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Superhumanidad: un proyecto para la especie del futuro

por Haiman El Troudi
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Superhumanidad: un proyecto para la especie del futuro

Nos corresponde actuar a fin de que las condiciones de asechanza presentes, sean superadas y enrumbemos a la humanidad hacia estadios de trascendencia. Conocemos de la futura ocurrencia de hitos cruciales que determinarán el curso de la vida en la tierra y por ello, hombres y mujeres debemos abrazar el proyecto por la edificación de una civilización asentada en la mutua y solidaria sobrevivencia. Un camino hacia la superhumanidad.

Por tan solo citar una de las amenazas: Sabemos que aproximadamente dentro de 5 mil millones de años el Sol morirá al habérsele consumido todo su hidrógeno. Solo si nuestra especie adopta las decisiones correctas, es de esperar que, para ese entonces, su existencia haya prosperado. El designio humano está obligado en consecuencia, a centrar su progreso en el desarrollo de la inteligencia, antes que proseguir por los atajos del darwinismo social si aspira un alentador desenlace en los tiempos por venir.

El diseño de la vida futura debe poner la inteligencia colectiva al servicio de la evolución de nuestra especie en una superior, que bien podríamos denominar superhumanidad. La superhumanidad será capaz de enfrentar cualquier celada que se presente en los venideros cientos de miles de años.

En la actualidad, entendemos lo que le acontece a nuestro mundo, a diferencia de lo que sabían muchas de las civilizaciones que nos precedieron como la mesopotámica, egipcia, china, persa o maya. Los avances de la ciencia nos permiten comprender mejor el entorno y nos capacita a fin de adaptar nuestro comportamiento, a los desafíos presentes y futuros.

La aceptación científica respecto a que estamos desestabilizando nuestro clima es casi unánime y, a pesar de ello, nuestra sociedad vive una suerte de estado de negación. Un tipo de parálisis gobierna los músculos de la determinación humana, la inmensa mayoría de la sociedad moderna se siente ajena de lo que ocurre y no es capaz de divisar las grises nubes que se disponen a eclipsar el firmamento de la vida en el planeta.

Pero a pesar de que los gobiernos, el mundo empresarial, en menor medida los conglomerados sociales y la opinión pública de todos los países, saben lo que la comunidad científica no dependiente de las corporaciones globales, y los movimientos ecologistas vienen denunciando, desde hace tiempo, respecto de nuestra responsabilidad en el deterioro medioambiental y sus irreversibles consecuencias; prevalece una especie de desconexión entre lo que sabemos y lo que hacemos.

 

Superhumanidad: un proyecto para la especie del futuro

Vivimos una época de transición en el que los determinismos ideológicos, la desconfianza y el interés, fijan el curso evolutivo de la humanidad. En dicho tránsito se viene grabando una huella ecológica que hace vulnerable la existencia

Nuestro curso evolutivo en manos de la sensatez

Debemos utilizar el sello distintivo que caracteriza a la humanidad, nuestra “inteligencia superior”, al servicio de acciones transformadoras teñidas de sentido común. Emular la simpleza, la humilde determinación del resto de los seres vivos por traspasar sus genes a próximas generaciones para prosperar. Emular lo positivo de todo cuanto sea aplicable a nuestra forma de vida y requerimientos vitales es la base del éxito de la sociedad, solo así nuestra descendencia progresará y la estructura de la naturaleza que nos da soporte y mantenimiento vital, estará salvaguardada de nosotros mismos.

A pesar de nuestra reciente evolución y de nuestra imperfecta y poco desarrollada inteligencia, estamos en capacidad de dimensionar los riesgos que supone quemar nuestra nave planetaria sin antes contar con planes alternativos de supervivencia.

El agotamiento dispendioso de nuestros recursos, su disposición mezquina en favor de procesos de acumulación antinaturales, la falta de equidad en el reparto del patrimonio surgido del trabajo colectivo para el sustento de toda la familia humana, son recordatorios de que no actuamos con lógica de conjunto y que, a diferencia de las otras especies, en nuestro caso, la sobrevivencia del más apto supone hacer tierra quemada con toda forma de vida en la tierra.

Vivimos una época de transición en el que los determinismos ideológicos, la desconfianza y el interés, fijan el curso evolutivo de la humanidad. En dicho tránsito se viene grabando una huella ecológica que hace vulnerable la existencia y, a la postre, propagará y amplificará las ondas expansivas de la lucha de clases al verse ensanchado el límite de las brechas de la desigualdad.

Por su parte, la crispación entre fracciones rivales de los poderosos conglomerados que se reparten el mundo y lo dominan en secreto, devendrá en fratricidio. A medida que se agudicen las tensiones entre los “amos del planeta”, abandonarán toda sutileza basada en la diplomacia, cuidado de las formas y apariencias, se instaurarán prácticas abiertas de guerras comerciales expansivas, manipulación mediática obscena, ciberataques entrecruzados, xenofobias exacerbadas, mutuos bloqueos económicos, frenesí industrial militar, etc.

De continuar en la dirección actual, con el timón del orbe operado por el señoreo del Club de Bilderberg y los demás poderes globales que operan tras bastidores, bajo la contemplación displicente de una sociedad aletargada, más temprano que tarde, transitaremos el campo minado de la supremacía de la soberbia y la irracionalidad. La lucha natural por la sobrevivencia evolutiva seguirá asumiéndose como competencia para el aniquilamiento.

¡Qué desperdicio de capacidades humanas, pudiéndose emplear en provecho de una sublime transcendencia!

La inteligencia social como base de la superhumanidad

Si la inteligencia es una de nuestras ventajas evolutivas, es preciso emprender una mejor utilización, comenzar a refinarla, a entender sus limitaciones y deficiencias, a emplearla como otras especies lo hacen por el bien de su supervivencia colectiva.

Cada ser humano genera conocimientos a partir de su aprendizaje individual, lo hace en adaptación al medio, empleando capacidades intrínsecas tales como la abstracción, la comprensión, la simbolización, el relacionamiento de datos, etc., por su parte, el aprendizaje colectivo del conglomerado social a través de su historia produce saberes.

 

 

Superhumanidad: un proyecto para la especie del futuro

 

 

Conocimientos y saberes alimentan la condición superior de la especie, la inteligencia social. La inteligencia social supone el desarrollo colectivo del ser humano en armonía con su entorno (ecología dialéctica), no refiere jactancias humano-céntricas.

En consecuencia, la inteligencia, vista en términos colectivos, vendría a ser la capacidad humana asociativa que les permite a los grupos sociales comprender, entender y jerarquizar los fenómenos, hechos y cotidianidad en la cual viven como condicionantes del proceso de toma de decisiones. Decisiones que se ponderan como factores para actuar en la realidad histórica concreta conforme a las inferencias que devienen de este saber. Es decir, las definiciones de inteligencia emergen como conceptos imbricados a la determinación de su naturaleza[1].

Nuestra capacidad resolutiva de problemas mediante el uso de conceptos y razonamientos se potencia en la medida en que las interrelaciones sociales ejercen su influencia. En este caso, el uso los billones de operaciones por segundo (FLOPS) que cada cerebro es capaz de procesar, se alinea en intereses superiores, se alcanza el estadio de pleno desarrollo de las capacidades mentales y espirituales como resultado de un armonioso y fulgurante relacionamiento social entre nuestras civilizaciones.

La inteligencia subordina la barbarie

Estamos aprendiendo a conocer nuestra inteligencia particular y nuestra inteligencia social usando las herramientas de análisis disponibles en nuestra propia inteligencia. Este ciclo recursivo supone aproximaciones sucesivas que van dando cuenta de lo que ocurre en el cerebro al pensar, sentir y desear. De a poco se van incorporando condicionamientos que irán moldeando la ecuación de nuestro comportamiento futuro. Lo social, lo cultural, la codificación de nuestros sistemas de valores y creencias, los estados de ánimo y frustraciones van disponiendo el marco de lo que llegaremos a ser con el paso del tiempo.

 

Superhumanidad: un proyecto para la especie del futuro

 

En tanto, para comprender la esencia de lo humano, nuestra propia inteligencia ha ido acuñando capas de conocimiento y sedimentando categorías que van ordenando el mapa cognitivo. Comprender los significados de la intuición, el fruto del intelecto y su relación con la realidad circundante, el aprendizaje por ensayo y error, los vínculos entre el pensar y el ser, el sentido de la orientación, la felicidad, etc. Son aportes para el análisis de la inteligencia en los terrenos de la praxis.

Los arquetipos de nuestro pensamiento han ido evolucionando y continuarán haciéndolo. Desde los primeros conceptos de bienestar y felicidad en Aristóteles, basados en la razón y la virtud en términos éticos y de excelencia, armonizados con los satisfactores de necesidades externas, hasta la Psicología Positiva que la asume como el desarrollo de las mejores potencialidades, las “escuelas” del pensamiento humano han venido despejando las incógnitas respecto al papel de la humanidad en el universo.

Los aportes de la razón práctica en Kant, la escolástica, la fenomenología, la hermenéutica hasta los estudios de la inteligencia emocional, son contribuciones filosóficas imprescindibles que nos han traído al presente mejores aproximaciones para comprender que, de lo que se trata, es de apostar por sobrevivir en colectivo. Trascender los sentidos y reconocer las complejas e infinitas interrelaciones que se disponen en el cosmos, es una tarea de la inteligencia.

Por cada generación, nuestra especie, al igual de los demás seres vivos, ha ido acumulando conocimientos. La inteligencia irá aprendiendo cosas nuevas hasta llegar a ser lo más eficiente que se puede, dadas las limitaciones físicas y mentales con que disponga (el cuerpo y la conciencia), llegado el momento, trascenderá las ataduras materiales y cognitivas y transfigurará su esencia en otro tipo de disposición atómica, energética, en algún tipo de bio-algoritmo, o en una singularidad que trascienda la biología. Una superhumanidad.

El campo de la imaginación puede florecer de múltiples elucubraciones, ¿qué llegaremos a ser?, depende de nosotros mismos. Como se ha dicho, la apuesta existencial es convertirnos en una superespecie, una superhumanidad creyente de la paz. Una superhumanidad practicante del sentido común. Una superhumanidad defensora de la vida en las formas que conocemos. Una superhumanidad en los horizontes por descubrir.

 

[1] Haiman El Troudi, Luis Bonilla: Inteligencia Social y Sala Situacional

 


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La muchedumbre en rebelión contra la dictadura global - Haiman El Troudi diciembre 10, 2018 - 2:56 pm

[…] el tránsito hacia los umbrales de la superhumanidad por constituir, se precisa además comprender y preservar la interrelación y unión de nuestra […]

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