La existencia de un gigante sistema de aguas subterráneas bajo los sedimentos del hielo antártico, ha sido confirmada por un estudio publicado recientemente. Hecho que se presumía, pero del que hasta ahora, no había certeza.
El equipo científico liderado por investigadores del Instituto Scripps de Oceanografía y Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia, brinda información los sedimentos subglaciales que están bajo la Corriente de Hielo Whillans (Whillans Ice Stream), ubicada en la Antártida occidental, una zona inaccesible e inexplorada hasta ahora.
Indica el estudio que sistemas como el encontrado y mapeado, son probablemente comunes en la Antártida y podrían tener implicaciones todavía desconocidas sobre cómo reacciona el continente helado frente al clima cambiante o si, incluso, contribuye al cambio climático.
“La confirmación de la existencia de dinámicas de aguas subterráneas profundas ha transformado nuestra comprensión del comportamiento de las corrientes de hielo y forzará la modificación de los modelos de aguas subglaciales”, escriben los autores del estudio publicado en la revista Science.
Confirmación de las aguas subterráneas
Durante esta investigación se empleó, por primera vez, un método electromagnético (EM), específicamente el magnetotelúrico, para buscar aguas subterráneas bajo una corriente de hielo glacial. Para ello, los investigadores midieron, desde la superficie, las fluctuaciones de los campos eléctricos y magnéticos naturales de la Tierra.
Es decir, el hielo, los sedimentos, el agua dulce, el agua salada y el lecho rocoso conducen energía electromagnética en diferentes grados por lo que, al medir las diferencias, los científicos pudieron crear mapas de los diferentes elementos, semejantes a los de una resonancia magnética.
Los instrumentos de medición fueron colocados El equipo en pozos de nieve durante un día por cada lugar, unas cuatro docenas de ubicaciones, donde tomaron las lecturas. Además, analizaron de nuevo las ondas sísmicas naturales que emanan de la tierra, recolectadas previamente por otro equipo, lo que ayudó a distinguir el lecho rocoso, los sedimentos y el hielo.
El análisis evidenció que los sedimentos se extienden por debajo de la base del hielo, desde medio kilómetro hasta casi dos kilómetros antes de tocar el lecho rocoso, según su ubicación. También confirmó que los sedimentos están cargados de agua líquida hasta el fondo. Los investigadores estiman que, “si se extrajera todo, formaría una columna de agua de 220 a 820 metros de altura, al menos 10 veces más que en los sistemas hidrológicos poco profundos dentro y en la base del hielo, tal vez mucho más que eso”.
Aguas dulces y saladas
Dado que el agua salada conduce mejor la energía que el agua dulce, mediante las señales magnetotelúricas obtuvieron información sobre las características de las aguas subterráneas, lo que les permitió demostrar que éstas se vuelven más salinas con la profundidad.
La coautora del estudio Kerry Key, investigadora del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty, sostiene que el hallazgo tiene sentido porque las aguas del océano probablemente llegaron por última vez a la que ahora es el área cubierta por la Corriente de Hielo Whillans (Whillans Ice Stream), durante un período cálido de hace unos 5.000 a 7.000 años, saturando los sedimentos con agua salada.
“Cuando el hielo volvió a avanzar, el agua fresca derretida producida por la presión desde arriba y la fricción en la base del hielo fue evidentemente forzada hacia los sedimentos superiores. Probablemente continúa filtrándose y mezclándose hoy”, señala Key.
Los hallazgos de la investigación abren nuevas interrogantes en relación al impacto en el hielo. En ese sentido es posible que «si el agua subterránea profunda fluye hacia arriba, podría transportar el calor geotérmico generado naturalmente en el lecho rocoso; esto podría descongelar aún más la base del hielo e impulsarlo hacia adelante». Pero no está claro si eso sucederá y en qué medida.
Por ahora lo que si está claro es que tiene el potencial de modular la corriente de hielo y las reacciones biogeoquímicas subglaciales.
Microbios y carbono
Otras interrogantes que surgen se relacionan con la presencia conocida de microbios en los sedimentos poco profundos. Dicen los investigadores que es probable que esta cuenca y otras, presentes en la Antártida, alberguen microrganismos y, «si el agua subterránea comienza a moverse hacia arriba, sacaría el carbono disuelto utilizado por estos organismos».
El flujo de agua subterránea lateral enviaría una parte de este carbono al océano lo que, posiblemente, «convertiría a la Antártida en una fuente de carbono, hasta ahora no considerada en un mundo, que ya nada en ella». El nuevo estudio es solo un comienzo para abordar las interrogantes que surgieron, afirma el equipo científico.
Con información y fotos de Escuela del Clima de Columbia y Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty
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