La Amazonía es la selva tropical más extensa del mundo, abarca unos 6 millones de km² repartidos entre ocho países y un territorio de ultramar, a saber: Brasil y Perú que poseen la mayor extensión seguidos por Bolivia, Colombia, Venezuela, Ecuador, Guyana, Suriname y la Guayana Francesa.
Venezuela al sur de su territorio, posee una amplia extensión de la Amazonía que apenas ha logrado ser integrada al cuerpo nacional, lo propio ocurre con la gran mayoría de los paises amazónicos. Casi ninguna nación ha dado importancia relativa al hecho de que aquellos territorios, constituyen un ecosistema único por su extensión y biodiversidad, tanto por los recursos hídricos que aloja, como por la riqueza cultural de los pueblos originarios.
Un quinto de la superficie venezolana y un tercio del brasileño, forman parte de la cuenca amazónica. Más allá, la Amazonía toda engloba un 44% del espacio suramericano y 5% del territorio mundial. Todo cuanto se relacione a estos territorios posee proporciones gigantescas. Europa cabría por completo dentro del área amazónica.
Al constituir la Amazonía, un gigantesco espacio de reserva de vida y valiosos recursos ha sido blanco de todo tipo de explotación inescrupulosa: minería ilegal, industria farmacéutica, expansión de frontera agrícola y pecuaria, talas forestales, extracción de hidrocarburos, construccción de urbanismos, vías de comunicación e hidroeléctricas, etc. Desde hace décadas se ha convertido en escenario de satisfacción, sin control, del apetito de empresas trasnacionales.
Cada porción de la Amazonía en cada país ve retroceder sus límites rápidamente, en la inmensa mayoría de los casos, no existen planes de aprovechamiento sustentable y la desarticulación de políticas comunes entre países, gobierna la escena subregional. Urge una visión estratégica conjunta para formular un nuevo modelo de desarrollo que debería imperar en la Amazonía, en pos de su protección, preservación y aprovechamiento sustentable. Dicho modelo podría apalancarse en una alianza desideologizada entre los países que orbitan la Amazonía.
Ecosistema biodiverso, principal patrimonio
La Amazonía es la región más biodiversa del mundo, concentra el 30% de la biodiversidad del planeta, los datos son incontrovertibles y es preciso democratizarlos, a fin de contribuir con el asentamiento de un imaginario conciente en la opinión pública:
En la Amazonía existen alrededor de 10 mil especies de árboles, mientras que en la taiga del emisferio norte (eurasia y norteamérica), con el bioma terrestre más amplio de la tierra que supone la mayor cantidad de biomasa forestal, sus bosques de coníferas no poseen más de 650 especies.
La Amazonía es el mayor sistema de agua dulce del planeta (cerca del 20%), además de proveer cuantiosas riquezas naturales y biológicas. Más de 2500 especies de peces, 40 mil especies de plantas, 6,7 Km2 de bosques, 2200 especies de aves y mamíferos identificadas (y contando), 1 millón de ecosistemas de agua dulce, 350 grupos indígenas, 219 mil metros cúbicos de agua por segundo descargados al océano Atlántico, y apenas 2,1 millones de Km2 de áreas protegidas.
Es hogar de 2,5 millones de especies de insecto. De cada 11 mamíferos existentes, uno es amazónico; un pájaro de cada 6, un reptil de cada 15 y un anfibio de cada 8, son amazónicos.
La Amazonía libera además unos 7 mil millones de toneladas de agua anuales a la atmósfera, sustentando el clima y la productividad del continente.
Esta área engloba poco menos de la mitad de todas las selvas tropicales del planeta, su basta cantidad de vegetación absorbe un 10% de las emisiones de dióxido de carbono y produce el 20% del oxígeno, que forman en tierra firme los bosques y selvas del planeta.
No obstante, más que por su rol como productor de oxígeno y su contribución en el balance universal de la atmósfera, la biodiversidad constituye el principal activo patrimonial; también ha de valorarse su protagónico papel en la regulación del clima.
Tal abundancia y exhuberancia es codiciada por las lógicas mercantiles de las corporaciones globales. Se sabe que en los últimos años se ha incrementado el desarrollo de diversos productos asociados a la industria de medicamentos, alimentos y cosméticos, empleando como base productiva múltiples especies naturales y originarias de la Amazonía.
Un cálculo conservador indica que por lo menos el 75% de los fármacos comercializados en el mundo, son versiones de sustancias naturales nativas de países del sur, preponderántemente de la cuenca amazónica.
La inercia de la inacción pública y de la ciudadanía, respecto a estos temas, abonan el terreno para que la explotación desenfrenada de la selva tropical continúe avanzando exponencialmente, con el saldo de pédida irreparable de material biológico que demoró millones de años de compleja evolución, hasta llegar a posarse en un rincón selvático del emisferio sur.
Gigantesgo depósito de carbono
Estimaciones recientes indican que la selva amazónica contiene unas 1,1×1011 toneladas métricas de carbono captado de la atmósfera, liberar esa inmensa cantidad de carbono, significaría un aterrador escenario de aceleración del efecto invernadero.
Las plantas y árboles en crecimiento, fijan mayores cantidades de CO2 en sus raíces y troncos dada sus demandas de desarrollo, en dicho proceso son productoras netas de oxígeno, por lo que en bosques y selvas jóvenes, el consumo de CO2 es muy superior al de los bosques antiguos como la selva amazónica, donde ya prácticamente las plantas que la constituyen han llegado al tope de su crecimiento.
La selva del amazonas ya ha madurado, sus árboles y plantas “han dejado de crecer” por decirlo de alguna manera. De allí que la cantidad de oxígeno neto liberada a la atmósfera y la cantidad de CO2 absorbida, practicamnete se equiparan, como tal, la fotosíntesis productora de oxígeno se contrarresta en una importante proporción, debido a la putrefacción de vegetación muerta y por la respiración de la propia floresta.
Como se sabe, la mayoría del oxigeno del planeta (cerca del 70%) es generado en el océano por las plantas marinas y, fundamentalmente, por el fitoplancton, los ecosistemas terrestres producen el 30% restante. De tales ecosistemas terrestres, la taiga es la primera productora de oxígeno forestal, seguida por la vegetación tropical del planeta que atrapa unos 200 mil millones de toneladas de carbono. Los árboles y plantas del Amazonas toman unas 70 mil millones de toneladas de dicho total y las otras selvas del mundo, aportan el resto.
Este hecho no siempre fue así. El retroceso de los bosques y selvas ha mermado la producción de oxígeno por cuenta de la vegetación terrestre. Uno de los ejemplos más insignes de pérdida de bioma forestal terrestre se observó en la selva de Borneo, aniquilada en un 75% durante las tres últimas décadas del siglo 20, dejando de ser el pulmón del sudeste asiático, pasando a ser hoy por hoy,| un ecosistema esquilmado y enfermo. La devastación fue de tal proporción, que aquella isla fue por mucho tiempo, la primera exportadora mundial de madera, superando a las exportaciones combinadas de África y Brasil.
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