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Una fosa común necesaria, enterrar el CO2

por Haiman El Troudi
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Una fosa común necesaria, enterrar el CO2

No será por falta de opciones, sino por carencia de voluntad política y presión social que las naciones del mundo no se enrumben en una responsable y verdadera senda de disminución de las emisiones de CO2 en la atmósfera, uno de los principales gases subsidiario del calentamiento global.

En todas las latitudes del planeta se hacen palpable las secuelas del cambio climático: inundaciones, deslaves, deshielo de polos y glaciares, temperaturas extremas, abruptas variaciones de los ciclos estacionales, subida del nivel del mar, expansión de las fronteras de la desertificación, etc., por lo que urgen acciones de todo tipo, en todos los frentes y en todo el orbe.

Apostar por energía renovables, sustituir la generación eléctrica basada en combustibles fósiles, masificar las políticas de movilidad verde y los programas de reforestación; fomentar hábitos de consumo responsables y el cuidado de los mares y océanos, entre otras múltiples acciones, pueden y deben implementarse, pero tal como lo mostraremos en este artículo, también pueden crearse “cementerios” a fin de enterrar el CO2 producido por la actividad del ser humano.

Captura y Almacenamiento de Carbono (CCS)

El incremento sostenido de la concentración de CO2 en la atmósfera, que actualmente sobrepasa los 400 ppm (partes por millón), ha llevado a los científicos a investigar y probar distintas soluciones de Captura y Almacenamiento de Carbono (CCS, por sus siglas en inglés), desde la década de los 70 en Europa y Norteamérica, principalmente.

Disminuir en 45% las emisiones netas globales de CO2 para el 2030, principal gas responsable del efecto invernadero, de acuerdo con lo recomendado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), amerita sin lugar a dudas, acciones rápidas y de gran alcance para acelerar la transición energética. Ante la urgencia de limitar el calentamiento global, la captura y almacenamiento del dióxido de carbono o enterrar el CO2, como se le conoce coloquialmente, se presenta como una solución complementaria.

 

Una fosa común necesaria, enterrar el CO2

Proceso de captura y almacenamiento del CO2 | Gráfica: Diario Ecología

 

El almacenamiento geológico del CO2 podría contribuir con un 33% en la reducción de este gas.

Si bien las distintas tecnologías para la CCS presentan importantes avances en la presente década, aún debe salvar algunos escollos para su aplicación a gran escala, como por ejemplo la reducción de costos, el marco legal y regulatorio, así como la democratización de esta técnica, entre otros.

Un proyecto que ha generado expectativas positivas respecto a la captura y almacenaje de este gas de efecto invernadero, es el CarbFix, investigación que se desarrolla en la ciudad Reikiavik de Islandia. Este método convierte el CO2 en roca sólida a mil metros de profundidad, en menos de 400 días, gracias a su combinación con el basalto. Según los científicos participantes del proyecto, este sistema es más seguro que el almacenamiento de carbono en estado gaseoso, pues elimina los riesgos de filtraciones peligrosas desde el subsuelo.

Los resultados de la primera inyección fueron publicados en la revista Science en 2016 y los correspondientes a la segunda inyección piloto en 2017 en el International Journal of Greenhouse Gas Control, en ambos ensayos se confirmó la rápida mineralización del CO2 almacenado.

La “captura y entierro” del CO2 no es una solución per se

La técnica de enterrar en ‘fosas comunes’ el CO2 ya existe y está validada científicamente, con lo cual se cuenta con otra opción para evitar el exponencial crecimiento de dichas emanaciones atmosféricas. Sin embargo, este procedimiento debe verse como complementario a las políticas de descarbonización de la economía.

 

Una fosa común necesaria, enterrar el CO2

No basta minimizar las emisiones de CO2 para limitar el calentamiento global, es indispensable detenerlas

 

Voces críticas a estas innovaciones en el área de la geoingeniería alertan sobre un riesgo inherente: perder el foco principal por disminuir drásticamente el uso de combustibles fósiles, y disminuir en principio 45% las emisiones netas globales de dióxido de carbono de origen humano en 2030 y continuar su descenso hasta alcanzar el «cero neto» para 2050. Con ello se limitaría el calentamiento global a 1,5 °C y se evitarían las gravísimas consecuencias del cambio climático. (1)

La captura y almacenamiento de dióxido de carbono no es una solución per se, es sin duda un apoyo decisivo que contribuiría a reducir las emisiones de CO2 de la atmósfera. Es una solución complementaria que suma en la lucha por combatir el cambio climático, el calentamiento global y preservar la vida en el Planeta.

Poco valdrá invertir recursos en capturar y almacenar este gas de efecto invernadero si no aceleramos las acciones destinadas a evitar su emisión, en la industria, el transporte, la energía, edificios y casas, y patrones de consumo impuestos por el mercadeo y la publicidad.

¿Qué es el CCS y dónde se aplica?

El CCS (Captura y Almacenamiento de Carbono) es una técnica diseñada para capturar el CO2 producido en las centrales eléctricas y/o plantas industriales que emiten grandes cantidades de este gas y luego almacenarlo mediante su inyección en estratos geológicos apropiados bajo tierra o bajo el mar.

Como el CO2 no es un gas inerte requiere de una tecnología de captura, distribución y almacenamiento adecuada para él. Para captúralo es necesario separarlo de los demás gases que resultan de los procesos industriales o de combustión. Culminado este proceso, se purifica y comprime para luego ser almacenado y posteriormente sepultado bajo el subsuelo.

 

Una fosa común necesaria, enterrar el CO2

Proceso de captura y almacenamiento del CO2 | Gráfica Diario Ecología

 

El dióxido de carbono comprimido puede inyectarse en el subsuelo para ser retenido de forma física bajo una capa rocosa hermética o en los espacios porosos del interior de la roca. También puede ser retenido de forma química al disolverse con agua y reaccionar con las rocas que le rodean, como el caso del proyecto piloto de CarbFix.

Las reservas agotadas de gas y petróleo, los acuíferos salinos y los lechos de carbón inexplotables, son los tres tipos emplazamientos y formaciones geológicas idóneos para el almacenamiento de CO2. En general, deben ser formaciones con una gran porosidad y cierta permeabilidad y tengan gran capacidad de almacenamiento, a una profundidad mayor a los 800 metros y que no esté cerca de algún reservorio de agua dulce.

El almacenamiento de CO2 en formaciones geológicas, además de ser la opción más económica, es la más aceptable desde el punto de vista medioambiental.

De gas a roca

Hellisheidi, la principal central geotérmica de Islandia y una de las más grandes del mundo, es la sede del proyecto CarbFix y el campo de prueba de un método de CCS que ha logrado capturar el CO2 contenido en el vapor liberado a la atmósfera y solidificarlo a 1000 metros bajo tierra, tras disolverlo en grandes volúmenes de agua e inyectarlo a alta presión en un subsuelo rico en basalto, una roca ígnea, de textura porosa, que se forma a partir del enfriamiento de la lava.

El basalto es una roca rica en silicatos, magnesio y hierro, que al contacto con el CO2 inyectado, contribuyen a su solidificación. Aunque Islandia es ideal para la aplicación de este método de CCS porque su subsuelo está compuesto fundamentalmente de basalto, los científicos involucrados aseguran que CarbFix es un proyecto que puede escalar y replicarse.

 

Una fosa común necesaria, enterrar el CO2

El núcleo de roca tomada del proyecto CarbFix tiene una pequeña sección de CO2 mineralizado (la roca blanca en el centro) | Foto: Annette K. Mortensen

 

El basalto es uno de los tipos de roca volcánica más común en el planeta, está presente en gran parte del suelo oceánico y en aproximadamente el 10% de los continentes.

10 mil toneladas mineralizadas de CO2

Desde el 2012, año en que el proyecto CarbFix inició las primeras inyecciones en Hellisheidi, hasta 2017 alcanzó las 10.000 toneladas de CO2 procesadas. Las investigaciones continúan en la Universidad de Islandia, una de las instituciones participantes de CarbFix desde el comienzo.

Antes que iniciara la inyección en Islandia, el consenso entre los científicos era que la mineralización del CO2 tomaría décadas o quizás milenios tal como ocurre en la naturaleza con el proceso de meteorización geológica. Pero el resultado fue mucho más rápido y el CO2 inyectado cerca de la planta geotérmica, se convirtió en roca en menos de 400 días, gracias a las reacciones químicas producidas por el contacto entre el basalto y el dióxido de carbono diluido en agua.

 

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Pozo de inyección de CO2 del proyecto piloto CarbFix, Central geotérmica Hellisheidi, Islandia

 

El uso de grandes volúmenes de agua es una de las debilidades de este método ya que se necesitan un poco más de 25 toneladas de agua por cada tonelada de CO2. Por lo que en regiones donde el agua escasea y donde exista poca cantidad de basalto, no puede aplicarse el método de CarbFix.

Detener las emisiones: un caso de vida o muerte

No basta minimizar las emisiones de CO2 para limitar el calentamiento global, es indispensable detenerlas para evitar las graves consecuencias del cambio climático para la preservación de los seres humanos y de los ecosistemas.

El conjunto de políticas, acciones, innovaciones tecnológicas que contribuyan a acelerar la transición energética y descarbonización, son necesarias. No existe una fórmula milagrosa, una solución per se. Es la suma de todas ellas y la voluntad de toda la raza humana, la que generará el cambio radical que garantizará nuestra supervivencia y la del planeta Tierra.

 

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Proseguir con la negación interesada del efecto invernadero es un crimen de lesa humanidad

 

La realidad le está explotando en la cara a quienes se niegan a actuar y por el contrario se oponen a los tímidos, pero importantes protocolos y acuerdos que se han venido suscribiendo a tenor de Naciones Unidas: gobernantes, instituciones científicas tarifadas y corporaciones económicas cuya actividad claramente perjudica al medioambiente.

Proseguir con la negación interesada y menospreciar la evidencia cada vez más acentuada del efecto invernadero, cual grito de auxilio que mana de las entrañas de la Pachamama, es un acto por lo menos irresponsable, y en términos de la supervivencia de la especie, crimen de lesa humanidad.

 

(1) Resumen para responsables de políticas del Informe Especial del IPCC sobre el Calentamiento Global de 1,5 °C, Octubre 2018


Te invito a leer mis artículos

 El Carbono: diamante para pocos, sicario de todos

 El hidrógeno y la movilidad sostenible. Toca acelerar la marcha

1 comentario

Alexandra noviembre 22, 2018 - 7:39 am

Tendría Venezuela las competencia económicas, legales y políticas para tomar esta iniciativa? Sanare estado Lara podría resultar oportuno! Quizá.

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