Un equipo de científicos del Centro Nacional de Oceanografía (NOC) de Southampton (Reino Unido) ha descubierto que la entrada de agua al océano Atlántico procedente del deshielo de los glaciares de Groenlandia, puede desencadenar veranos más calurosos y secos en Europa en los próximos años.
El derretimiento del hielo marino y del hielo glacial es una fuente cada vez mayor de agua dulce al norte del océano Atlántico. Las variaciones en la cantidad de agua proveniente del deshielo pueden alterar la circulación normal de los océanos, lo que influye no solo en los cambios de temperatura en Europa, sino en el clima global.

Fotografía de Paul Souders/Getty Images publicada por Wired.
El estudio, publicado en la revista Weather and Climate Dynamics, de la Unión Europea de Geociencias, revela que el calentamiento sobre Europa tras las fuertes descargas de agua dulce en el Atlántico Norte se sumará al calentamiento que ya se está produciendo debido al cambio climático, provocando un desplazamiento de los centros de acción que afectan a los veranos en este continente.
Los autores refieren que el clima del verano europeo es predecible con al menos un invierno de antelación. Esto debido a que tanto la localización como la intensidad de las anomalías en Europa durante el verano siguiente están estrechamente vinculadas a las anomalías de agua dulce del Atlántico Norte del invierno anterior.
Nuevo enfoque para estimar variaciones del agua dulce
Grafica que explica la retroalimentación del agua de deshielo que fluye en el Atlántico en relación con la situación sinóptica del verano en Europa, realizada por autores del estudio y publicada en Weather and Climate Dynamics.
Al examinar el vínculo entre las anomalías del agua dulce del Atlántico norte y el clima europeo en los veranos posteriores y debido a las limitaciones de las observaciones de salinidad actualmente disponibles, el grupo de científicos, coordinados por Marilena Oltmanns, del Centro Nacional de Oceanografía, utilizó un nuevo enfoque para estimar las variaciones en el agua dulce, con base en un análisis de balance de masa superficial.
Los científicos tomaron en cuenta que durante el otoño y el invierno en la región subpolar, el aire es más frío que la superficie del océano. Así, el agua superficial es enfriada por la atmósfera, se vuelve más densa y se hunde.
En tal sentido, investigaron más a fondo los vínculos estadísticos entre las anomalías de agua dulce obtenidas en invierno y el clima de verano europeo posterior, mediante la aplicación de análisis de regresión y correlación, análisis compuestos y análisis de coherencia de múltiples etapas.
Olas de calor y sequías en Europa serán más intensas
Combinados, los análisis revelan una relación significativa entre las anomalías del agua dulce en invierno y el clima europeo en los veranos posteriores. Por ello, el estudio sugiere que con el aumento del derretimiento del hielo las olas de calor y las sequías en Europa serán más intensas en el futuro.
Específicamente, la coordinadora del estudio, Marilena Oltmanns explicó que con base en la cadena de eventos identificada, se espera que las condiciones de la atmósfera oceánica sean propicias para un verano inusualmente cálido y seco en el sur de Europa en 2024.
El agua dulce de Groenlandia reduce la salinidad del Atlántico Norte. Eso hace que el agua de la superficie sea menos densa (y menos pesada), por lo que no puede hundirse adecuadamente hasta las profundidades. Como la corriente oceánica no puede hundirse tan rápido, está provocando un "atasco de tráfico", lo que ralentiza toda la corriente.
Además, dependiendo del recorrido del agua dulce en el Atlántico Norte, también podría ocurrir lo mismo en el norte de Europa dentro de los próximos cinco años.
“Podremos estimar con más precisión el año exacto del verano cálido y seco en el norte de Europa en el invierno anterior a que se produzca”, indica la autora principal del estudio.
Mejora precisión de los modelos climáticos
Los científicos indican que este estudio contribuye con la mejora de los modelos climáticos, permitiendo a las partes interesadas planificar con antelación condiciones meteorológicas específicas, adaptar los métodos agrícolas para ser más resistentes, planificar la producción y el uso de la energía; así como prepararse para los fenómenos extremos.
“Nuestros resultados demuestran la importancia de las observaciones oceánicas para garantizar que los modelos climáticos detecten todos los procesos físicos necesarios para realizar previsiones meteorológicas precisas”, señaló Oltmanns.
Con información de Weather and Climate Dynamics y Meteored
Fotos cortesía de Meteored, El Periódico, Wired, La Vanguardia y Fundatun
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