¿Sembrar el agua? Sí, es posible hacerlo y en Venezuela se desarrolla un programa que, además de incentivar en los niños una cultura de conservación y cuidado de la naturaleza, promueve el uso consciente del agua con el menor impacto ambiental, mediante el aprendizaje y uso de técnicas ancestrales de nuestros pueblos originarios que ayudan a restaurar y conservar las cuencas hídricas, garantizando la siembra del vital líquido que el modelo de explotación de la actividad humana, agota y contamina.
La iniciativa de las “Escuelas de Cuencas que siembran agua” está conformada por docentes, conuqueros, campesinos y colectivos ecológicos e involucra a 50 centros educativos entre los estados Miranda, Sucre y Yaracuy, donde el programa tiene presencia.
El propósito es formar a niñas y niños para recuperar los afluentes que llevan agua hasta las comunidades, que aprendan a cuidarlos y mantenerlos, redimensionar el uso de este recurso natural como bien común, indispensable para la vida y no como un servicio.
La experiencia venezolana será replicada
Este programa, por su novedoso enfoque educativo, será replicado en otros países, de acuerdo de la resolución final del I Encuentro Ecocultural Internacional de Sembradores y Guardianes del Agua, efectuado en noviembre de 2018 en Cochabamba, Bolivia.
La experiencia venezolana fue acogida con mucho interés durante el encuentro en el que participaron sembradores y guardianes del agua de Canadá, Estados Unidos, México, Guatemala, Chile, Turquía, Kurdistan, Venezuela y todos los departamentos de Bolivia, debido al enfoque educativo del programa y en particular, por la incorporación de niñas y niños en edad escolar.
Semilleros para la reforestación
Para sembrar el agua es necesario devolver a la Pachamama lo que se le ha arrebatado con la explotación desmedida. Crear las condiciones que una vez existieron en las zonas aledañas a las cuencas hidrográficas y reencontrar el equilibrio en la relación del ser humano, en este caso los niños y niñas, con el medio ambiente para generar, con el uso consciente de los bienes naturales, el mínimo impacto posible en la naturaleza, generar vida desde la vida.
El programa “Escuelas de Cuencas” fue concebido desde «la cultura ancestral conuquera en resistencia e insurgencia», afirma la profesora Luisa Sequera, integrante de la organización, un proceso de interacción de la escuela con la “escuela conuco” donde aprenden cómo se comporta la naturaleza.
Hay diversos métodos para sembrar agua pero el más efectivo es la reforestación porque las plantas hacen la función de canales naturales al filtrar las lluvias al subsuelo; además de preservar los mantos acuíferos que existen.
Pero las plantas a utilizar en la reforestación no puede ser cualquier planta, por lo que el equipo responsable del programa dispone de un registro de 39 especies, hasta la fecha, que sirven para sembrar agua, de acuerdo a un estudio e investigación realizados.
“Ojo de agua”
El proceso inicia con la selección de un centro educativo que esté situado cerca de un ‘ojo de agua’, como también se le denomina a un afluente o una zona donde existe evidencia de acuíferos subterráneos.
Una vez identificado, se realiza un recorrido con los estudiantes que permitirá hacer un diagnóstico posterior en el aula, con miras a la recuperación del afluente cercano y su óptimo aprovechamiento por parte de la comunidad aledaña.
Con la participación de alumnos, docentes, campesinos, agricultores e integrantes de la comunidad más cercana al centro educativo se elabora un “curriculum social” para el intercambio de “saberes, servicios, semillas y sabores locales”, explica Libio Rangel, uno de los promotores del programa.
Toda la información obtenida en esta etapa se utiliza para hacer una propuesta para la siembra de agua para el beneficio del colectivo.
Aprendiendo con “Libros vivientes”
Los “libros vivientes”, como se denominan a los campesinos, conuqueros, agricultores que participan en el programa y lo enriquecen con su comprobada sabiduría popular y experiencia, tienen un rol fundamental en la siembra de agua: levantar un mapa de los posibles afluentes junto a los miembros de la comunidad educativa.
“No todos pueden identificar un ‘ojo de agua’, señala Barboza al describir la labor tan importante que hacen los “Libros vivientes”.
Durante la elaboración del mapa se toma en cuenta las plantas propias de la zona.
Otra etapa importante es la creación del semillero y el vivero, donde los niños y niñas siembran los tallos de la especie seleccionada y que una vez alcanzan el tamaño adecuado son plantados en las laderas cercanas a los “ojos de agua”.
«Todo ese proceso de semillas, germinación, siembra, traslado, es entre la escuela y el ‘libro viviente’ «, acota Barboza.
El “alumno enlace” es otro relevante en el proceso de la siembra de agua, quien además de gestionar el proyecto entre la escuela y la comunidad, tiene la responsabilidad de llevar a las familias al aula para que los conocimientos adquiridos por los niños y niñas sean transmitidos a los integrantes del hogar.
Con información de Actualidad RT, Ciudad CCS y Gobierno de Cochabamba
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