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La Batalla de Junín dio inicio a salida de los españoles de Nuestramérica

por Haiman El Troudi
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La victoria del Ejército Libertador en la Batalla de Junín, hace 200 años, marcó el inicio de la salida definitiva de los invasores españoles de Nuestramérica al abatir a la orgullosa caballería realista, lo que debilitó y desmoralizó a las tropas imperiales de cara a la batalla definitiva que se libraría en el campo de Ayacucho.

Consolidada la independencia de Venezuela, la libertad total de Suramérica dependía de la derrota de los españoles en Perú, donde el Virrey José de la Serna permanecía en el poder con 18 mil hombres a su disposición, en buena parte de ese país.

Resuelto a acabar con el último bastión del imperio español en América del Sur, Bolívar llegó a Perú los primeros días de septiembre de 1823. El 10 del mismo mes le fue otorgada la suprema autoridad militar de todo el territorio de esa República por parte del Congreso Constituyente.

Bolívar inicia reorganización del ejército peruano

Establecido en Pativilca desde enero de 1824, el Libertador se dedicó a reorganizar el ejército peruano, envuelto en rencillas internas y que venía de los desastres sufridos en las denominadas Campañas de Intermedios (1822 y 1823), donde fueron derrotados por los realistas cuando intentaron liberar al Alto Perú.

“Vencer”, fue la categórica respuesta que Bolívar le dio al ministro de Colombia, don Joaquín Mosquera, cuando le preguntó: “¿Y qué piensa hacer Ud. ahora?”, al encontrarlo enfermo en su casa de Pativilca, con apariencia cadavérica por las intensas fiebres.

Pese a su frágil aspecto, la voz de Bolívar fue firme y segura al responder la pregunta sobre qué haría para triunfar: «Tengo dadas órdenes para levantar una fuerte caballería en el departamento de Trujillo; he mandado fabricar herraduras, en Cuenca, en Guayaquil y Trujillo; he ordenado que se tomen para el servicio militar todos los caballos buenos del país; y he embargado todos los alfalfares para mantenerlos gordos”.

Con convicción, añadió: “Luego que recupere mis fuerzas, me iré a Trujillo. Si los españoles bajan de la cordillera a buscarme, infaliblemente los derroto con la caballería. Si no bajan, dentro de tres meses tendré una fuerza para atacar; subiré la cordillera y derrotaré a los españoles que están en Jauja».

El Virrey de la fase terminal de España en América del Sur

El Virrey de la Serna se encontraba en el Cuzco, impaciente por acabar con Bolívar, de quien tenía una opinión muy pobre y cuyas hazañas menospreciaba. Su enorme vanidad le impidió ver que el imperio español en América del Sur estaba en su fase terminal, con él al mando.

Los 18 mil hombres que disponía estaban distribuidos así: 4 mil en el Alto Perú, al mando de Pedro Antonio Olañeta, con las guarniciones de Santa Cruz de la Sierra y Charcas. 3 mil en Puno y Arequipa, que constituían el Ejército del Sur, a las de órdenes de Gerónimo Valdés. El Ejército del Norte, en Jauja, al mando del general José de Canterac, contaba con 8 mil hombres. Otros mil estaban en la guarnición del Cuzco, y 2 mil se distribuían en otras guarniciones.

Pero Olañeta se levantó contra de la Serna, lo que rompió el equilibrio de las fuerzas reales al obligar el desplazamiento de Valdés hacia el Alto Perú para tratar de someterlo. Así, los realistas no pudieron contar con Olañeta en sus planes de avanzar a Trujillo con 12 mil hombres, para dejar en la retaguardia a las guarniciones del Alto Perú.

Trujillo declarada capital provisional de la República

Simón Bolívar declaró al entonces departamento de Trujillo capital provisional de la República a principios de marzo de 1824. Un mes después, estableció su cuartel general en Huaraz. Ya para Julio, el héroe venezolano había organizado un verdadero servicio de aprovisionamiento para el ejército con aportes colectivos por regiones.

Conocida la insubordinación de Olañeta en el Alto Perú, el Libertador convocó una junta de guerra en la que se acordó aprovechar la experiencia del ejército de la Gran Colombia en pasos por las montañas para hacer un ataque directo hacia el cerro de Pasco con el fin de batir al agrupamiento español más cercano, ahora sin defensa en su retaguardia.

Antes de la marcha al cerro de Pasco, los jefes del Ejército Libertador eran: Antonio José de Sucre, como segundo de Bolívar y General en Jefe, en caso de ausencia. Jacinto Lara y José María Córdova se hallaban al mando de las dos divisiones colombianas.  José de la Mar estaba a cargo de la división peruana.  El irlandés Francisco Burdett O’Connor era jefe del estado mayor de las tropas colombianas.

El general Andrés de Santa Cruz fue el jefe de las tropas peruanas. José Aldunate fue nombrado jefe del estado mayor general y Agustín Gamarra jefe de itinerario, por sus conocimientos del terreno. Guillermo Miller dirigía la caballería peruana; Lucas Carvajal, la colombiana y Alejo Bruix, la argentina, con Mariano Necochea al mando general de éstas.  Eventualmente, Trinidad Morán tomó el mando del batallón Vargas.

La arenga del Libertador a sus guerreros

El 2 de agosto Bolívar pasó revista al Ejército Libertador de Perú en pleno, a cuyos guerreros arengó como sólo él sabía hacerlo, proclama considerada como la más bella y conocida de las que emitió en Perú. “Soldados, vais a completar la obra más grande que el cielo ha podido encargar a los hombres: la de salvar un mundo entero de la esclavitud”, dijo.

Y continuó: “Soldados, los enemigos que vais a destruir se jactan de catorce años de triunfo. Ellos, pues, serán dignos de medir sus armas con las vuestras, que han brillado en mil combates. El Perú y la América toda aguardan de vosotros la paz, hija de la victoria, y aun la Europa liberal os contempla con encanto, porque la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del Universo”.

Los soldados de la libertad habían recibido a su Comandante en Jefe con vítores y entusiasmo. Bolívar se dirigió a su alto mando para decirles: «Contando con los vencedores de Boyacá, Carabobo, Bomboná y Pichincha, y aún más, con el brillante ejército peruano y sus aliados, con sus valientes generales y jefes, ya no es posible que vacile en presentar una batalla”.

Sin rastro de duda, agregó: “Aunque contáramos con menor fuerza, estoy seguro de que alcanzaríamos la victoria, porque un soldado republicano que tiene conciencia de su libertad, vale por cientos de los que gimen bajo la servidumbre…”

Los ejércitos patriota y realista salieron a la ofensiva

El 6 de agosto, los ejércitos patriota y realista salieron a la ofensiva. El Libertador, desde el norte de la llanura de Junín, ordenó el inicio de la marcha para buscar al enemigo. Canterac, quien al principio esperaba a 200 km al sur, también ordenó el desplazamiento. Los espías republicanos así lo informaron a Bolívar.

El héroe caraqueño ideó, entonces, la astuta maniobra de bordear la gran laguna de Chinchaycocha del lado contrario al avance de los españoles. Así permitió el avance de su oponente, sin dejarse ver, con el fin de cortarle la retirada. Entonces, el Ejército Libertador tomó la ruta de occidente del lago, mientras que los realistas pasaban por el oriente.

Canterac descubrió el plan y ordenó a sus tropas retroceder. Pero Bolívar aceleró el paso, por lo que a las cuatro de la tarde llegó con la caballería a una cumbre desde donde vio al enemigo devolviéndose al sur. La retaguardia de los españoles estaba conformada por unos mil 300 jinetes de caballería, la de los republicanos sólo llegaba a 900.

Caballería contra caballería, lanzas contra lanzas, sables contra sables

El terrible combate fue de caballería contra caballería, lanzas contra lanzas y sables contra sables. Ni un solo disparo se escuchó, pero el enfrentamiento fue realmente violento y sangriento. Lo estrecho del sitio dificultaba el avance de los patriotas. Necochea, a la vanguardia, fue apresado.

Parte de la caballería bolivariana vivió un momento de indecisión en el que la retirada era la opción para detener la masacre. Pero el primer escuadrón de Húsares del Perú, comandado por el argentino Manuel Isidoro Suárez, gracias a la desobediencia del mayor José Andrés Rázuri, entró en acción por la retaguardia de quienes perseguían a Miller, quien volvió caras al enemigo para enfrentarlo y lo dejó atrapado entre los patriotas.

La maniobra de “vuelvan caras” también fue aplicada por el resto de la caballería bolivariana. Los realistas quedaron destrozados. Los cuerpos volaban desde sus monturas, debido a la técnica llanera de atacar con las gigantescas lanzas con ambas manos, pues el caballo era guiado con las riendas amarradas a la rodilla derecha de los jinetes. El intenso combate duró 45 minutos.

El Libertador expresó satisfacción por triunfo de la caballería

Monumento a los Vencederores de Junín

El 7 de agosto de 2014, en el pueblo de los Reyes, fue redactada la Orden General del combate, cuyo 1er artículo refiere que el Libertador “lleno de satisfacción por el triunfo que ayer obtuvo la caballería en el campo de Junín, da las gracias a los cuerpos Granaderos de Colombia y Primer Regimiento de Caballería de línea del Perú, que tanto se distinguieron y a los de más jefes, oficiales y tropa, que concurrieron a la victoria”.

Asimismo, el 2do artículo establece que Bolívar “ha querido de pronto premiar al Regimiento de Caballería del Perú, dándole el nombre del campo de batalla y, que en adelante se llame: Regimiento Húsares de Junín”. Todo esto en reconocimiento a haberse logrado la victoria gracias a la oportuna intervención en la contienda, pese a que se había ordenado su retirada.

En el parte del enfrentamiento, presentado por Santa Cruz a Bolívar ese mismo día, se menciona como pérdida de los realistas a 80 prisioneros, más de 400 caballos ensillados, la mayoría de sus armas; así como “muchos dispersos y gran número de heridos». El mismo documento señala que el saldo patriota fue de 45 muertos y 99 heridos.

En la Batalla de Junín, la última en la que estuvo presente el Libertador, el ejército enemigo perdió a 259 combatientes, entre ellos dos jefes y 12 oficiales. Su moral también quedó gravemente afectada ante la masacre de gran parte de su caballería, orgullo y ejemplo de fortaleza de la corona española. Pérdida de la que no lograron recuperarse los imperialistas para enfrentar a los patriotas en la Batalla de Ayacucho.

 

Fuentes:

Academia Nacional de Historia

Rumazo González, Alfonso. 8 Grandes Biografías. Tomo I. Ediciones de la Gobernación del estado Sucre, Cumaná, 2001.

Pereyra Plasencia, Hugo. La Campaña Libertadora de Junín y Ayacucho. Publicaciones de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. Lima, 1975.

 

Fotos cortesía de Bicentenario del Perú, La República y Andina


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