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¿Reprogramar la obsolescencia para reducir la emisión de CO2?

por Haiman El Troudi
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¿Reprogramar la obsolescencia para reducir la emisión de CO2?

Al mismo tiempo que nos hacemos más dependientes de la tecnología, en todos los ámbitos de nuestra vida, también se acorta la duración de los aparatos electrónicos. Los teléfonos, las tabletas, computadoras portátiles, las impresoras, lavadoras, entre algunos otros electrodomésticos, tienen fecha de muerte, no anunciada pero si dispuesta por sus fabricantes. Esto es lo que se conoce como obsolescencia programada.

Una premisa que conduce a un círculo perverso: comprar, usar, tirar e incluso, a desear productos que no necesitamos, gracias a la persuasión permanente del marketing y la publicidad, estatus y confort, mediante.

A mucha gente quizás le resulta difícil imaginar cuánta contaminación produce la fabricación de los aparatos electrónicos, con actualizaciones cada vez más frecuentes, que incorporamos a nuestro quehacer diario, casi como una extensión de nosotros: Un poco más de 48 millones de toneladas de CO2 anuales son emitidas a la atmósfera por este concepto.

 

¿Reprogramar la obsolescencia para reducir la emisión de CO2?

 

La gigantesca cifra fue revelada en el más reciente informe de la Oficina Europea del Medio Ambiente (European Environmental Bureau, EEB), publicado en septiembre, donde indican además, que el mayor impacto medioambiental en Europa lo causa la fabricación de nuevos teléfonos inteligentes, en comparación con la de otros aparatos como computadoras portátiles, lavadoras y aspiradoras.

En el mismo informe se afirma que podría reducirse la emisión de cuatro millones de toneladas de dióxido de carbono (Mt CO2), alargando tan solo un año la vida útil de cada uno de estos productos, lo que equivalente a dos millones de automóviles retirados de las carreteras durante un año. Si la vida útil se extendiera tres años más, e incluso hasta por cinco años, la emisión de disminuiría 4,3 y 5,5 millones de toneladas de CO2, respectivamente.

Inútiles en un abrir y cerrar de ojos

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Un teléfono inteligente y una computadora portátil tienen un tiempo de vida útil entre 3 y 4 años. La lavadora, por su parte, puede ser aprovechada por un lapso de 10 a 11 años, lo que no ocurre con la aspiradora, electrodoméstico que podría declararse inútil cuatro años después de adquirida.

Una buena parte de la contaminación que generan los dispositivos electrónicos está más relacionada con el proceso de fabricación, que con la energía que consumen para su funcionamiento.

En la Unión Europea, de acuerdo al informe, la fabricación de teléfonos inteligentes genera un total emisiones de CO2 de 14,12 millones de toneladas al año, como consecuencia del consumo de energía y materiales para su fabricación, así como en la distribución y eliminación de los modelos obsoletos. Esto equivale a 72 % del total de emisiones que genera la producción de aparatos electrónicos.

“Este estudio es una prueba más de que Europa no puede cumplir con sus obligaciones climáticas, sin abordar nuestros patrones de producción y consumo. El impacto climático de nuestra cultura de teléfonos inteligentes desechables es demasiado alto”, afirma Jean-Pierre Schweitzer, oficial de Políticas para la Economía Circular de la Oficina Europea del Medio Ambiente (EEB por sus siglas en inglés).

De acuerdo EEB, la Unión Europa dispone en stock más 632 millones de unidades de teléfonos móviles y las ventas anuales alcanzan un poco más 210 millones de dispositivos. El crecimiento de la demanda obedece a que son considerados productos electrónicos de moda y a las frecuentes actualizaciones, tanto de software como de hardware, por lo que a menudo son reemplazados antes de que se rompan o se dañen, e incluso antes de quedar obsoletos.

Para que los productos electrónicos no representen un impacto significativo en el medio ambiente, tendrían que durar 25 años, como mínimo, advierte la EEB, lo que demandaría un cambio significativo en el diseño, fabricación y distribución.

La chatarra electrónica

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Adicional a las emisiones de CO2, los productos electrónicos agravan el problema de los desechos sólidos. Solo en 2018, el mundo generó 48,5 millones de toneladas de basura tecnológica, lo que equivale al peso de todos los aviones jamás construidos o de 4.500 torres Eiffel, de acuerdo al informe más reciente de la ONU sobre el tema.

Casi la mitad de la chatarra electrónica corresponde a dispositivos personales: computadoras, teléfonos móviles, tabletas, pantallas y televisores, entre otros de su tipo. El resto, a electrodomésticos grandes y sistemas de climatización (calefacción y aire acondicionado).

Un total de 435 toneladas de teléfonos celulares fueron desechadas en 2016, de acuerdo a la ONU, lo que representa un valor estimado de 9.500 millones de dólares.

En la actualidad solo se recicla el 20% de este tipo de residuos, el 80% restante termina enterrado bajo el suelo en su mayoría. De continuar la tendencia, Naciones Unidas estima que para 2050 podría haber hasta 120 millones de toneladas de basura electrónica.

A la ausencia de un reciclaje adecuado de los residuos electrónicos, que no son biodegradables, se suma el tamaño (cada vez más pequeños) y la complejidad de los componentes de estos aparatos, que hacen de su recuperación un proceso costoso.

Las emisiones de CO2 generadas por  la fabricación y uso de aparatos electrónicos representará para 2040, el 14% de las emisiones totales, advierte la ONU.

Obsolescencia reprogramada

¿Reprogramar la obsolescencia para reducir la emisión de CO2?

 

Reprogramar la obsolescencia, aumentando el tiempo de vida útil de los dispositivos; medidas legislativas que garanticen la “sostenibilidad” de los electrodomésticos y aparatos electrónicos mediante el mantenimiento, la reutilización, la actualización, la reciclabilidad y la gestión de residuos; multas por acortar el tiempo de utilidad de los productos; incluir en los productos la etiqueta de durabilidad; el pago obligatorio de los fabricantes por los residuos; cambio radical de los patrones de producción y consumo, son algunas de las acciones promovidas en la lucha contra la obsolescencia programada.

Una práctica que genera jugosas ganancias como contaminación al planeta (emisiones de CO2 y desechos sólidos peligrosos).

Nos toca como usuarios tomar conciencia, ser responsables al momento de adquirir los productos y mantenernos informados, como consumidores somos parte del problema pero también de la solución. Antes de que el consumismo nos devore, actuemos.

 

Con información de Público, ONU, Periódico de la EnergíaBBC News


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