Tres intentos para asesinar al Libertador Simón Bolívar destacan en el contexto de la llamada conspiración septembrina, en la que se planeó no solo dar un golpe de Estado contra su mandato presidencial sino acabar, definitivamente, con el Padre de la Patria.
Si bien los conspiradores, alentados por el dejar hacer del vicepresidente Francisco de Paula Santander, estaban divididos entre quienes solo querían desterrarlo y quienes querían asesinarlo, se impuso el plan magnicida, en cuya derrota tuvo un rol protagónico Manuela Sáenz, desde entonces la Libertadora del Libertador.
Aquella noche del 25 de septiembre de 1828, de la que se cumplen 196 años, Bolívar se salvó de sus asesinos, pero algunos historiadores afirman que ese fue el inicio del fin de su mandato y que su permanencia a la intemperie en la fría noche bogotana, marcó un hito en su enfermedad pulmonar.
Bolívar lucha contra la anarquía
Tras lograr la independencia de lo que hoy son seis naciones nuestroamericanas, Bolívar tuvo que combatir contra la anarquía producto de la ambición de poder en las naciones liberadas. Así lo describió: «Después de diecisiete años de combates inauditos y de revoluciones, ha venido a parir nuestra madre patria a una hermana más cruel que Megera, más parricida que Júpiter y más sanguinaria que Belona: es la anarquía. La federación será el sepulcro de Colombia».
Para el Presidente era evidente que el gran estado nacional que soñó quedaría destruido “si no se da al gobierno una fuerza inmensa capaz de luchar contra la anarquía, que levantará mil cabezas sediciosas». Los factores negativos de la integración grancolombiana impulsaron la reforma de la Constitución de 1821 y fue convocada la Convención de Ocaña para abril de 1828.
Las sesiones se desarrollaron en un ambiente de confrontación entre los partidarios del Libertador y los de Santander. Los bolivarianos, que consideraron necesario el fracaso de la Convención para salvar la unidad nacional ante los intereses federalistas de los santanderistas, desintegraron el quórum reglamentario. Finalmente, en acta suscrita el 10 de junio de 1828 se protocolizó la disolución de la Convención de Ocaña.
Supremo Dictador de Colombia
El pueblo y las autoridades de Bogotá desconocieron las medidas tomadas en aquella asamblea y designaron a Simón Bolívar Supremo Dictador de Colombia. Ya cuando viajaba a Bogotá, el Libertador había advertido: “Yo lo digo altamente: la República se pierde, o se me confiere una inmensa autoridad. Yo no confío en los traidores de Bogotá ni en los del Sur”.
Específicamente, el intendente de Cundinamarca Pedro Alcántara Herrán hizo una proclama, que fue apoyada por el pueblo, en la que aconsejó no obedecer los dictámenes de la fallida Convención de Ocaña y conferir el mando absoluto al Libertador.
El respaldo popular pasó de Bogotá a otras muchas ciudades, por lo que plebiscitariamente investido con el poder especial, Bolívar se declaró en ejercicio de la dictadura el 27 de agosto de 1828, mediante un Decreto Orgánico- denominado ley fundamental de la República- que serviría de estatuto constitucional hasta 1830. Con éste reglamentó el poder dictatorial, organizó el Consejo de Estado y suprimió la vicepresidencia de la República, hasta entonces en manos de Francisco de Paula Santander.
En la misma fecha, el Presidente dictó una proclama en la que refleja su condición democrática, pese a estar investido de tan suprema autoridad. En ella se pregunta, con palabras que evidencian un lamento: “¿Bajo la dictadura, quién puede hablar de libertad? Compadezcámonos mutuamente del pueblo que obedece y del hombre que manda solo”. Además, garantiza la devolución del mando apenas lo ordenara el pueblo.
Primer intento de asesinato en un baile de disfraces
Fue en el baile de disfraces organizado para celebrar el noveno aniversario de la victoria patriota en la Batalla de Boyacá, donde se intentó asesinar al Libertador por primera vez en 1828, luego de que los santanderistas decidieran conspirar para acabar con su gobierno.
Conocedora de la traición y ambiciones de Francisco de Paula Santander, Manuela Sáenz se encontraba alerta ante cualquier pista sobre sus planes. Una mujer del pueblo le advirtió, directamente, acerca de la confabulación para el golpe de Estado y el magnicidio. Por ello le suplicó a Bolívar no asistir al baile de disfraces previsto para el 10 de agosto en el Coliseo, actual teatro Colón.
El líder independentista no solo hizo caso omiso de las advertencias de la quiteña sino que evitó que acudiera a la gala. Pero Manuelita se las ingenió para salvarlo. Primero fue rechazada, cuando trató de entrar disfrazada de militar. Pero en el segundo intento logró sacarlo de la fiesta, aunque furioso, porque despeinada y sucia, se puso a gritar como loca en la puerta.
Once días después, un segundo intento de asesinato quedó frustrado, porque los encargados dudaron sobre las consecuencias inmediatas. El escenario fue la localidad de Soacha, cerca de Bogotá, durante un paseo del Libertador. Los conspiradores eran cinco, bajo el mando del venezolano Pedro Carujo.
Se adelantó el golpe y el tercer intento de asesinar a Bolívar
La imprudencia de uno de los comprometidos bajo los efectos del alcohol activó las averiguaciones por parte de las autoridades militares. Esto adelantó la fecha del golpe y el tercer intento de asesinato del Presidente para el 25 de septiembre, cuando estaba previsto para octubre.
Ese día Bolívar mandó a llamar de urgencia a Manuela. Le insistió cuando ella contestó que estaba ocupada. Se bañaba cuando ella llegó y le contó que presentía un ataque, a lo que la quiteña le respondió con una ironía, pues eso le venía advirtiendo. Pero en la noche ya estaba calmado, pues confió en el coronel Ramón Guerra, Jefe del Estado Mayor departamental, quien le aseguró que todo estaba normal.
Guerra era uno de los conjurados y fue quien avisó sobre la captura del insurrecto indiscreto. Bolívar y Manuela despertaron cerca de la medianoche por el ladrido de sus perros. La heroína lo convenció de vestirse y no abrir la puerta para enfrentar a los atacantes. Por el contrario, lo instó a escapar por la ventana.
Así lo escribió, años más tarde: “Me dijo: ¡bravo! vaya pues, ya estoy vestido, ¿y ahora qué hacemos? ¿hacernos fuertes? (…) Entonces se me ocurrió lo que le había oído al mismo General un día. ¿Usted no dijo a Pepe París que esta ventana era muy buena para un lance de estos? Dices bien, me dijo, y fue a la ventana; yo impedí el que se botase porque pasaban gentes, pero lo verificó cuando no hubo gente y porque ya estaban forzando la puerta”.
Atacados el Palacio de Gobierno y el cuartel Vargas
Las acciones del plan activado aquella noche septembrina de 1828 fueron el ataque al Palacio de Gobierno para matar al Presidente y el asalto al cuartel del batallón Vargas. Para ello contaban con soldados de la brigada de artillería y unos pocos oficiales de los otros dos cuerpos de la guarnición: el batallón de infantería Vargas y el escuadrón de Granaderos.
Los artilleros rebelados salieron a la calle con sus cañones y en compañía de los conspiradores se dirigieron hacia el cuartel del batallón Vargas. El asalto al Palacio estuvo dirigido por Agustín Horment y Pedro Carujo. Conocedores del santo, seña y contraseña que les había dado Guerra, mataron e hirieron a algunos centinelas con armas blancas.
Aquello noche lluviosa en el palacio, aparte de Bolívar y Manuela, estaban el subteniente Ibarra, a quien hirieron; el médico Thomas Moore, así como el secretario particular Fernando Bolívar (sobrino) y el mayordomo José Palacios, ambos enfermos.
La libertadora del Libertador
Horment, Wenceslao Zulaibar y otros conspiradores entraron en los aposentos del Libertador armados con puñales y sables. Pese al interrogatorio al que la sometieron, para ganar tiempo, Manuela contestó con calma que Bolívar estaba en el Consejo y que abrió la ventana ante la algarabía de afuera. Esa noche nació la libertadora del Libertador. Así la llamó el héroe caraqueño.
Al constatar la huida de Bolívar, los conjurados derribaron y maltrataron a Manuela Sáenz, quien nada contó sobre esto en sus escritos. La narración corresponde a Jean Baptiste Boussingault: “uno de los conspiradores le golpeó la cabeza con sus botas; diez puñales le amenazaron. Pero ella no cesaba de gritarles: ¡mátenme, cobardes, maten a una mujer! Cuando lo intentaron, Horment gritó: “¡No hay que matar a mujeres!”. A quien sí asesinaron fue al edecán Guillermo Ferguson.
Entretanto, el héroe de la independencia se refugió debajo de un puente del río San Francisco. Lo acompañó su repostero, el maracaibero José María Antúnez, quien luego fue a constatar el fracaso de la intentona golpista.
Vitoreado en la plaza Mayor
El Libertador se trasladó a la plaza Mayor, donde las fuerzas leales lo vitorearon. También llegó Manuela, entre muchos. El general Rafael Urdaneta, junto a otros altos oficiales y funcionarios, dirigía las operaciones tras haber dominado el alzamiento.
Durante los días siguientes fueron capturados los implicados. Un grupo de los más implicados por golpistas fueron juzgados sumariamente y ejecutados; entre ellos Guerra, José Padilla, Horment, Zulaibar, Pedro Celestino Azuero, así como oficiales, suboficiales y soldados de artillería.
Otros, como Florentino González, Juan Nepomuceno Azuero, Pedro Carujo, Emigdio Briceño, se salvaron del cadalso. Muchos de los que habían tenido una participación secundaria fueron confinados a diversos lugares o indultados. Santander fue condenado a la pena de muerte, pero esta le fue conmutada por el exilio por recomendación del Libertador.
En el antiguo palacio de San Carlos hay una lápida escrita en latín, con texto del humanista colombiano Miguel de Tobar, cuya traducción es: “Detente espectador, un momento, y mira la vía de salvación del Padre y Libertador de la Patria, Simón Bolívar, en la noche nefanda (infame, abominable) de septiembre. Año de 1828”.
Con información de La Historia 200 y La Conspiración Septembrina publicado en la Revista Nueva Época
Rumazo González, Alfonso. 8 Grandes Biografías. Tomo I, Simón Bolívar. Manuela Sáenz. Ediciones de la gobernación del estado Sucre. Cumaná, 2001 (Segunda edición).