Alberto Cavalieri y el arte de desafiar la física

Apeliotes, como se conoce al Dios del Viento del Este en la mitología griega, es el nombre con el que Alberto Cavalieri bautizó la obra que se aprecia altiva, vibrante y cautivadora en la ladera Sur del Distribuidor Altamira de la autopista Francisco Fajardo.

 

El escultor caraqueño creó esta escultura para Viarte, proyecto de museo al aire libre en el que participaron decenas de artistas plásticos venezolanos y cuyas obras, a gran escala, se exhiben hoy en vías rápidas y expresas de Venezuela.

 

La propuesta plástica de Alberto Cavalieri refleja la combinación del diseño industrial y la ingeniería mecánica para doblegar el macizo hierro y el acero inoxidable hasta transformarlos en estructuras, en líneas-volúmenes que forman curvas, nudos, espirales, con una ingravidez que contraviene el peso y dureza del material con el que están realizadas.

 

Sus obras desafían la lógica y las leyes físicas, a los ojos del espectador parecen que se mueven, gravitan, son formas maleables con inusitados puntos de equilibrio.

 

Ciencia y arte o viceversa

 

El hoy artista visual, inició en 1986 estudios de ingeniería mecánica en la Universidad Metropolitana de Caracas, carrera que interrumpe cuando lo seducen el diseño y el arte; en 1992 ingresa en el Centro Artístico Villasmil de León, donde cursa diseño industrial hasta 1997.

 

“En algún momento de mi carrera descubrí el diseño industrial y el arte, y no puedo negar que me sentí embrujado por eso”, afirmó Alberto Cavalieri a propósito de la exposición Inoxidables, en 2016.

 

A partir de ese momento reorientó su futuro hacia la fusión del arte con la ciencia; desde entonces la transformación de los metales en obras escultóricas han sido un signo característico de su trabajo.

 

En su quehacer artístico, su atracción por los metales lo llevó a desafiar las leyes de la naturaleza y las limitaciones de los materiales.

 

“Quise hacer algo que rompiese con esa rigurosidad, algo que fuese, si se quiere, imposible y que generara magia. Traté de crear una paradoja con el metal, jugar con esa rigurosidad, no sólo doblándolo con una maquinaria especial, sino anudándolo, algo que representa muchos más retos físicos, además de simbólicos, haciendo de esta imagen la máxima expresión de la doblegación de un material junto a muchos otros factores que incluyo en la realización de cada pieza, como el equilibrio con mínimos puntos de apoyo y la sinuosidad de las curvas; códigos que pueden verse a lo largo de mi proceso, a pesar de haber cambiado de técnicas o materiales”.

 

En alguna ocasión mencionó que cada vez que acudía a un tecnólogo para que lo ayudara a resolver algún problema que se le presentaba en sus propuestas, siempre recibía la misma respuesta: Es imposible. Aún así persistió hasta materializar sus ideas.

 

La magia de la tecnología

 

Alberto Cavalieri utiliza cada vez más la tecnología para el diseño y la ejecución de sus piezas; tiene un papel importante en el logro de sus piezas y en la creación de ese calculado equilibrio.

 

A través de la computadora diseña las piezas, las codifica y hace su propio juego de formas. “Si algo bueno tienen los software de modelación tridimensional es su capacidad de visualización; puedes ver brillos, reflejos. De ahí comienzo a unir las partes. Es casi como si las agarrara con mis manos y las pegara. Así voy armando las piezas digitalmente”, dice.

 

Una vez resueltas las piezas digitalmente, procede a hacer los planos de cada una y arma la escultura. “Esta es la parte que me divierte mucho y que me lleva a mi infancia, cuando armaba cosas”, explica el artista, y agrega que suele trabajar varias piezas al mismo tiempo y demora casi dos años en terminarlas.

 

Afirma que lo que más le gusta de su trabajo es el ingrediente lúdico: “Es como mi propio sistema de Lego”.

Biografía mínima

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Con información de Espacio Monitor

La renovación es necesaria, y en mi caso responde no sólo a la investigación y a la experiencia sino a la tecnología y sobre todo a mi formación desde la ingeniería. También recupero una parte muy lúdica de la niñez, del armar y del construir.

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