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Otilio Galíndez, un músico y poeta fuera de serie

por Haiman El Troudi
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Otilio Galíndez, un músico y poeta fuera de serie

Humildad, sencillez, ternura, sensibilidad, belleza, profundidad y poesía son las voces que expresan la esencia de Otilio Galíndez y su música.

Compositores y cantantes coinciden que el cantautor yaracuyano tenía un talento especial, fuera de serie, para combinar la melodía y la palabra. Música sencilla y profunda que abraza el alma.

Quienes lo conocieron afirman que Otilio Galíndez era observador y acucioso, cualidades que sin lugar a dudas, estimularon y fortalecieron su innato talento musical.  No se formó en conservatorios ni academias pero aprendió, y mucho, de quienes sí lo hicieron: Antonio Estévez, Vinicio Adames y Raúl Delgado Estévez, entre otros.

Alumbramiento decembrino

Nació en Yaritagua, estado Yaracuy, el 13 de diciembre de 1935. Llegó a este mundo en el mes de la navidad,  festividad que inspiró hermosos aguinaldos y parrandas.  La música de Otilio Galíndez nunca falta en las celebraciones decembrinas ni en el repertorio de artistas y agrupaciones corales durante esta época.

Creció en el seno de una familia humilde, observando la naturaleza y sus maravillas. Jugó con la tierra, persiguió iguanas, tumbó mangos, acompañado siempre de las canciones que su madre cantaba y que él aprendió.

“Mi infancia estuvo llena de mucho amor…Soy un campesino; no se me ha quitado ni se me quitará. Tengo el orgullo de haber vivido con los animales, con las matas y con la gente. Fue mi papá y mucho más mi mamá quienes me indujeron a tener amor a la música, a la naturaleza y a todo el trabajo del ser humano”, expresó en una ocasión.

Amante eterno de la música

La pasión de Otilio Galíndez por la música y la poesía nació bajo el estímulo de su madre, Felicita Gutiérrez, a quien escuchaba cantar, desde que nació, canciones del siglo XVII y comienzos del siglo XIX.

“Lo primero que a uno lo asombra y que uno ama, es la madre y la naturaleza…Esa es la raíz de mi vocación”.

El propio Otilio contó que su inclinación musical se desarrolló a partir de la observación, de ver y escuchar  todo lo que lo rodeaba.

“La formación musical se desarrolla en la medida en que uno vaya viendo la naturaleza, el medio que lo rodea, el hombre, la mujer, los niños, a uno mismo, descubriéndose.  Del grado de sensibilidad que uno tenga para captar las imágenes bellísimas que nos ha dado Dios, toda su creación: el sol, la luna, la montaña, el monte, la sabana, los ríos, la lluvia. El que ama la música ama a su prójimo, a sus amigos, ama a su familia y es el amante eterno”.

La experiencia del Orfeón Universitario

Cuando llegó a Caracas todavía era un niño. Trabajó como limpiabotas, vendedor ambulante de billetes de lotería, dulces caseros, café y helados para  contribuir con el sustento del hogar. Siempre observando, escuchando y cantando las antiquísimas canciones que le enseñó Felicita.

El año 1957 fue significativo para la vida del Otilio poeta y músico. Había culminado el servicio militar y en el mes de enero, comienza a trabajar en la Universidad Central de Venezuela como mecanógrafo en la oficina de Control de Estudios.

Al poco tiempo, después de presentar una prueba, ingresa como voz tenor al Orfeón Universitario de esa casa de estudios. Bajo la rigurosidad, disciplina y los regaños de Antonio Estévez, las enseñanzas del maestro y otros músicos como Vinicio Adames y Raúl Delgado Estévez, así como de los integrantes de la agrupación, adquirió conocimientos musicales.

“Este año es importante porque empecé a oír la buena música de los tenores mexicanos  Alfonso Ortiz Tirado, Nestor Mesta Chayres  Juan Alvizu, del italiano Enrico Caruso y el estadounidense Mario Lanza.

Fue un ávido lector, le encantaba jugar “Scrabble” y consultar el diccionario. Leyó  a Máximo Gorki, Fiódor Dostoyevski, Henry Miller, Frank Kafka, Miguel de Cervantes, Homero, García Márquez, y muchos otros más. También las novelas de vaquero que siempre cargaba en el bolsillo trasero del pantalón.

Las canciones de Otilio

Cuando le preguntaban cuáles canciones le habían dado más satisfacciones, respondía que todas. Siempre sostuvo que la mayor satisfacción era la aceptación de la gente y el número de veces que sus composiciones fueron grabadas y cantadas por artistas venezolanos y latinoamericanos.

Sus primeras composiciones estuvieron orientadas hacia la música navideña. En el Orfeón Universitario creó algunas de ellas. El aguinaldo “Poncho andino” nació en una gira de esa agrupación coral al estado Mérida.

Otilio Galíndez y su talento especial para conjugar las melodías y las palabras, se expresó en diversos géneros musicales: vals, canción de cuna, danza, tonada, tonadas, merengue, joropo, danzón, bambuco, además de aguinaldos y parrandas.

Flor de mayo, Candelaria, Mi bella dama, Caramba, Son chispitas, Ahora, La Restinga, Mariana, Es la primavera, Esos ojitos, Suelo buscarte, Un niño catire, De Belén campanas, El poncho andino, Luna decembrina, Duerme mi tripón, Rizos de ondas, Ese mar, A Víctor, son algunas de sus obras.

Alfredo Sadel, Morella Muñoz, Jesús Sevillano, Lilia Vera, Simón Díaz, Cecilia Todd, El Cuarteto, Ensamble Gurrufío, Mercedes Sosa, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, han interpretado sus canciones.

Este insigne yaracuyano recibió el Premio Nacional de Cultura, mención música, en 2001.

Otilio Galíndez en las voces de otros

Músicos y cantantes recuerdan a Otilio Galíndez, como persona y artista, con admiración, aprecio y profundo respeto.

Lilia Vera, una de sus mayores intérpretes, afirma: “No era un académico pero fue realmente un gran pintor de la palabra y la musicalidad…espiritualmente siempre anda conmigo, porque él era un militante de la vida…no puedo hablar de él en pasado, porque él se le sembró a uno en el alma”.

Para el compositor Juan Carlos Nuñez, Otilio “fue un poeta con una rima y unas imágenes absolutamente distintas, nuevas. Un rigor del siglo de oro”.

Una de las características que destaca Cecilia Todd es su impresionante poder de síntesis. Es un compositor fuera de serie…Dice cosas muy profundas con muy pocas palabras. En Otilio se combinan dos cosas, buenas letras y buena música. En su caso, las dos cosas van de la mano… Todas sus canciones son una genialidad”.

Jesús “Chuchito” Sanoja lo describe como un hombre sencillo, de valores, integro, de hablar poco pero suficiente, observador y acucioso. “Es lo que su música expresa. Otilio es un pescador maravilloso, agarra todo lo que ve y escucha alrededor, le pone la palabra natural adecuada, no rebuscada y lo plasma”.

Otilio Galíndez falleció el 13 de junio de 2009, pero su música y poesía continúan tocando fibras y abrazando almas.

 

Con información de Revista de Frente, Arcoiris TV, Contrapunto, ARA Venezuela y Buena Música


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