¿Para qué el ganar-ganar, si no es como base para la convivencia recíproca y solidaria? Resulta absurdo suponer que nuestra especie haya optado por el agrupamiento sedentario y la edificación de sociedades para la lucha de clases, para la suma cero del darwinismo social, y no para el mutualismo y la sobrevivencia de la especie.
La riqueza de la diversidad humana ha apostado por el intercambio social bajo pautas colaborativas a fin de alcanzar mayores estímulos a la creatividad, la generación de ideas y la innovación como herramientas para la preservación. Con el trascurrir del tiempo hemos entendido que la sinergia de talentos, reflexiones y competencias individuales, en suma, contribuyen al aumento del pensamiento complejo y la inteligencia colectiva; así como que la conexión empática de todas las inteligencias, posibilitará la trascendencia de la especie.
De allí que el diálogo intercultural, las cosmovisiones compartidas, el entrecruzamiento civilizatorio, la transferencia de tecnologías, el auspicio de redes de innovadores, el intercambio científico, el pensamiento transdisciplinario, las culturas abiertas, la hibridación, el reparto recíproco de resultados investigativos y vivencias sociales, etc., acrecienta el número de redes de intercambio de conocimiento y el consumo cooperativo de la sociedad, ergo los cimientos para la elaboración social.
Si la inteligencia social-colectiva es el motor de los cambios y el progreso, entonces su utilización para el diseño de una visión objetivo común, en pos del aseguramiento de la sobrevivencia humana, es un imperativo. Emplearla como instrumento para la explotación y sometimientos de personas, para la acumulación dispendiosa, carreras armamentistas, depredación del medioambiente, etc., es tanto un desperdicio como un sin sentido.
La inteligencia social-colectiva es un patrimonio de la humanidad, por lo que es nuestra obligación evolutiva franquear los aranceles de la segmentación del conocimiento.
Del reconocimiento de patrones a la comprensión del universo
A diferencia del billón de especies con quienes compartimos la Pachamama, el ser humano posee, además de sus características y signos evolutivos propios dentro del reino animal, la capacidad de reconocer patrones. Dicha habilidad marcó el inicio de la vertiginosa evolución de nuestra inteligencia, al otorgarle valor a la observación como fundamento científico, capaz de comprender e inferir principios y leyes, a partir de la experiencia y los conocimientos previamente obtenidos.
El reconocimiento de patrones y tendencias fue la base del pensamiento abstracto. El campo de la imaginación humana dio orden a lo indeterminado y espectral, a lo tangible y lo incognoscible. Con nuestros primeros dibujos geométricos las capacidades del pensamiento complejo comenzaron a aflorar, al punto de ser competentes para crear modelos mentales de la realidad, experimentar, imaginar, e incluso, predecir.
Si algo ha quedado demostrado en el recorrido de nuestra evolución es que la humanidad prosperará y, por cada episodio crucial de la historia, se asimilarán lecciones y aprendizajes significativos. Al igual que la medicina moderna y la sanidad pública progresaron, tras las pandemias más letales que eclipsaron sociedades enteras en el pasado reciente (viruela, sarampión, fiebre española, peste negra, etc). Prosperará lo mismo que luego de la segunda guerra mundial, cuando abrió paso a la búsqueda de entendimientos civilizados en el foro de las Naciones Unidas (pese a las fundadas críticas); o similar a el apalancamiento de la exploración del universo, después de la carrera armamentística de la guerra fría y sus avances en la tecnología de los cohetes de propulsión.
Es predecible también suponer que irán dándose otras rectificaciones, por ejemplo, la raza humana comprenderá lo inviable de la disposición económica del mundo, con una desigual e injusta distribución de la riqueza mundial e inicuas brechas sociales. Lo propio, puede deducirse, ocurrirá con el deterioro medioambiental como consecuencia de la locomoción económica basada en el afán de lucro.
Somos conscientes de que el desarrollo futuro de la humanidad está ligado a la herencia intelectual, las condiciones de vida, el sistema de creencias, la capacidad resolutiva de conflictos, el sentido de pertenencia y la solidaridad como especie.
De allí que nuestra psique observándose y analizándose a sí misma será capaz de metabolizar todas nuestras enseñanzas sociales, nuestra enorme capacidad de generar conductas, conocimientos e innovaciones; la capacidad de separar del conjunto general, los oscilantes patrones del entorno en características específicas, y con ello se posibilitará la trascendencia.
La diminuta porción de materia que ocupamos, los límites de nuestra confluencia de átomos en nuestro cuerpo, tal como lo conocemos, se apoya en la conciencia para sentirse real y encajar en la vastedad de los yermos mundos exteriores de la profundidad del cosmos.
Por ahora, nuestra comprensión del universo es limitada y a medida que se produce un hallazgo, surgen un mayor número de incógnitas, pero tarde o temprano, ello dejará de ser así. Mientras tanto sabemos que nuestro sol posee fecha de caducidad, que debemos abandonar el planeta y colonizar nuevos mundos, pero no estamos seguros de que ello deba ser una constante para todas las formas de vida extraterrestre.
Para entonces ya no estaremos solos. Seremos parte consciente del “equilibrio entrópico” del universo, la inteligencia humana matizará la direccionalidad estratégica de nuestras civilizaciones y todo cuanto nuestra especie sea capaz de lograr y llegue a ser, en los umbrales de la eternidad.
La inteligencia colectiva abrazará a nuestros dioses
No sabemos a ciencia cierta lo qué es la inteligencia humana, ni los límites de su actuación y discernimiento. Pero una vez conozcamos las restricciones y potencialidades de la mente y más allá de la inteligencia colectiva, es predecible suponer que la filosofía de lo humano superará la cosmovisión de lo cuántico. En tanto, continúan los avances científicos en todos los campos, y de entre ello, es fascinante observar como prospera lentamente la marcha de las redes neuronales y la creación de inteligencia artificial.
Aún cuando ya dispongamos de supercomputadoras capaces de procesar un mayor número de operaciones por segundo que las que realiza el cerebro humano, no se ha logrado superar a la inteligencia humana, pues la inteligencia artificial y su pensamiento lógico está, por ahora, aún desprovista de conciencia.
Pero ello no siempre será así. En el futuro, probablemente, la inteligencia artificial será la propia inteligencia humana equipada con la capacidad de reconocer su propia existencia y la de los demás. Nuestra máquina orgánica dará origen a pensamientos inorgánicos dotados de ética e inteligencia emocional.
Cuando codifiquemos nuestros sistemas de conocimientos, emociones y valores y los dispongamos en algún tipo de sistemas informáticos cuánticos, portátiles, capaces de fusionarse con la energía, el espacio-tiempo, la materia, la antimateria y todo cuanto aún desconocemos que constituye el universo, la época de la trascendencia de la especie habrá completado y superado un ciclo civilizatorio basado en necesidades materiales, y habrá evolucionado a la era en que lo sublime se armoniza con la totalidad del cosmos, para ese entonces, los significados de la obra de Dios estarán en la inmanencia de nuestra descendencia.
Planificar el futuro en dos disposiciones estratégicas
Nos corresponde construir una visión y un plan en conjunto que asegure el desarrollo futuro de la especie, centrado en principios básicos como el fortalecimiento de los derechos humanos, la igualdad, la paz, la exaltación cultural y la sostenibilidad. Tales realizaciones se corresponden con un horizonte de planeamiento con una mirada estratégica que se debe ubicar en el largo plazo y cuya lejanía es el presente siglo. A este plan lo denominaremos Agenda Corta.
Pero debemos ir más allá, aprender a planificar en términos de siglos, trazando objetivos ulteriores y trascendentes, esto es, cuando la especie humana haya evolucionado en manifestaciones energéticas o entidades materiales aún desconocidas, a la que hemos denominado superhumanidad o bien, superespecie. Tal planificación cuyo horizonte de planeación se mide en términos de eones, la denominaremos Agenda Larga.
La agenda larga
La inteligencia de la superhumanidad nos liberará, ya somos capaces de intuir los patrones inmanentes a nuestra propia especie, así como los surgidos del comportamiento social, por lo que, en el tránsito hacia la plenitud existencial y la prosperidad, continuaremos haciendo uso de los mejores patrones de comportamiento humano que vayan modelando la sociedad del futuro. Valores derivados de nuestro ser esencial, por ejemplo, los derivados de la relación entre lo verdadero, lo bello, el sentido común y lo bueno.
Hemos desarrollado una relación con la realidad circundante y una conexión significativa con la totalidad. Como especie también hemos conseguido asumir un discernimiento suficiente que nos permite configurar nuestra propia conducta. Por tanto, nuestra espiritualidad ha de evolucionar tras la repetición de patrones de convivencia y de intercambios basados en valores, ética y cultura.
El recorrido de 6 millones de años, desde la abuela común de todas las razas humanas hasta nuestros días, nos ha dejado un legajo de aprendizajes, de lo empírico a lo analítico. Nuestra mente se proyectará en el espacio en busca de respuestas a la posición que ocupa del hombre en el universo, y escudriñará a fin de darle sentido a nuestra la existencia frente a la diminuta porción de materia y energía que representa la humanidad ante a la inmensidad, el silencio, la inclemencia y el frío del espacio sideral.
La posibilidad de tener, en el futuro lejano, que fundar un nuevo mundo humano en otros planetas plantea una hipótesis: la vida inteligente se mueve permanentemente, aprovecha los recursos disponibles en cada planeta hasta que se agotan, tras de lo cual se muda. De ser cierto el planteamiento, entonces en nuestro caso cobra fuerza un razonamiento sensato, preservar las condiciones de vida en la tierra hasta alcanzar las condiciones tecnológicas y evolutivas para mudarnos de paisaje.
A menos, claro está, que se cumplan las predicciones de algunos neuro y tecnocientíficos respecto a que la condición evolutiva de nuestra especie vendrá dado a través de la singularidad. De donde, la biología humana pondría límites a las potencialidades y desarrollos ulteriores de nuestra inteligencia futura, por lo que se espera una trascendencia del plano material o corporal, en este caso, en forma de algoritmos cuánticos apoyados por inteligencia artificial.
La agenda corta
Hacer de nuestra inteligencia la palanca y el combustible para las grandes realizaciones de la especie, supone proporcionar un sistema de planeamiento holístico donde se desarrollen políticas publicas validadas internacional y nacionalmente. Igualdad, derechos humanos, derechos de la madre tierra, paz e inclusión con tolerancia, exaltación cultural, y la economía como medio para la evolución, son las dimensiones sobre los cuales se apoya esta agenda.
La agenda que nos preparará y abonará el terreno para la cosecha de una humanidad desprovista de necesidades materiales, apta para la trascendencia.
Para alcanzar tal delimitación estratégica, tarde o temprano, será necesario auspiciar la alianza global de los pueblos y gobiernos, lo cual demandará mejores balances entre países y un mecanismo de gobernanza global eficaz, justo, solidario y democrático:
- Igualdad
Basta con observar las estrellas en el firmamento para sentirnos iguales como especie. En tanto que ínfima disposición de materia orgánica, somos casi indivisibles en medio de la energía, materia, y el espacio-tiempo sideral; de pie frente a la infinitud del universo y sus insondables misterios, comprendemos mejor la importancia de la vida en sosiego y equilibrio.
Ciertamente, somos diversos en tanto a rasgos fenotípicos y las leves diferencias genéticas que nos definen como individuos únicos, pero iguales en la apuesta como especie por la sobrevivencia. Diversos pero iguales en la responsabilidad por edificar un mundo digno, heredable a nuestra descendencia, iguales en los aportes por robustecer las relaciones sociales en esta apuesta humana por vivir en comunidad.
La humildad es la mejor aproximación para la evolución humana y, a su vez, la herramienta esencial para la tolerancia y la inclusión. Por tanto, erradicar las desigualdades es una agenda no negociable para la muchedumbre que conformamos la especie.
- Derechos humanos
Ampliamente difundidos y menos respetados, los valores de la vida decorosa que delimitan el ámbito de la dignidad social y cultural de cada persona, se tornan retóricos y cada vez más ajenos a la civilización moderna.
La ratificación de los derechos universales por parte de Estados y gobiernos violadores sistemáticos de aquellos mismos, ratifica otra de las sistemáticas hipocresías del “orden mundial”, por lo que corresponde a los pueblos defender la perspectiva de la vida, la seguridad y la paz, tanto como los haberes inherentes a la satisfacción de las necesidades básicas, a tenor de agendas locales y regionales, que vayan escalando en articulación ascendente con los demás promotores de derechos ciudadanos.
La inclusión, la igualdad, la tolerancia, el diálogo de las diversidades y la solidaridad constituyen escalones esenciales para realizaciones democráticas, pero pocas veces son incorporados en la perspectiva de las responsabilidades compartidas y en las políticas públicas. Los derechos humanos son el engranaje desde donde se ponen en funcionamiento los deberes de todos los componentes de la sociedad, cuya premisa es el trabajo digno sin explotación que garantice el principio básico de “a cada cual según sus necesidades y capacidades”.
- Derechos de la Pachamama (Sostenibilidad)
Adoptar la vía de la sostenibilidad en cada rincón del planeta representa la esencia de la sensatez y comporta, a la vez, el mayor reto de la sociedad presente. Animar las voluntades de todas las razas y civilizaciones del mundo en favor del aseguramiento de la vida digna a las generaciones venideras; así como para revertir la degradación, sin precedentes, de los ecosistemas terrestres como acto de conciencia, es tarea medular por desarrollar, tanto como asignatura pendiente.
La preservación de los equilibrios ambientales debe asumirse sin ambigüedades, como principio fundamental en todas las agendas de desarrollo. La acción de los pueblos en favor del clima y la biodiversidad ha de asentarse en nuevos hábitos de consumo y de convivencia, al tiempo que veedor de las iniciativas públicas y privadas, tendentes a propagar estadios de gobernanza política y económica acordes con los derechos de la Pachamama.
Clima estable, océanos, mares y demás cuerpos de agua sanos, tierra fértil no desertificada, biodiversidad protegida y aprovechada sustentablemente, energías libres de carbono de acceso universal, eco-ciudades auto-reguladas, desechos reducidos, reciclados y reutilizados, movilidad limpia, servicios básicos cubiertos, trabajo digno, etc., son entre otras tantas iniciativas, la base de sustentación para asumir la sostenibilidad humana de cara al futuro.
- La paz, la tolerancia y la inclusión
Aún cuando en el tránsito hacia un estadio de satisfacción plena de las necesidades humanas prevalecerán innumerables conflictos, en tanto condición inherente a la evolución de las sociedades, lo ideal es adoptar gradualmente una cultura de convivencia basada en el respeto, donde la resolución de las controversias prime como principio rector, la no discriminación y la no vulneración de la dignidad ajena.
La preservación de la paz entendida como ausencia de guerras y de cualquier manifestación de violencia, es posible en la medida que el diálogo corone la voluntad política de los líderes y la población. La tolerancia a la diversidad y la inclusión como factor democratizador, son axiomas que deben reposar en el imaginario popular. La educación juega un rol determinante en la masificación y aceptación de los argumentos que den sustentación a la cultura de la paz.
- Desarrollo cultural
Lo cultural es un medio y a la vez uno de los fines del desarrollo, visto desde una acepción integral, que abarca rasgos económicos, sociales, humanos y medioambientales.
A decir de la Unesco, sólo puede afianzarse un desarrollo equilibrado a instancias de la integración de los factores culturales con las estrategias implementadas para alcanzar dicho desarrollo. Para ello postuló hace más de dos décadas unos objetivos sustantivos: Reconocer la dimensión cultural del desarrollo, afirmar y enriquecer las identidades culturales, aumentar la participación en la vida cultural y fomentar la cooperación cultural internacional.
El emporio cultural de la especie se ha de fundar, de cara al mañana, en las diversas vetas que componen la dimensión del intelecto humano y la inteligencia colectiva: cultura de la tolerancia, del diálogo, de las bellas artes, de las manifestaciones populares y patrimoniales, de la ética y la estética concebida por cada cosmovisión.
- Economía como medio para la evolución
Hemos de trascender los planos de la insensatez individualista y avanzar en la conquista del bienestar material, cultural y emocional de la multitud universal, desactivar el ultimátum que amenaza con sobrepasar los límites materiales del planeta, fundar nuevos patrones de consumo y producción sostenibles, armonizados con los recursos naturales.
Las advertencias respecto al inviable curso de la actividad frenética es pos de la acumulación bordea ya los límites de la reiteración. Estamos excediendo la capacidad del planeta como proveedor de soporte vital. El insaciable apetito del hombre y su creciente locomoción económica ponen el riego la sostenibilidad en el mediano plazo.
A golpe de letanía se repiten centenares de argumentos cargados de sentido común a favor de redefinir el curso de los acontecimientos: redistribuir la riqueza en beneficio de satisfacer todas las necesidades humanas en todos los lugares del mundo, apostar por la educación universal y la cultivación del intelecto, liberar la creatividad humana para lo sublime y la investigación científica, privilegiar la solidaridad al egoísmo, el trabajo liberador a la esclavitud, etc. De cuando en cuando se oyen voces de esperanza que rasgan con su luminosidad las tinieblas, revoluciones populares de diverso signo se levantan avivando la determinación de los pueblos, pero las consignas por un mundo mejor se desoyen y silencian, de forma recurrente, por quienes son responsables directos de la inequidad planetaria.
Es inviable y no ético inmolar a la especie humana a partir del sostenimiento de un modelo socioeconómico, apoyado en una vertiginosa capacidad autodestructiva. Es un acto suicida insistir en saciar el apetito consumista y el afán de lucro impuesto por los amos del mundo como metabolismo social para el desarrollo, cuando ciertamente es el causante de los males de la especie y el planeta.
La superhumanidad habrá de edificar una economía sin carbono, basada en fuentes renovables, democratizada y asequible que pongan en alto relieve los intereses de la especie, que se convierta en una fuerza positiva para todos los habitantes del mundo presente y de las futuras generaciones.
La corrección del factor acechante
Las tareas por asegurar el futuro y la trascendencia de la humanidad son complejas y diversas, pero nada distintas, salvando las diferencias, a las ya superadas en épocas pasadas en el curso evolutivo de la especie. Toca derribar muros fácticos y mentales, y para ello, a manera de epígrafes, la agenda estratégica del corto y largo plazo para la erradicación de las grandes amenazas del porvenir, pudieran sintetizarse como sigue:
- Derrocamiento de la dictadura planetaria de los amos del mundo.
- Mitigación del hambre y la pobreza; condiciones dignas para el bien vivir.
- Erradicación de la ignorancia y apuesta por el conocimiento.
- Instaurar la sabiduría de la paz y el cultivo de la espiritualidad humana.
- Derrotar las enfermedades, para ello emplear recursos destinados para la guerra en la investigación técnica y científica.
- Recuperar el curso natural del planeta en lo atinente a la descarbonización de la economía y las salvaguardias medioambientales.
- Organizar la defensa de la tierra y la humanidad (amenazas inmanentes al planeta y venidas del espacio).
- Excitar y desarrollar al máximo de sus posibilidades la inteligencia humana, la inteligencia social-colectiva y la inteligencia artificial
- Preparar nuestra mudanza del planeta a largo plazo, pero antes de ello, evitar la destrucción de nuestra “única nave espacial”.
Llegado el momento, la civilización humana dispondrá de una enorme palanca con la cual mover el universo, la suma de todas las inteligencias: la inteligencia de la superespecie, la inteligencia social-colectiva, y las inteligencias que se vayan construyendo artificialmente, también las otras inteligencias con que nos toparemos y con quienes intercambiaremos saberes en el vecindario cósmico.
El aprovechamiento de los avances de la ciencia, impregnados con sentido común y fines altruistas, nos posibilitará en el futuro disponer de una sociedad ideal sin carencias materiales, en la que seamos capaces de comprender nuestra propia inteligencia, con todas las personas empleando su tiempo y energía en la creatividad, el pensamiento y la solidaridad.
Nuestro designio como civilización del futuro, tarde o temprano, pondrá fin a las trabas con que los señores del mundo obstaculizan el desarrollo humano integral y la evolución de la superhumanidad. Tal verdad absoluta habrá de estar descrita por alguna ley universal que aún no hemos descubierto.
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