Como cada 13 de agosto, celebraron en Nueva Esparta el día de la Cotorra Margariteña, ave regional de ese estado insular. Este 2019 había más razones para festejar, más de 140 cotorras fueron liberadas sólo este año como resultado de las acciones adelantadas por un grupo de venezolanos que trabajan, desde hace más de tres décadas, para traer buenas noticias a favor de la conservación de esta especie bajo amenaza de extinción.
Estas buenas nuevas se suman al premio Whitley Gold Award, conocido como el «Oscar Verde», recibido en el mes de mayo por el ecólogo venezolano Jon Paul Rodríguez en reconocimiento a su excepcional compromiso por la conservación, justamente por su trabajo a favor de la cotorra cabeciamarilla.
Son las acciones que, en el marco de un programa de protección de la cotorra margariteña lleva a cabo la Fundación Provita en los espacios de la arenera La Chica – Hato San Francisco, desde la década de 1980, las que han traído estas buenas noticias a Margarita y a toda Venezuela.
Tres décadas trabajando
Desde 1987 la Fundación Provita ha venido trabajando a favor de la conservación de la naturaleza. En los últimos tres años han logrado poner en libertad a 310 volantones de cotorra margariteña, un importante logro para la conservación de esta especie.
En el 2019 van 140 cotorras liberadas. «Estamos muy felices, pues se trata del mayor número de aves liberadas en un mismo año, desde que el programa inició hace 30 años. Esta cifra ha sido posible gracias al trabajo que desarrollamos en alianza con la comunidad, otras ONGs, el sector privado y entes del Estado» explican desde la cuenta en la red social Twitter de la Fundación @Provita_org.
La cotorra margariteña incluso es una de las especies que aparece en el libro para colorear «Aves de la Península de Macanao», un medio para enseñar de manera amena los pequeños a distinguir los colores y características de 19 aves de la región neoespartana, y los motiva a sumarse a la acción ecologista a favor de ellas.
Más buenas noticias
Jon Paul Rodríguez, presidente de Provita, recibió el pasado mes de mayo el Gold Award del Whitley Fund en la Royal Geographical Society. El premio, otorgado por el Plan de Acción para la cotorra cabeciamarilla, es un reconocimiento al trabajo desarrollado por Rodríguez y el equipo de Provita a favor de la protección de estas aves de la caza furtiva y la pérdida de hábitat en la Isla de Margarita, la más grande y con mayor biodiversidad del Caribe venezolano.
Rodríguez es uno de los fundadores de Provita, organización sin fines de lucro que por más de treinta años ha trabajado para proteger la vida silvestre en peligro de extinción en Venezuela.
En el caso de la cotorra margariteña, Provita trabaja junto a las comunidades, propietarios de terrenos privados y autoridades para combatir la caza furtiva y restaurar el hábitat natural. Han jugado un papel clave en la lucha contra el comercio ilegal de esta ave y trabajan con las comunidades para dejar atrás la tradición de mantenerlas como mascotas.
Rodríguez fue electo, en 2016, presidente de la Comisión para la Supervivencia de las Especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), siendo la primera persona no nacida en Europa o América del Norte en ocupar este cargo.
«El trabajo de Jon Paul ha sido crucial para cambiar la situación de la cotorra cabeciamarilla”, aseguró Edward Whitley, fundador del WFN, quien valoró de manera especial el trabajo con comunidades locales.
“Jon Paul y su equipo de Ecoguardianes en Provita son un faro de esperanza en la misión de proteger a las especies en peligro de extinción», afirmó Whitley.
Pero ¿cómo lo hicieron?
El trabajo comenzó tras la extinción de la cotorra margariteña en las islas vecinas. Entre sus logros están el aumento de la población de cotorras cabeciamarillas en vida silvestre en la isla de Margarita, pasando de 650 a alrededor de 1.700 en la actualidad y, además, han reducido en un 83 % los ataques a nidos silvestres desde 2004 pero ¿cómo lo hicieron?
Una de las mayores amenazas para la cotorra margariteña, única especie del género Amazona que ha logrado adaptarse a un ambiente desértico, ha sido la invasión de su hábitat por empresas que extraen arena para la construcción.
Provita realizó alianzas con la comunidad y con compañías de extracción de arena para salvaguardar y restaurar el hábitat de la vida silvestre. Estas alianzas les permitieron conservar 700 hectáreas de bosque seco para estas aves.
Además, luego de aislar el área de anidación, comenzaron a trabajar en la recuperación del bosque afectado por las actividades de extracción de arena. El trabajo de restauración ecológica empezó hace 10 años mediante la instalación de ocho viveros comunitarios.
Con ayuda de investigadores del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC,) trabajaron en el enriquecimiento de los suelos para plantar en las quebradas dos mil árboles de importancia ecológica para el hábitat de la cotorra, como el guayacán y el palo sano.
La otra gran amenaza para la cotorra margariteña es la extracción de aves de sus nidos, que llegó a niveles incontrolables. En 2017 un estudio sociológico encontró que la reducción de su población se debía, principalmente, a la captura para su uso como mascotas en Macanao y para su venta en otros mercados.
Una de las acciones más efectivas para luchar contra esto ha sido la conformación de un equipo de EcoGuardianes, jóvenes de la comunidad dedicados a la protección de nidos, a los que se les impartió conocimientos básicos de biología y conservación, monitoreo de nidos y reparación de nidos artificiales.
Incluir el programa de educación ambiental en el currículo de 13 escuelas de la zona, fue otra de las acciones determinantes.
Cotorra en peligro
La cotorra cabeciamarilla habita en la Península de Macanao, en la costa oeste de la Isla de Margarita, una de las últimas seis poblaciones de la amazona de hombros amarillos.
También conocida como cotorra margariteña o cota, se encuentra en las regiones costeras de Venezuela y en Bonaire. Hoy sólo quedan poblaciones en estos dos países, de los seis en los que habitaba originalmente.
Con el nombre científico de Amazona barbadensis, esta ave se encuentra en Peligro según el Libro Rojo de la Fauna Venezolana y en la categoría de Vulnerable, según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza).
La cotorra es una especie paraguas, el tamaño de sus poblaciones es un indicador positivo de otras especies como el cunaguaro, el venado de Margarita, el conejo o la iguana, además es una especie representativa del acervo cultural de la isla de Margarita.
Una serie de actividades en la isla giran alrededor de esta emblemática ave, tales como festivales, alianzas con turismo que ofrecen rutas de senderismo y la posibilidad del avistamiento de aves, entre otras iniciativas que, a su vez, han promovido la aparición de pequeños establecimientos que brindan servicios a los visitantes y generan ingresos a las comunidades.
Combinar el trabajo científico con la transformación social de las comunidades, teniendo como objetivo común la conservación de nuestras especies es posible, y la historia de la cotorra margariteña así lo evidencia.
Pero de la misma forma se evidencia que, como en muchos casos de especies en riesgo en nuestro país, su mayor amenaza proviene de la mano del hombre. Debemos asumir con compromiso la responsabilidad de la protección de animales en peligro como la de la cotorra cabeciamarilla, representativa de Nueva Esparta y de lo afirmativo venezolano.
Con información de Mongabay, Actualidad RT, Provita y Whitley Award
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