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Palma bendita, tradición centenaria

por Haiman El Troudi
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La fe y el compromiso con la identidad cultural y religiosa han hecho de la Palma bendita una tradición centenaria en Venezuela.

Esta manifestación cultural reúne a decenas de devotos palmeros que, movidos por sus creencias y respeto a la naturaleza, año tras año suben a dos montañas del país para buscar la palma bendita y llevarla a los hogares venezolanos.

La manifestación, que forma parte de lo afirmativo venezolano, reúne historia, tradición y naturaleza es un espacio de marcada significación religiosa.

Inspirada en el recibimiento de Jesús a Jerusalén en el domingo de ramos, que marca el inicio de la Semana Santa, este recorrido con cientos de años de historia se realiza en el cerro Waraira Repano (El Ávila) en Caracas y el cerro Copey en Nueva Esparta.

Esta manifestación venezolana, la séptima con reconocimiento internacional, se ha convertido en patrimonio cultural y modelo para el mundo, con la incorporación, hecha por la Unesco en diciembre de 2019, del Programa Biocultural para la Salvaguardia de la Tradición de la Palma Bendita de Venezuela en el Registro de Buenas Prácticas de Salvaguardia del Patrimonio Inmaterial.

Tradición centenaria de la palma

 

La tradición de la palma es una actividad centenaria que se repite año tras año en Venezuela. Días antes de Semana Santa los devotos de la tradición, llamados palmeros, se dedican a recolectar varias especies en su hábitat natural ubicado en las montañas.

Después de recibir una bendición durante una ceremonia religiosa, estos hombres ascienden a la montaña, en busca de la palma bendita. Allí pasan varios días y sus noches, subiendo a los árboles de palma para podar sus hojas.

Además, realizan otras actividades como reproducir el Viacrucis en puntos específicos recordando las estaciones de la pasión de Jesús; contar historias; cuidar los senderos y plantar nuevas palmeras.

El Domingo de Ramos los palmeros bajan con las hojas de palma recolectadas, las cuales son bendecidas y posteriormente repartidas en las distintas comunidades, quienes las reciben con alegría y fe, emulando la entrada de Jesús a Jerusalén cientos de años atrás.

Palma bendita y protectora

 

Desde los tiempos de la Colonia, la bendición de las palmas da apertura a la Semana Santa en el catolicismo. Esta tradición incluye el recibimiento en muchas comunidades del país de la palma, un acto de profunda fe religiosa el cual requiere preparación y organización previa por parte de los creyentes.

En las comunidades 23 de Enero, Ruperto Lugo y Antímano de Caracas, los vecinos organizan altares para esperar una procesión que reparte las palmas que luego son bendecidas.

En otros lugares, los fervientes acuden a las iglesias donde es distribuida la palma bendita.

Hogares de toda Venezuela tienen por costumbre hacer cruces con las palmas, que luego colocan detrás de la puerta de la casa, simbolizando la protección divina. Según la creencia popular, la palma se seca a medida que absorbe lo negativo del ambiente que pueda entrar al hogar, brindándole a la familia la protección de Dios.

Tradición a buen resguardo

 

Esta tradición centenaria estuvo a punto de desaparecer tres décadas atrás, pues no existían planes de reforestación y los palmeros recolectaban las palmas cortándolas, sin tener conciencia real de los efectos de esta práctica.

Las autoridades del Instituto Nacional de Parques (Imparques vieron en esta práctica una amenaza para el medio ambiente y debía evitarse porque además  ponía en riesgo a la manifestación.

Para asegurar la preservación de la Cerosylon ceriferum, y con ella, la tradición centenaria, instituciones del estado venezolano, expertos en conservación, palmeros y comunidades trabajaron juntos en el desarrollo de un programa biocultural, que es ahora modelo del mundo pues goza del reconocimiento internacional de la Unesco.

Considerando las condiciones de preservación de esta especie vegetal, a través del Centro de Diversidad Cultural,  se planteó una nueva manera de realizar la recolección y garantizar, al mismo tiempo, la subsistencia de las montañas y de la tradición centenaria de la palma bendita.

Palmeros con conciencia

 

Conscientes de la necesidad de cambiar la forma en que se recolectaba la palma, los palmeros comenzaron a podar la planta en lugar de cortarla por completo. Al conocer el ciclo de vida de la palma, se percataron de que  la extracción podría traer serias consecuencias tanto a la supervivencia de la especie, como de la tradición.

De esta forma, aprendieron a trepar la palma para extraer un número de hojas controladas.

Adicionalmente, como parte del programa biocultural, se han diseñado varias medidas innovadoras, como proyectos educativos para jóvenes y actividades culturales para las comunidades.

A los pequeños palmeros les enseñan cómo sembrar las palmas pequeñas para reforestar y preservar la especie. Este programa ha alentado a cientos de niños y jóvenes a involucrarse, por lo que su componente educativo podría verse como un modelo para otras comunidades dedicadas a la recolección de la Palma Bendita durante la Semana Santa, o incluso para cualquier práctica de patrimonio vivo en donde la cultura y la naturaleza estén estrechamente relacionadas.

La reforestación se realiza durante todo el año.

Bendita palma

Palma Bendita, tradición centenaria

Palmeros de Chacao bajando del Ávila con la palma bendita. Foto: Jorge Luis Santos

 

Conocida científicamente como Ceroxylon spp, la palma real comprende tres especies de las 180 autóctonas que habitan en nuestro país. Estas plantas son características de los bosques húmedos templados de la Cordillera de la Costa y de la Cordillera Andina de Venezuela y Colombia.

La palma habita entre los 1.500 y 2.800 metros sobre el nivel del mar, resaltando en el escenario de la montaña por su altura. Solitarias y esbeltas se elevan entre los diez y 30 metros de altura.

Las especies más utilizadas en la tradición centenaria de la palma bendita son Ceroxylon interruptum y C. klopstockia. Ambas se propagan por semillas y florecen en un lapso de 4 a 5 años, pero según las voces expertas pueden tardar de 60 a 80 años para producir la primera inflorescencia, que les garantiza su proceso de reproducción, base de la perpetuación de la especie.

Esta característica, sumada al manejo insustentable de este recurso durante muchos años, y a los incendios forestales en temporada de sequía, han afectado a la población de palma, poniendo en riesgo su preservación y con ella la de la manifestación de la Palma bendita.

Los palmeros de Chacao

 

 

Amor, fe y respeto por la tradición son los valores que mueven cada año a los Palmeros de Chacao. Así lo asegura Luis Reyes, quien junto a decenas de palmeros inicia cada año su recorrido por la entrada de Sabas Nieves al Waraira Repano (cerro El Ávila).

Ascienden por Quebrada Seca y los cortafuegos hasta llegar a la Selva Nublada, ubicada a unos dos mil metros sobre el nivel del mar, donde abunda la Palma Real. Participan más devotos como José Manuel León, quien ha subido a buscar palmas desde hace más de 60 años, y Ramón Delgado “Palmero Mayor”, habitante del populoso Barrio El Pedregal de Chacao, quien ha dedicado su vida a conservar y promover la palma bendita, centenaria tradición.

Estos devotos forman parte de la Asociación Civil Ecológica Los Palmeros de Chacao, creada en 1962 y declarados Patrimonio Cultural Municipal en 1999. Muchos de ellos descienden de los primeros habitantes que trabajaron en las haciendas de café del Curato de Chacao.

 

 

Al bajar las palmas de la montaña, los palmeros de Chacao son acompañados por la comunidad y grupos culturales. Entre rezos y cantos llevan las palmas hasta la Iglesia de San José de Chacao, donde son recibidos por el párroco y los feligreses, para ser bendecidas y ofrendadas.

Se dice que el origen de esta tradición centenaria se remonta a una grave epidemia de fiebre amarilla y vómito negro, cuando el Padre José Antonio García Mohedano, primer párroco de Chacao, pidió a Dios por el cese de la peste, ofreciendo a cambio la subida de los peones de las haciendas aledañas al cerro El Ávila para que bajaran sus ramas, palmas y otras especies vegetales.

 

Palmeros de la isla

La Palma Bendita, patrimonio y modelo del mundo

 

En Nueva Esparta la tradición centenaria de la palma bendita cuenta con dos grupos: los Palmeros Asuntinos y los Palmeros de El Valle del Espíritu Santo, quienes se dedican con mucha devoción a mantener la manifestación.

Jesús Rodríguez es uno de los miembros de la Asociación de Palmeros Asuntinos, y quien presidió esta organización por casi 20 años. Cada año suben al Campamento Juan Marta Ríos, donde se concentra el grupo de palmeros autorizados para la poda de la palma real, junto a guardaparques y funcionarios de Protección Civil.

A tempranas horas de la mañana del Viernes de Concilio, los palmeros inician un ascenso de aproxidamente dos horas, hasta llegar al sitio donde se encuentra la palma real. El trayecto suele ser resbaladizo por las condiciones naturales de este bosque montañoso.

Al llegar a la zona del “Charcal”, los palmeros se dispersan por grupos para realizar la poda de la palma bendita. Cada grupo tiene un número de hojas asignadas.

Luego de recolectar las hojas de palma bajan al campamento para dirigirse en desfile al Quebrahacho, con el propósito de encontrarse con la comunidad y llegar hasta La Asunción. Tras recibir la bendición de la palma por los sacerdotes,  van en procesión a la Catedral de La Asunción.

Para los palmeros de Nueva Esparta, serlo es un orgullo. Tras ver cumplida su misión agradecen con respeto a la montaña, a la palma bendita y a los palmeros fallecidos.

La tradición centenaria de la palma bendita es una manifestación venezolana que destaca por vincular historia, cultura y naturaleza, haciéndose parte de la comunidad. Un espacio para la memoria y la identidad que ha sido fortalecido gracias a las buenas prácticas, que permiten la preservación de los valores de las montañas y las palmas, así como de la tradición y la fe.

 

Con información de Centro de Diversidad Cultural, Saber ULAIAM Venezuela y Vitalis


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