Poco se ha dado a conocer sobre la vida familiar del gran humanista nuestroamericano Andrés Bello, aspecto en el que también destacó como un devoto esposo y un padre ejemplar y prolífico, pues en total engendró 15 hijos. Incluso cumplió el rol de madre durante tres años, tras la muerte de su primera esposa, Mary Ann Boyland.
Andrés Bello contaba 33 años cuando se casó con esta inglesa tres años menor que él, en Londres (Inglaterra) el primero de mayo de 1814. Con ella concibió tres hijos: Carlos Florencio, Francisco y Juan Pablo Bello Boyland.
Este último murió de tuberculosis en 1821, cuando apenas tenía un año de edad. Poco tiempo después la misma enfermedad cobró la vida de Mary Ann Boyland, por lo que el insigne caraqueño quedó viudo y convertido en padre y madre de dos hijos, en medio de la pobreza que padeció en la capital inglesa.
Bello estaba hecho para el hogar
Contrario a la imagen de hombre netamente académico y un tanto distante que se percibe de sus retratos más conocidos, y de los hechos más divulgados en biografías sobre su vida, Andrés Bello era un hombre hecho para el hogar y un padre ejemplar. Muchas de sus cartas son testimonio de lo pendiente que estaba de su familia en Caracas o de lo que se preocupaba por la crianza y el bienestar de sus hijos e hijas.
También existen testimonios de que en Londres pasaba muchas tardes con sus pequeños junto a la chimenea de la biblioteca del Museo Británico convertida, al igual que la biblioteca particular del General Francisco de Miranda, en el aula donde se amplió el horizonte de su formación intelectual.
De igual manera se conoce que en Chile sus hijos mayores estuvieron entre el primer grupo de alumnos de la escuela que instaló en 1829, apenas llegó al país en el que vivió 36 años.
Un maestro que despertaba inquietudes
Nacido en Caracas el 29 de noviembre de 1781, la infancia de Andrés de Jesús María y José Bello López transcurrió en compañía de sus padres, hermanos y amigos en Venezuela, donde se formó como humanista y se convirtió en un maestro con la necesidad de despertar inquietudes y transmitir ideas a sus discípulos.
Su actividad pedagógica se inició en Caracas, continuó en Londres y se perfiló en Chile. Su ideología pedagógica ha sido la armonía integral, pues para él la educación intelectual, la moral y la física debían obrar conjuntamente sobre el estudiante.
Bello, quien, le enseñó al Libertador Simón Bolívar las bellas artes y geografía, nunca dejó de formar, educar, instruir y orientar. Cuando salió de Venezuela junto a Simón Bolívar y Luis López Méndez, como el auxiliar de la representación que la Junta de Caracas enviaba a Londres (1810), en búsqueda del apoyo económico inglés a la causa independentista, ya era un humanista con análisis gramáticos, conocimientos jurídicos, práctica administrativa y poemas escritos.
Consolidación intelectual en Londres
A pesar de la pobreza en la que vivió en Londres, donde se encontraba en misión diplomática al caer la Primera República venezolana, Don Andrés Bello continuó su formación intelectual, siguió analizando y escribiendo, mientras procuraba su manutención dando clases.
Como se comentó al inicio del texto, en la capital inglesa enviudó en 1821, asumiendo no solo el papel de padre ejemplar, sino incluso de madre. Tres años más tarde se casó con Doña Isabel Dunn, quien crió a sus dos hijos huérfanos y engendró otros 12: Juan, Andrés Ricardo, Ana, Miguel (nacidos en Londres), Luisa, Dolores, Ascensión, Manuel, Eduardo, Josefina, Emilio y Francisco (nacidos en Chile).
En una carta premonitoria, la madre de Bello le escribió desde Caracas que si se volvía a casar perdería enteramente la esperanza de que regresara a Venezuela, lo cual ocurrió. 19 años pasó el hijo en Londres, donde adquirió plena conciencia sobre América, la cual refleja en sus obras «Alocución a la poesía» y la «Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida».
Andrés Bello nunca dejó de sentirse venezolano
Concebía el derecho como la base fundamental de la vida social de los pueblos. Si bien llegó a Londres formado en las disciplinas jurídicas, fue en esta capital europea donde profundizó en materia del Derecho Internacional. Esto, complementado con sus grandes cualidades de educador e investigador, fue de mucho provecho para Chile, país al que se trasladó sin perder la esperanza de volver a su amada patria: Venezuela.
El llamado primer humanista de América amaba entrañablemente a su tierra natal, jamás dejó de sentirse venezolano e hizo muchas diligencias para volver. Así queda evidenciado en solicitudes oficiales, cartas a amigos y en parte de su creación literaria como la leyenda El Proscrito donde escribió «En vano, en vano se adopta nueva tierra; no se enrola el corazón más que una sola vez (…) ¡No prescriben los derechos del patrio nido en los humanos pechos!»
Sobre su posición en torno a la lucha por la independencia del imperio español liderada por el libertador Simón Bolívar, basta decir que pese a no haber participado militarmente, pues se encontraba en Inglaterra, Don Andrés Bello contribuyó a formar la conciencia del ideal independentista al plasmar tanto en prosa como en verso el ideal libertario, por lo que fue llamado «Libertador artístico del continente». En tal sentido destaca también su valiosa contribución a la organización institucional de las nuevas repúblicas.’
«Ya me lo dijo el Cristo de Caracas»
Le tocó a Andrés Bello enterrar a cinco de sus 15 hijos. A este padre ejemplar, la pena que cada muerte le causaba era cada vez más difícil de superar. Se asegura que cuando esto ocurría comentaba: «Ya me lo dijo el Cristo de Caracas», historia que, en medio de la desesperación por la muerte de uno de sus descendientes, le contó a Manuel Antonio Tocornal, su discípulo y sucesor en el rectorado de la Universidad de Chile.
Bello le escribió a Tocornal que, siendo pequeño, entró en la habitación de su madre, quien tenía un crucifijo en la cabecera de la cama, el cual le dijo: «Tendrás renombre, gloria y honores y pagarás todo esto con la muerte de los que engendres, que serán también espíritus nobles y dignos de alcanzar gloria».
Poco consuelo era este recuerdo. Así por ejemplo la muerte de su hija Ana lo dejó tan abatido que al desahogarse con su hijo Juan afirmó que «en ninguna época de mi vida ha sido tan triste para mí la separación de cualquiera de mis hijos, como la presente, que necesito de todos para llenar el vacío…»
De igual manera, cuando su hijo Francisco dejó de existir con tan solo 28 años, la pena de Andrés Bello fue inmensa. En carta dirigida a su cuñado, Miguel Rodríguez, este padre ejemplar destacó las virtudes que lo hacían su hijo predilecto: «Francisco es el segundo, es el mejor y más querido de mis hijos. Difícil es que puedas formar idea de sus virtudes, de su talento, de su amabilidad, de su juicio. Es uno de los primeros abogados de Santiago (de Chile)».
Un intelectual generoso e indiferente a los bienes materiales
No obstante la predicción del Cristo de su infancia y las pérdidas padecidas, la herencia humanística de Don Andrés Bello en sus descendientes es indiscutible. En ella destacan escritores, poetas, abogados, dramaturgos, historiadores, internacionalistas, políticos, periodistas, pintores, escultores, arquitectos y hasta sacerdotes; lo que evidencia cuan dedicado, responsable y amoroso fue para sus hijos este padre ejemplar, y cómo éstos hicieron lo propio con su prole.
El gran humanista venezolano, reconocido también como «Libertador de las letras americanas», se desempeñó como maestro, periodista, escritor, administrador, historiador, filólogo, poeta, gramático, legislador, traductor, político, filósofo, crítico literario, lingüista e internacionalista, pero esto nunca influyó negativamente en su personalidad, pues era un hombre sencillo, religioso, modesto, generoso y caritativo a quien poco le importaban los bienes materiales.
Un dato curioso es que su esposa Doña Isabel Dunn, tan sensible, modesta y generosa como él, nunca habló bien el idioma castellano pues no llegó a usar correctamente los géneros y artículos. De hecho, a Don Andrés lo llamaba por su apellido pero en femenino, pues «Bella» era como lo sabía pronunciar.
84 años intensamente vividos
Andrés de Jesús María y José Bello López falleció el 15 de octubre de 1865. Tenía 84 años intensamente vividos. Aunque su hijo Juan Bello Dunn murió cuatro años antes, vale destacar la hermosa descripción que hizo de ese padre ejemplar, prolífico y extraordinario a quien, evidentemente, amaba y admiraba:
«Delante de vosotros tenéis un modelo que imitar, ese anciano de noble cabeza cana, monumento ambulante de glorias y de virtudes, soldado animoso de la ciencia, que en su vejez, saborea los goces de una instrucción sólida y dilatada, adquirida tal vez a expensas de su salud y de su fortuna, y a despecho de las desgracias y azares que han agitado su suerte. Dispensad que le tribute este brusco homenaje del respeto profundo que me merecen su saber y su experiencia, y de reconocimiento a los afanes que se ha tomado por mí para orientarme en la carrera de las letras».
Con información de: Sologenealogia, Poeticous, Venezuela Tuya y el libro «Andrés Bello, Un visionario nuestroamericano» de Nancy Piñango Sequera
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