De su esposo en compañía soñolienta y fatigada,
por ver si les dan posada toca en las puertas María.
Él le dice “esposa mía, ten calma, vamos a ver…
nos abrirán al saber que te encuentras en estado
y un lecho busca prestado tu Niño para nacer”.
Pues tiembla la Virgen bella, él se quita en el camino
su paltocito de lino para ofrecérselo a ella.
“Vaya mi linda doncella con este mango abrigada”
dice con gracia forzada mientras siente las diabluras
que hace el frío en las roturas de su franela rayada.
De portón van en portón suplicando humildemente
y en todos les da la gente la misma contestación
«esta casa no es pensión” o “cuánto van a pagar…”
y en uno que otro lugar hay quien al ver a María
dice alguna picardía para hacerla sonrojar.
Qué pobrecitos que son, qué pena tan sin alivio,
todos tienen lecho tibio pero nadie corazón.
De cansancio y aflicción la Virgen se echa a llorar
y torna triste a mirar que en la noche alta y desierta
la luna es como una puerta que se abre de par en par.
A la casa de un pastor van por fin José y María,
solo piden hostería para que nazca el Señor.
Pero hay allí tanto amor por los buenos peregrinos
que la pastora sus linos abandona en el telar
y al punto les va a buscar cuajadas, panes y vino.
Ya la Virgen tiende el manto sobre la hierba olorosa
ya como delgada rosa se dobla su cuerpo santo
y a través de un claro llanto los ojos del buey la ven
llora el Niñito también y la historia nos relata
que una estrella de hojalata brilló esa noche en Belén.
Ilustraciones de Ana Palmero Cáceres en Retablillo de Navidad de Ediciones Ekaré, 2008.
Te invitamos a escuchar este hermoso poema navideño en la voz y música de Iván Pérez Rossi
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