Escultora, dramaturga, tallista, pintora, poeta, vidente, partera, tejedora y sanadora fueron algunas de las facetas de Rafaela Baroni. Una artista popular con una vida signada por circunstancias extraordinarias que, lejos de oscurecer su mundo, la convirtieron en la mujer de los mil colores.
Fue especialmente reconocida como tallista ya que la mayoría de sus trabajos fueron realizados en madera, principalmente con la ayuda de una navaja. Pero su obra se eleva ante cualquier encasillamiento, gracias a su profusa imaginación y su profundo interés en hacer, crear y sanar.
Su vida y sus obras estuvieron orientadas por su fe religiosa y un profundo amor a la vida y a la naturaleza, los cuales representó fielmente a través de los ángeles, santos, pájaros y flores que dio cobijo en su casa y en su arte.
Rafaela la que volvió de la muerte
También conocida por el seudónimo de Aleafar, un anagrama de su nombre. Baroni era una mujer de gustos sencillos, dedicada en cuerpo y alma a la cultura popular en todas sus expresiones.
Nacida en 1935 en la Mesa de Esnujaque, estado Trujillo, fue hija de un inmigrante italiano dedicado a la agricultura y de una nativa de Jajó, quien desde muy pequeña le enseñó el arte de la costura y la elaboración de figuras religiosas en yesca.
Desde muy temprana edad Rafaela Baroni se enfrentó a la muerte y a la vida. Su padre falleció cuando ella apenas contaba con dos años y desde los cinco hacía figuras religiosas en anime, las cuales vendía para contribuir a la economía familiar.
Su encuentro con la muerte fue una constante, producto de una condición llamada catalepsia y la que se enfrentó a los 11 y a los 33 años. Esta enfermedad en que la gente pareciera muerta, aunque realmente está paralizada sintiendo todo lo que ocurre a su alrededor, lejos de traumatizarla, la convirtió en una fuerza creadora de la que surgió su milagrosa leyenda: Rafaela la que volvió de la muerte.
La muerte como fuente de inspiración
La primera vez que se la dio por muerta, Baroni inició el viaje mas feliz de su vida, escoltada por un par de ángeles. De acuerdo a lo expresado por la propia artista, entró en un túnel largo formado por grandes árboles que dejaban filtrar la luz, que la condujo a un edén repleto de loros y flores. La muerte sería en el futuro fuente de inspiración en cada uno de sus trabajos.
Durante el segundo evento, aseguró sentir que la oscuridad se imponía y que una fuerza hizo que cayera en un mar enfurecido que la arrastraba hasta el fondo y luego arrojada a la arena donde fue envuelta en un fuego ardiente y fue salvada por la mano de la Virgen.
Cuando contaba con 39 años, la Virgen vuelve a interceder por Rafaela Baroni, quien habiendo quedado ciega por un desprendimiento de retina, recobra la visión luego de soñar con esta figura religiosa. En su honor y como agradecimiento comenzó a tallar la madera.
Imaginación y sentimiento
La obra escultórica de Baroni, clasificada dentro de lo que se conoce como arte ingenuo, es el reflejo de sus creencias religiosas y sus experiencias con la muerte y su entorno. Su estilo, basado en la imaginación y sus sentimientos, presenta figuras llenas de colores planos y brillantes en los que sus rasgos faciales allí plasmados, la convierten en parte de sus composiciones.
“En mí hay tristeza oculta, hay debilidad y no la demuestro. No tengo fuerzas y me sostengo, para enfrentarme lúdicamente ante todas las cosas que me rodean… esos pájaros de crepitantes fuegos, ángeles y santos que están en mi mente son para reafirmar, una vez más, que la imaginación lo puede todo. Y así es”, afirmó una vez.
En sus esculturas, la artista presenta un estilo de tallas a escala deformadas, con rostros desproporcionados o ángulos dispuestos de formas diferentes en las que usaba coloridas pinturas con base de aceite.
La boda y el mortuorio de Rafaela Baroni
La dramaturgia fue uno de sus muchos talentos. Fruto de sus experiencias creó dos obras de teatro en las cuales la gente del pueblo se incorpora como actores: la boda y el mortuorio. En una celebra el amor y la boda que hubiera querido tener, mientras que en la otra describe lo ocurrido durante sus velorios.
Casada muy joven en contra de su voluntad, no pudo tener el matrimonio alegre y divertido que soñó. En “La Boda de Aleafar de las Flores y el Cucarachero de La Grita”, recrea un enlace típico de los andes con músicos, cortejo y sacerdote.
En el performance llamado mortuorio, la artista es velada en un ataúd hecho por ella y vuelve a la vida gracias a la intervención de la Virgen del Espejo, mientras en el cielo estallan decenas de fuegos artificiales.
En algún momento de su vida Rafaela Baroni señaló: “No tengo miedo a morir, aunque me desagrada la idea de ser enterrada viva”. En sus obras entremezcló de manera perfecta la realidad, la ficción, la fe y el arte.
El paraíso de Aleafar
De su primer viaje a la muerte guardó un sueño que quiso replicar en su hogar. Aquel vergel lleno de loros, guacamayas, espléndidas flores y frondosos árboles se convirtió en el paraíso de Aleafar en la tierra.
Esta casa museo, patrimonio de Betijoque, se convirtió en uno de los lugares más visitados. Turistas y lugareños van a disfrutar de sus obras y a rendir tributo a la Virgen del Espejo en la capilla de grandes piedras rodeada de ángeles que Rafaela Baroni construyó en su honor.
Además del túnel arbolado, el zoológico de aves y la capilla, se puede visitar la cripta en donde está la tumba que la artista diseñó para que su cuerpo reposara cuando, finalmente, le llegara la muerte.
Mensajera de la paz y el amor
Muchos fueron los reconocimientos que a lo largo de su trayectoria obtuvo esta polifacética e integral artista, pero el que mayor satisfacción le dio fue ser condecorada como la mensajera de la paz y el amor.
La trascendencia de su obra fue más allá de su querido Trujillo, Rafaela Baroni participó en una feria internacional de arte popular y artesanía que se celebró hace algunos años en Chile, en donde recibió grandes elogios de los críticos.
Entre los premios más importantes destacan la I Bienal Nacional de Artes Visuales, Museo de Petare, Edo. Miranda (1988); Rafael Vargas, III Bienal Salvador Valero (1990); mención especial, Premio AICA, Capítulo Venezuela.
Oración de la buena muerte
Rafaela Baroni siempre tuvo todo dispuesto para el momento que Dios considerara que su misión aquí hubiera finalizado. Había mostrado en el mortuorio cómo quería que fuera su velorio y hasta la oración de la buena muerte había declamado.
«Llegará el día en que se cierren mis ojos, que aún están abiertos, taparán mi cara con un blanco lienzo, me vestirán de azul como yo quiero (…) Volará mi alma no sé si al cielo o al infierno. Donde Dios me tenga reservado mi puesto, pero ya es algo que explicar no puedo. Que aquí quedará mi cuerpo, quizá nos infunde repugnancia y duelo. Ay, Dios mío, Dios, mío…al dejar tan tristes y tan solo los muertos».
La señora de la Virgen, como también era llamada, levantó sus alas y emprendió vuelo a la eternidad el 8 de marzo de 2021, a los 85 años, dejando tras de sí ejemplo de fortaleza, fe y esperanza.
Con información de Letralia, Escritos de un Salvaje, Venezuela e Historia, El Estímulo, Darwin Montes Blog y Diario de Los Andes.
Fotos cortesía de Sputnik News, Artesanos de Venezuela, Escritos de un Salvaje, Diario de Los Andes y Darwin Montes Blog.