Si bien es cierto que durante las últimas décadas las miradas y los estudios se han volcado sobre las grandes metrópolis, mega ciudades, megalópolis y demás variedades de inmensas urbes existentes, a la par de estos monstruosos contenedores de población se presentan una nueva tipología urbanística que de acuerdo a Jordan y Simioni (1998) han crecido mucho más rápido que las ciudades grandes y a un ritmo paralelo de las metrópolis, las difícilmente definibles ciudades intermedias.
Este tipo de urbes a pesar de que han estado fuertemente relegadas a la sombra de las metrópolis, encierran una importancia fundamental, pues se tratan de la máxima expresión de la residencia urbana de acuerdo con las Naciones Unidas en Bellet y Llop (2004), ya que “el 62,5% de la población urbana reside en ciudades con menos de un millón de habitantes” (p. 2). Sin embargo, su importancia no solo radica en su predisposición para absorber población, sino apunta a la capacidad que tienen para generar una serie de relaciones e interacciones con su contexto inmediato e incluso con el subsiguiente, pues las ciudades intermedias adquieren cierta particularidad por “su rol de mediación o intermediación urbana y territorial que les confieren características universales” (Llop y Usón, 2012, p. 7). Estos nuevos prototipos de ciudades se tornan interesantes por el “modo en que se articulan con el resto de elementos del sistema: la capacidad de crear relaciones y tejer una red, así como las características de las mismas” (Bellet y Llop, 2004, p. 2). Dando cuenta de que se trata de un ente dinámico que se ha alejado de su estatismo para interactuar con su entorno (Bolay y Rabinovich, 2004), las ciudades intermedias se constituyen en un elemento sistémico y articulador territorial móvil, que abarca una serie de relaciones de diferente escala tanto sociales como culturales, donde una de las tantas interacciones y flujos de mayor importancia se refiere a la capacidad que tiene de ser prestadoras de bienes y servicios, como mencionan Llop y Usón (2012) “la actividad de mercados regionales y/o rurales, así como su actual complementación como centro de servicios comerciales son otra de las funciones de intermediación de las ciudades” (p. 19).
En dicho contexto, es que la ciudad de Cuenca capital de la provincia del Azuay en Ecuador, y recientemente nombrada como ciudad intermedia por parte de la ONU[1], históricamente ha funcionado como constante fabricante de bienes principalmente vinculados a la producción de carácter manual como es el caso de los mal llamados “Panama Hats”, muebles de madera, derivados de la cerámica como artesanías y materiales de construcción, a su vez está la producción de la joyería, metalmecánica, flores y bienes agrícolas, los cuales propician vínculos no solo en el contexto inmediato sino también a nivel nacional e internacional. Por otro lado, la ciudad [2] se ha constituido como un referente en el tema de prestación de servicios públicos de índole financiero y administrativo, tornándose como un ejemplo para las demás ciudades de la nación, así como un icono de la infraestructura hospitalaria y educativa de calidad en toda la región austral del país. Todo ello complementado por los servicios culturales que la han posicionado como un polo de atracción turística y por los servicios ambientales, al concentrar gran cantidad de zonas de alto valor ecológico como el parque Nacional Cajas.
Además de ofrecer la serie de bienes mencionados, la ciudad representa para centros poblados de menor escala, un espacio que da cabida para el fomento de plataformas de trabajo constituyéndose en el nodo articulador con las urbes aledañas a las cuales brinda oportunidades de desarrollo. De esta manera dichas relaciones no son de carácter unidireccional pues la propia ciudad cuencana se ve favorecida por su condición de ente articulador y conductor de flujos donde es capaz de absorber y aprovechar los beneficios de estas especies de sinapsis sociales y culturales que se generan en su hinterland. Así la ciudad se ha constituido como “nodo de estructuración nacional que impulsan el desarrollo de la región” (Municipio de Cuenca, 2010).
Ante las características que presentan las ciudades intermedias como es el caso de Cuenca, su importancia recae en lo expuesto por Prieto, Schroeder y Formiga (2011) quienes afirman que “los centros urbanos intermedios son prestadores de servicios y bienes especializados, y presentan adecuadas condiciones para las iniciativas de desarrollo local” (p. 2), lo cual resulta trascendental, pues las ciudades en cuestión al colocarse como intermediadoras entre los urbano y lo rural tienen la posibilidad de ser altamente sensibles con el territorio y dar cuenta de sus capacidades endógenas, fortaleciendo así el desarrollo local, al provocar una gama de inercias sobre el territorio, ya que las empresas productoras de bienes y servicios al ser de carácter más local reinvierten el capital producido y generan una recirculación de recursos, mejorando así los ingresos de la población. De esta forma es que las ciudades intermedias se constituyen como “estructuras urbanas más equilibradas frente al creciente proceso de concentración espacial y la conformación de una economía global” (Veltz en Michelini y Davies, 2009, p. 4).
Sin duda las ciudades intermedias como prestadoras de bienes y servicios generan una serie de sinergias que repercuten de manera transversal hacia varias escalas territoriales y se constituyen en “ciudades tranquilas que contrastan, con viveza, con la imagen de ritmos frenéticos de las ciudades globales y las grandes aglomeraciones urbanas.” (Ballet y Llop, 2004, p.3); cualidades que en el caso de la capital azuaya han generado una serie de oportunidades sociales, ambientales, culturales y económicas, que la destacan como un lugar privilegiado para vivir; logrando que se posicione como eje central de su territorio, pero sin perder esa capacidad de relación simbiótica con su entorno, cumpliendo de esta manera una función aún más universal la cual es mediar no solo en su contexto inmediato sino con los procesos abrazadores de la globalización. Así pues, las ciudades intermedias deben convertirse en el centro de estudio y planificación por parte de los múltiples actores de la sociedad, pues son estos territorios los llamados a generar procesos de desarrollo más sostenibles con el medio en el cual están insertos y para con la sociedad, al tratarse de áreas con características de escala más humana.
Artículo del arquitecto Erick Serrano para Revista Planeo
[1] “El hecho de que supere (Cuenca) el medio millón de personas y se forje como cabecera de un sector importante en la actividad económica del país, además de generar la visita de ciudadanos de otros lugares del mundo, aparte de la innegable belleza de su Centro Histórico, la hacen una ciudad intermedia ideal” Joan Clos en Ochoa (2015, noviembre 15).
[2] “Cuenca, Patrimonio Cultural de la Humanidad ha recibido múltiples calificada por la Asamblea Nacional como Ciudad Universitaria, por la calidad de las instituciones de educación superior en la región y dispone de la mayor cobertura de servicios públicos a nivel nacional. En el plano empresarial cuenta con la mayor densidad de unidades productivas en el país en donde se incluyen la pequeña y mediana empresa, […] importantes como la microempresa, en generación de empleo y de una fuente importante de ingresos para la economía local.” (Tobar, 2015, p. 1)
Te invito también a leer mi artículo > Las ciudades latinoamericanas y su papel en el ecodesarrollo