, refleja el gran amor que le profesó. Sobre él escribe: “Como el incurso en un caso de desahucio por demolición, en él he recogido apresuradamente los últimos cachivaches de mi corazón y de mi memoria. Historia, crónica, poesía, retratos amados, cambian en mi libro de una página a la otra, sin otro elemento de ensamblaje entre las partes que el secreto hilo de amor con que pacientemente me puse a unirlas”.
Pero no solo se preocupó, también se ocupó más allá de su prosa, de sus versos de alabanzas o críticas: organizó el célebre congreso de arquitectura con el objetivo de buscar soluciones a los problemas de urbanismo, en el cual participaron los habitantes de los cerros caraqueños.
“Caraqueño por los cuatros costados, nadie amó tanto a su ciudad natal como él. Nadie la sufrió tanto como su corazón enfermo por tanta depredación, tanta rotura, destrucción tanta (…). Su historia de Caracas no es la de un profesional de la historia, sino la historia íntima escrita por un poeta que sabía de la historia de su ciudad (…). La diferencia entre un historiador profesional y Aquiles Nazoa es que éste no sólo leyó los libros del cronista, sino que anduvo a pie por todos los sitios y lugares que la crónica reseña”, escribió el periodista venezolano Héctor Mujica, en el prólogo de la Obras Completas, editadas por la Universidad Central de Venezuela (1978-1983).
Un trágico accidente de tránsito truncó su vida el 25 de abril del año 1976, en la autopista Caracas-Valencia.
Aquiles Nazoa y su obra son imprescindibles para comprender nuestra esencia, nuestra cultura, para consolidar lo afirmativo venezolano desde la perspectiva de la riqueza histórica, espiritual y moral, jamás desde el pesimismo.
(1) Nazoa, Aquiles. La vida privada de las muñecas de trapo. Litografía Tecnocolor, 1986.
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