Si bien estamos acostumbrados al bombardeo sensorial, la contaminación visual es una amenaza silente. Basta con pararnos unos minutos en las zonas céntricas de nuestras ciudades y mirar a nuestro alrededor: vallas publicitarias, letreros, instalaciones eléctricas, basura y muchos otros elementos que saturan la vista y afectan nuestros sentidos.
Esta sobreestimulación sensorial nos enferma y afecta anímicamente. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 40% de quienes habitan espacios con paisajes desagradables tiende a deprimirse, lo que evidencia cómo la contaminación visual puede afectar la salud.
Además de excesivos y agresivos, como estos elementos están presentes por doquier terminan siendo parte del entorno, pues la incidencia negativa del ser humano en el medio ambiente es tal, que hoy en día la contaminación también entra por los ojos.
¿Qué es la contaminación visual?
En líneas generales la contaminación visual es la alteración del ambiente por la presencia excesiva de elementos ajenos a él, generados por la actividad humana, fundamentalmente, y en niveles que afectan negativamente a los seres vivos, disminuyendo la calidad de vida.
Vallas publicitarias, tráfico aéreo, postes, cableados, antenas de televisión y parabólicas, pararrayos, basura y vertederos, infraestructuras deterioradas, exceso de señales de tráfico, son algunos de estos elementos que son parte del entorno y perturban la vista. Incluso los molinos eólicos, por ejemplo, que si bien generan energía limpia contaminan la vista de los escenarios naturales en donde se instalan. Buena parte de la contaminación visual también es generada por exceso de luz.
Entonces ¿todo es contaminación visual? La respuesta es que todo podría llegar a serlo, si se abusa de ello. Para determinar si hay contaminación visual en el entorno urbano, es necesario considerar en primer lugar, que este es un medio ambiente antrópico, es decir, creado por el ser humano, y se considera contaminado cuando altera de forma significativa la salud de su creador. Situación que, lamentablemente, está cada vez más presente, no solo en las ciudades, sino en ambientes rurales.
Los efectos
Aunque los elementos artificiales mencionados no contaminan por sí mismos, el uso excesivo, la ubicación y tamaño, entre otras características, hacen que el ser humano perciba un ambiente caótico y de confusión que le provoca ansiedad por la sobreestimulación.
Y es que las consecuencias de la contaminación visual son diversas e incluso preocupantes. Pueden provocar disminución de la eficiencia, trastornos de atención, estrés, dolor de cabeza, mal humor y alteraciones del sistema nervioso.
Esto sucede porque el cerebro humano tiene una capacidad de absorción de datos determinada y se satura cuando recibe demasiados elementos «no naturales» en el paisaje. El exceso de información (colores, luces y formas) provoca un estrés visual en el cerebro que no puede ser procesado debidamente. Entonces, “el panorama perceptual se vuelve caótico, haciendo imposible la lectura ordenada del paisaje afectando la salud de los ojos y la del cerebro.
Por otra parte, al ser afectados o simplemente distraídos por el exceso de elementos visuales los conductores podrían llegar a provocar accidentes de tránsito. También hay que considerar que este tipo de elementos a su vez inciden en el estado físico de estructuras y espacios, provocando daños, desvalorizando la arquitectura y desvirtuando los entornos públicos. “Esta situación no solo afecta la estética del espacio urbano, sino también la lectura poco clara que tienen los individuos de éste, dificultando la identificación del habitante con su ciudad”.
¿Cómo se origina?
El exceso o abuso y la desorganización son dos los dos factores principales que determinan la contaminación visual. En el ámbito urbano, se origina a partir de la evolución natural de los medios de comunicación, “especialmente de índole comercial”. Y es que, en una sociedad con una economía basada en la competencia, los mensajes publicitarios se multiplican y superponen de manera desordenada, “hasta alcanzar una manifestación caótica y saturada, que se refleja en el espacio público”.
Situación que se agudiza en tiempos de crisis económica, cuando la lucha por ganar espacios publicitarios trae la proliferación de anuncios ilegales y al abuso de las normas vigentes. Sin embargo, es una ironía porque ante el exceso de este tipo de elementos los mensajes son menos efectivos porque pierden fuerza y claridad.
Más allá de la publicidad, la excesiva presencia de elementos visuales artificiales evidencia una sociedad de consumo sin conciencia social ni ambiental, que avala y promueve la aparición y sobresaturación de estos factores contaminantes.
Aunque se percibe tanto en las poblaciones rurales como en las ciudades, es en estas últimas donde se manifiesta de forma más cruda. La presencia de contaminación visual en los centros urbanos pone de manifiesto la carencia de políticas, así como de regulaciones deficitarias o inexistentes del espacio público.
¿Hay solución?
Hoy en día las personas se muestran sensibles hacia la contaminación ambiental pero la contaminación visual todavía está en un nivel menos consciente. La mayor parte de la población desconoce su existencia y por ende no está al tanto de sus efectos negativos por lo que el primer paso debe ser tomar conciencia plena de este hecho y sus consecuencias.
Ahora bien, un punto de partida para las posibles soluciones sería optar por formas de vida alternativas, donde se realice un consumo consciente que conlleve a reducir la presión de la comercialización y la publicidad, en consecuencia.
Entre otras soluciones evidentes está por supuesto, la revisión o establecimiento, según sea el caso, de normas que determinen límites para exceso de publicidad; así como para otros elementos visualmente agresivos. Al regular su uso, se propicia la organización de los mensajes lo que a su vez evitaría a los habitantes de las urbes, el bombardeo informativo.
Por ejemplo, las vallas y avisos no deben perturbar la vista de las urbanizaciones, fachadas o valores arquitectónicos y paisajísticos. En estas reglas se considerarían aspectos como el color, las dimensiones e iluminación de los avisos permitidos. Muchas de las principales ciudades del mundo están restringiendo a zonas industriales y a algunas carreteras, la publicidad exterior visual, siempre que no representen distracciones para los conductores.
¿Qué podemos hacer?
Como seres humanos es nuestra responsabilidad trabajar para mejorar nuestra calidad de vida y las condiciones del medio ambiente. Revertir en alguna medida el daño que le hacemos a nuestro planeta es posible, pero amerita el concurso de todos.
Tomando en cuenta que la mayor parte de la contaminación visual es causada por grandes industrias publicitarias, de electricidad, cableado y construcción, puede parecer un problema difícil de solucionar para las personas.
Como ya se ha dicho, es importante que los ciudadanos estemos informados sobre este problema y sus efectos sobre la salud. Una vez informados, es posible contribuir con acciones concretas como denunciar ante las autoridades anuncios exteriores instalados de manera incorrecta o no autorizada, el uso indebido de anuncios publicitarios, disponer los desechos de forma adecuada, colocar por sector y de forma organizada, pizarras para publicar anuncios locales, lo que evitaría la proliferación avisos.
Por supuesto es vital el papel de los gobiernos locales en la gestión de la contaminación visual, mediante la regulación de las construcciones, el manejo de parques y otras áreas de esparcimiento y relax visual, mantenimiento de áreas verdes y gestión apropiada de los desechos.
Con información de Fundación UNAM, Ecología Verde y Universidad Libre
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