Una reciente investigación vincula la actividad solar con los eventos de El Niño y La Niña. El estudio sostiene que los ciclos solares podrían influir en el desarrollo de estos fenómenos oceánicos que se producen en el Pacífico ecuatorial, y tienen un gran impacto en el clima mundial.
A partir de un nuevo ciclo de 22 años de la estrella, basado en el período de polaridad magnética del Sol, la investigación muestra una correlación entre el final de estos ciclos y un cambio de las condiciones de El Niño a La Niña. Esto sugiere que la actividad solar puede impulsar la variabilidad climática estacional en la Tierra.
Esta relación empírica es una fuente potencial de mayor habilidad predictiva para la comprensión de las variaciones climáticas de El Niño y La Niña. Un tema de gran relevancia dado el impacto de estos fenómenos meteorológicos en vidas, propiedades y actividad económica en todo el mundo.
Energía vital
El Sol proporciona la energía necesaria para sustentar la vida en la Tierra e impulsar la circulación atmosférica de nuestro planeta. Sin embargo, determinar la posible influencia de la actividad solar sobre el sistema climático del planeta y los patrones meteorológicos ha planteado un considerable desafío.
“La energía del Sol es el principal impulsor de todo nuestro sistema terrestre y hace posible la vida en la Tierra. Aun así, la comunidad científica no ha tenido claro el papel que juega la variabilidad solar en los eventos meteorológicos y climáticos aquí en la Tierra”, señaló Scott McIntosh, investigador del Centro Nacional de Investigación Atmosférica (NCAR) y coautor del trabajo.
Para McIntosh, el estudio demuestra que hay razones para creer que la variabilidad solar influye en los fenómenos meteorológicos y climáticos. Conexión que pudo haberse pasado por alto en el pasado.
Los ciclos solares
Por cientos de años los seres humanos hemos observado la aparición y desaparición de manchas en el sol, signos visibles de la variabilidad solar.
Tras 400 años de observaciones, el canon de los ciclos solares que se manejaba hasta ahora eran períodos con más y menos intensidad de 11 años, sin un principio y un final claramente definidos.
Esta imprecisión respecto a la duración de un ciclo concreto, ha dificultado establecer correlaciones entre estas manchas con fenómenos que ocurren en la Tierra. Sin embargo, el nuevo estudio se basó en un ciclo de 22 años “mucho más preciso para la actividad solar”, derivado del ciclo de polaridad magnética del Sol, el cual según otros estudios es más regular que el de las manchas.
“No somos los primeros científicos en estudiar cómo la variabilidad solar puede impulsar cambios en el sistema de la Tierra, pero somos los primeros en aplicar el reloj solar de 22 años. No es probable que el resultado, cinco terminadores consecutivos alineados con un interruptor en la oscilación de El Niño, sea una coincidencia”, indica Robert Leamon, autor principal del estudio.
La investigación
Bajo el nombre “Terminación de los ciclos solares y variabilidad troposférica correlacionada”, la reciente investigación demuestra una correlación entre el final de los ciclos solares y el paso de las condiciones de El Niño a La Niña en el Océano Pacífico.
Para comprobar la relación entre ambos fenómenos, los científicos impusieron sus ciclos de 22 años sobre las temperaturas de la superficie del mar en el Pacífico tropical, que se remonta a 1960.
Utilizando la observación directa y las aproximaciones de la actividad solar de unas seis décadas, demostraron una correlación entre la aparición de terminadores y las mayores oscilaciones de los índices oceánicos de la Tierra: la transición de los estados de El Niño a La Niña.
Gracias a ello descubrieron que la finalización de cinco ciclos entre 1960 y 2011 coincidieron con un cambio de El Niño, con temperaturas de la superficie del mar más cálidas que la media y a La Niña, con temperaturas más frías que el promedio.
Los científicos sostienen además, que el final del ciclo solar más reciente, que se está desarrollando ahora, también coincide con el comienzo de un evento de La Niña.
El estudio publicado en Earth and Space Science, fue liderado por Robert Leamon, de la Universidad de Maryland-Baltimore County, con la participación de Daniel Marsh, y Scott McIntosh del NCAR de Estados Unidos.
Si esta conexión se confirma podría mejorar significativamente la predictibilidad de El Niño y La Niña, que tienen una serie de efectos climáticos estacionales sobre la Tierra.
Reloj solar de 22 años
Según sus estudios recientes, el ciclo de 22 años de actividad solar comienza en el momento en que aparecen bandas magnéticas de carga opuesta que envuelven al Sol cerca de las latitudes polares de la estrella. A lo largo del ciclo, estas bandas migran hacia el ecuador, provocando la aparición de manchas solares en su recorrido por las latitudes medias.
El ciclo termina cuando las bandas se encuentran en el centro, aniquilándose mutuamente, en lo que el equipo de investigación llamó: un evento de terminación. Estos terminadores proporcionan precisas indicaciones acerca del final de un ciclo y el comienzo del siguiente.
Los investigadores señalan que no puede ser coincidencia el resultado obtenido tras aplicar los ciclos de 22 años: cinco terminaciones consecutivas alineadas con un cambio en la oscilación de El Niño.
También realizaron una serie de análisis estadísticos para determinar la probabilidad de que la correlación fuera sólo una casualidad. Comprobaron que sólo había una probabilidad de una entre cinco mil o menos, de que los cinco eventos incluidos en el estudio coincidieran aleatoriamente con el cambio de las temperaturas oceánicas.
El sol y la tierra
Aunque la investigación no profundizó sobre la conexión física entre el Sol y la Tierra que podría ser responsable de la correlación, los autores señalan que hay varias posibilidades que merecen un estudio más profundo, incluyendo la influencia del campo magnético del Sol en la cantidad de rayos cósmicos que escapan al sistema solar y que, en última instancia, bombardean la Tierra.
Sin embargo, aún no se ha determinado una relación física sólida entre las variaciones de los rayos cósmicos y el clima.
Por otro lado, al observar el gráfico que compara la evolución de la actividad solar y de la temperatura media global, se observa que solo existe un patrón apreciable en el comportamiento ascendente de la temperatura media del planeta desde 1880, mientras que el comportamiento del Sol se ha mantenido estable, siguiendo siempre su ciclo natural.
Esta estabilidad indica que si el astro está alterando el clima de la tierra, no es porque libere ahora más energía, sino porque los gases de efecto invernadero atrapan la radiación térmica infrarroja que emite nuestro planeta, como cualquier cuerpo del universo que se calienta.
Con información de “Terminación de los ciclos solares y variabilidad troposférica correlacionada” publicado en Earth and Space Science, Tiempo, El Agora Diario y La Voz de Galicia
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