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Desierto de atacama vertedero textil de la moda

por Haiman El Troudi
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Desierto de atacama vertedero textil de la moda

El desierto de Atacama, en Chile, uno de los desiertos más atractivos de América del Sur, se ha convertido en un vertedero textil a cielo abierto, de la denominada ropa bajo costo (low cost) y ropa moda rápida (fast fashion), altamente contaminante para el medioambiente, pues puede tardar 200 años en biodegradarse, ya que está hecha de fibras sintéticas o ha sido tratada con productos químicos, por lo que es tan tóxica como los neumáticos desechados o los materiales plásticos.

Durante mucho tiempo, Chile ha sido un punto de comercialización de ropa usada, fabricada en China o Bangladesh y transportada a través de Europa, Asia o Estados Unidos a su territorio, desde donde se revende a toda América Latina. Pero también se ha convertido en un punto de almacenamiento de la parte que no se vende, la cual es abandonada cada año en el desierto de Atacama, convirtiéndolo en un feo paisaje del consumismo.

Anualmente, unas 59.000 toneladas de ropa llegan al puerto de Iquique en la zona franca de Alto Hospicio, al norte de Chile, uno de los pocos países que acepta el ingreso de ropa usada, ya que por razones sanitarias o por protección a la producción textil nacional, tal negocio no está permitido en otras naciones del continente. De la cantidad total de ropa que ingresa, al menos 39.000 toneladas que no se pueden vender acaban en basureros, en el desierto de Atacama.

La ropa usada afecta a comunidades en Chile

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Alto Hospicio, Iquique (convertido en el principal puerto de acceso del textil de Latinoamérica) y el desierto de Atacama en Chile, se han convertido en un gigantesco basurero de ropa usada, donde toneladas de productos textiles son desechados y terminan como basura escondida en el desierto.

De acuerdo a información difundida por Radio Cooperativa, en noviembre del año pasado, la proliferación de basurales clandestinos en el desierto de Atacama, afecta mayormente a la comuna de Alto Hospicio, en la Región de Tarapacá. La información refiere que solo la cantidad de los residuos que se generan en la zona, podría dar dos vueltas al planeta.

Los importadores que operan bajo el régimen de la Zona Franca de Iquique, son los que están usando el desierto para eliminar la ropa usada que no es comercializada. Se afirma que la Zona Franca no ha sido capaz de controlar la situación y que el Estado los ha abandonado. Vale destacar que la ropa no puede recibirse en vertederos comunes, porque su material no permite la compactación del suelo, por lo que es quemada o abandonada en los vertederos ilegales.

La industria de la ropa contamina

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Para nadie es un secreto que la industria de la moda se ha posicionado sostenidamente como una de las más contaminantes del mundo, tanto por su producción como por el transporte y desecho de las prendas, generando toneladas de basura textil que no cuenta con un tratamiento adecuado.

En el año 2018, se descubrió que consumía más energía que las industrias de la aviación y el transporte marítimo combinadas. Además se estima que el equivalente a un camión de basura con ropa se quema y se envía a un vertedero en el mundo cada segundo

Según datos de la ONU, esta industria produce el 20 por ciento de las aguas residuales en el mundo, y es responsable del 20 por ciento del desperdicio total de agua a nivel global; así como del 10 por ciento de las emisiones de carbono. A estos índices, se suma que el 73 por ciento de la ropa post consumo es botada a la basura y menos del 1 por ciento se recicla.

Huella ecológica devastadora

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Estar a la moda deja una huella ecológica devastadora. Hoy en el mundo se venden 2.000 millones de jeans al año, la mayoría son de algodón, una planta muy exigente en agua, y hacer un jeans requiere aproximadamente de 8 mil litros.

Además, el algodón es el cultivo más contaminante al utilizar una cuarta parte de los insecticidas producidos en el mundo para el 2,4 por ciento de la superficie cultivada del planeta. En tal sentido, confeccionar una polera (prenda que cubre desde el cuello hasta la cintura) implica el uso de 140 g de pesticidas y fertilizantes químicos que emiten 5,2 kg de CO2, correspondiente a la cantidad que emite un avión al recorrer 27 km.

El ritmo al que los consumidores compran ropa no disminuye. Según las estadísticas de la Fundación Ellen MacArthur, la producción de ropa se duplicó durante los 15 años comprendidos entre 2004 y 2019. La fundación también estima que el consumidor promedio compró un 60% más de ropa ahora que hace 20 años, con el agravante de que la moda rápida, aunque más asequible, es extremadamente dañina para el medio ambiente.

Un problema que llevamos puesto

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Para generar conocimiento y conciencia sobre este problema que llevamos puesto, el Departamento de Geografía de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la Universidad de Chile, abrió el debate en torno al tema a través del conversatorio Geografía de la moda desechable en Chile: Desafíos para la gestión y planificación territorial, señalando la urgencia de visibilizar la situación y de promover la actuación de todos los actores involucrados.

Es un llamado muy fuerte a la industria textil y a las grandes cadenas que venden ropa, a que efectivamente compren la que no sea desechable. Pero también es sobre la necesidad de recibir y procesar la ropa que terminó su ciclo de vida. Es un desafío tanto para el sector privado como para los consumidores a ser más conscientes de lo que compran y cuánto compran. En tanto, urge que el Estado establezca normativas claras y apoye la gestión del residuo textil de los gobiernos locales, entregando ayudas y subsidios para financiarlo, porque hacerse cargo del desecho textil es caro.

Necesidad de integrarse a la política pública

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Una experta de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la Universidad de Chile, ha destacado que si bien en el año 2016 se promulgó en Chile la Ley de Reciclaje y Responsabilidad Extendida del Productor (REP), que en lo esencial obliga a fabricantes e importadores de seis productos prioritarios a recuperar un porcentaje de ellos una vez que terminan su vida útil, el rubro textil no fue incluido y solo, recientemente, ha pasado a ser parte de la discusión y la atención de la política pública.

De acuerdo a la experta, en Chile existe una gran informalidad en el ámbito de la moda. Por lo mismo sugiere que lo primero que debiera cambiar, es el reconocimiento de las autoridades nacionales de que es un sector productivo.

A su juicio, la moda generalmente viene comprendida como una sola cosa. Pero es un sistema cultural que es mucho más complejo, donde se da trabajo, existe innovación de producto y aborda ámbitos políticos, sociales, económicos, culturales y transnacionales.

¿Hay luz al final de las montañas de ropa?

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Varias iniciativas ecológicas han transformado la ropa usada en lámparas, recipientes, cuadernos, bolsas, cajas y hasta colecciones para regalos. A esto hay que añadir que, en Santiago, existe un contenedor de ropa de la fábrica de hilos Ecotex Ecologic donde las personas que quieran, pueden entregar la ropa usada para ser procesada ecológicamente y convertirse en hilo, lo que no requiere agua ni productos químicos y fomenta, además, la economía circular.

Ante esta situación y tomando experiencias de otros países destaca la de Ecofibra, una empresa que se dedica al reciclaje de los residuos textiles y los transforma en paneles de aislación térmica de alta calidad con la propiedad de ser ignífugo, hidrofóbico, con aislación de ruido y mejor conductividad térmica que la fibra de vidrio, con un costo 70 por ciento más barato.

Pero reciclar con base a la innovación y el desarrollo no es suficiente para salvar al desierto de Atacama. La legislación chilena busca una ventana de tiempo que permita regular el comercio de la ropa basura y obligar, a quienes producen vestuario, a mejorar su calidad y hacerse cargo del fin de la vida de su producto, sumando una Ley de Responsabilidad Extendida del Consumidor (REC), que obligue a las personas a hacerse cargo de sus decisiones de compra de vestuario y a una educación ciudadana que permita la transición hacia un vestir consciente.

No es que el diablo vista a la moda, es que la moda comulgue con la naturaleza y sea capaz de confeccionar un mundo más humano, más amigable con el ambiente, enlazado con pasarelas de amor, de prosperidad circular y responsabilidad ambiental en pro de un futuro pleno de vida y sustentable.

 

Con información de Xataka, Revista Velvet, Econews Today, Universidad de Chile, ADN 40, DW News, Quinta Trends y Vogue

 

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