Nanohojas de carbono provenientes de las cáscaras de tamarindo podrían convertirse en una fuente de energía para distintos tipos de vehículos eléctricos.
Aunque pueda sonar a ciencia ficción, un equipo internacional de científicos, coordinados por la Universidad Tecnológica de Nanyang, Singapur convirtió cáscaras de tamarindo, ricas en carbono, en nano láminas de este material.
Los desarrolladores esperan que estas nanohojas de carbono, componente clave que almacena energía en los súpercondensadores, se conviertan en una alternativa sostenible a las producidas industrialmente.
Estas nano láminas mostraron una buena estabilidad térmica y conductividad eléctrica, que las convierte en opciones prometedoras para el almacenamiento de energía.
Equipo internacional
Un equipo internacional de científicos dirigido por la Universidad Tecnológica de Nanyang (NTU) de Singapur, encontró una novedosa manera de aprovechar las cáscaras de tamarindo, y reducir al tiempo el problema de eliminación de estos desechos.
Al procesar estas conchas ricas en carbono, los científicos convirtieron este material en nanohojas de carbono, componente clave de los súpercondensadores o dispositivos de almacenamiento de energía utilizados en autobuses, vehículos eléctricos, trenes y ascensores.
El equipo de investigadores de NTU Singapur, la Universidad de Ciencias Aplicadas de Noruega Occidental y la Universidad de Alagappa en India, aspira que estas nanohojas se conviertan en una alternativa sostenible para sus homólogas producidas de manera industrial.
“Descubrimos que el rendimiento de nuestras nano láminas, derivadas de la cáscara de tamarindo, era comparable al de sus contrapartes fabricadas industrialmente en términos de estructura porosa y propiedades electroquímicas. El proceso para hacer las nanohojas también es el método estándar para producir nano láminas de carbón activo”, explicó al respecto Steve Cuong Dang, director del estudio y profesor de la Escuela de Ingeniería Eléctrica y Electrónica de la NTU.
Ante estos resultados, los científicos explorarán la producción de las nanohojas de carbono a mayor escala con socios agrícolas. También estudiarán la posibilidad de utilizar diferentes tipos de cáscaras de frutas para producirlas.
Adicionalmente, están trabajando en la reducción de la energía necesaria para el proceso de producción, con objeto de hacerlo más respetuoso con el medio ambiente, y al mismo tiempo mejorar las propiedades electroquímicas de estos elementos.
¿Cómo se producen las nanohojas de carbono?
Para poducir las nanohojas de carbono, los investigadores primero lavaron las cáscaras de las frutas de tamarindo y las secaron a 100 ° centígrados por un periodo de seis horas. Posteriormente las molieron hasta convertirlas en polvo.
Luego, los científicos hornearon el polvo en un horno durante 150 minutos a 700-900 ° Centígrados, en ausencia de oxígeno, para convertirlos en láminas ultrafinas de carbono conocidas como nano láminas.
A medida que se realicen avances científicos en el futuro, los supercondensadores podrían tener el potencial de desempeñar un papel más relevante en el almacenamiento de energía, tanto en los vehículos eléctricos de próxima generación, como en la infraestructura de carga.
¿Cargar vehículos eléctricos con tamarindo?
“Las nanohojas de carbono se componen de capas de átomos de carbono dispuestos en hexágonos interconectados, como un panal. El secreto detrás de su capacidad de almacenamiento de energía radica en su estructura porosa que conduce a una gran superficie, lo que ayuda al material a almacenar grandes cantidades de cargas eléctricas”, explicó Dhayalan Velauthapillai.
Para Velauthapillai, jefe del grupo de investigación de nanomateriales avanzados para aplicaciones de energía limpia y salud en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Noruega Occidental, no es descartable entonces que, en un futuro no muy lejano, los nanomateriales realizados a partir de cáscaras de tamarindo puedan tener la capacidad de almacenamiento de energía suficiente para activar un vehículo eléctrico.
Reducir el desperdicio
Las cáscaras de tamarindo, fruta tropical que se conoce y se consume en todo el mundo, se descartan durante la producción de alimentos.
Por su volumen estas conchas ocupan una considerable cantidad de espacio en los vertederos, a donde llegan luego de ser eliminados como desechos agrícolas. Hasta ahora la única opción era incinerarlos o esperar a que se pudrieran.
Pero innovadoras propuestas como la de crear nanohojas de carbono con las cáscaras de tamarindo, representan nuevas oportunidades para aprovechar de manera positiva los desechos de materiales que aún pueden ser útiles. En tanto se contribuye a reducir la contaminación y mitigar el impacto humano en el medio ambiente.
Lento pero seguro
Perteneciente a la orden de las leguminosas, el tamarindo es originario de África tropical oriental. Su nombre botánico Tamarindus Indica, proviene del árabe Tamare (dátil) e “Hindi” (indio), y significa Dátil de la India.
Asegura un dicho popular que “quien planta tamarindos no cosecha tamarindos”, pues las personas aseguran que este árbol tarda entre 80 y 90 años para comenzar a dar frutos. Realmente, lo hace tras 10 años de crecimiento, un proceso largo de cualquier forma, pero cuyo resultado sin duda vale la pena: una fruta con múltiples propiedades nutricionales. Por ello vale más afirmar que quien planta tamarindos cosecha salud y bienestar.
Como se ha visto, el tamarindo tiene mucho que ofrecer, incluso en sus cáscaras, hasta ahora consideradas como desecho, las cuales, gracias a una innovadora visión, pueden convertirse en nanohojas de carbono y llegar a proveer energía a vehículos eléctricos.
Con información de El Periódico de la Energía, Tecnodiario e Ineltec
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