Asegura un dicho popular que “quien planta tamarindos no cosecha tamarindos”, porque – según creencias – este árbol tarda entre 80 y 90 años para comenzar a dar frutos, cuando en realidad lo hace tras 10 años de crecimiento. El resultado es una fruta con muchas propiedades nutricionales, por lo que más vale afirmar que quien planta tamarindos cosecha salud y bienestar.
Su nombre botánico es Tamarindus Indica, el cual proviene del árabe Tamare (dátil) e “Hindi” (indio), lo que unido significa Dátil de la India. Perteneciente a la orden de las leguminosas, el tamarindo es originario de África tropical oriental. Fue introducido al continente asiático por comerciantes, mientras que en Europa es conocido desde la Edad Media. Se afirma que hasta Marco Polo lo describió en el año 1298.
El tamarindo vino con los conquistadores
Expertos estiman que el tamarindo llegó al continente americano, especialmente a Centroamérica y Suramérica, en el siglo XVI de la mano de los conquistadores españoles y portugueses.
Si bien en la actualidad los mayores productores y consumidores del tamarindo son países como México y Perú, este árbol tropical se desarrolla muy bien en tierras venezolanas, desde donde se inició la exportación de su fruto, en 2019, a islas del Caribe y a Guyana, por la influencia que estas regiones tienen de la gastronomía de la India.
En el resto del mundo, este árbol milenario sigue presente en los países que lo vieron nacer como Sudán, además de los existentes desde Cabo Verde hasta Yemen y Omán. De igual manera, está ampliamente distribuido por todas las zonas tropicales de Asia, Australia y el resto de Oceanía.
Aplicaciones medicinales del tamarindo
Existen estudios y experiencias populares sobre las aplicaciones medicinales que poseen el fruto y las hojas del tamarindo. La pulpa posee una extensa variedad de vitaminas y minerales, como: ácidos (tartárico, acético y ascórbico), hierro, magnesio, betacarotenos, fósforo, potasio, vitamina C, A, B3 y calcio. Además es rica en carbohidratos, grasas, proteínas, fibras y flavonoides.
Por ser rica en fibras, la pulpa del tamarindo ayuda a combatir el estreñimiento y otros problemas del aparato digestivo, así como a disminuir el colesterol, con lo que se previenen enfermedades cardiovasculares. Su contenido de calcio contribuye con el fortalecimiento de huesos y dientes; mientras que, por ser un magnífico antioxidante, incide en la eliminación de toxinas del hígado y los riñones.
También contiene tiamina, vitamina indispensable para unos nervios estables y el buen funcionamiento tanto de los músculos como del sistema digestivo. Las hojas del árbol intervienen en el control de la fiebre. De hecho, con una infusión se combate la fiebre causada por la malaria en Filipinas. En el caso de quemaduras, la hoja seca pulverizada y mezclada con aceite vegetal es efectiva, como también lo es para otras afecciones de la piel y heridas.
Tamarindo gourmet
La pulpa del tamarindo, que es lo único comestible del fruto, también tiene un uso culinario. Vale decir que además de ingerirse al natural, en zumo, te, agua o mermelada, posee una dimensión gourmet por la demanda que tiene como condimento en la cocina latinoamericana y asiática.
Si el fruto es joven, su pulpa será ácida y aprovechable en diversos platos. Si el fruto es maduro, será más dulce y por ende utilizable en postres y bebidas o como aperitivo. Los concentrados de pulpa de tamarindo se elaboran en países como México y Colombia para fabricar refrescos y bebidas heladas. En Venezuela son populares la jalea y el guarapo de tamarindo, endulzados con papelón.
Mundialmente conocidas, las salsas inglesa y agridulce cuentan con el tamarindo como ingrediente importante, al igual que las botanas en el Sudeste de Asia. Esta pulpa también forma parte de la sopa de verduras con especias (Sambhar) y el arroz Pulihora, entre otros platos del sur de la India.
No menos importante es que, gracias a su densidad y durabilidad, la madera del árbol de tamarindo es usada en ebanistería en algunas naciones, dado que es óptima para fabricar muebles resistentes.
¡A regar al tamarindo!
El tamarindo tiene capacidad de aguantar las épocas de sequía, pero para crecer en las mejores condiciones y mantenerse siempre verde, necesita ser regado. Vale señalar que este longevo árbol prefiere crecer en zonas de climas cálidos, con inviernos secos y suaves, para su mejor desarrollo.
Su cultivo parte de la siembra de la semilla o mediante injertos. Transcurridos 10 días ocurre la germinación, luego de lo cual debe ser trasplantado.
Es cierto que el crecimiento del tamarindo es lento, ya que comienza a dar frutos solo a los 10 años y que su cosecha se hará, aproximadamente, cada dos años; pero sus valores nutricionales bien valen regarlo y protegerlo.
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