Desde la aparición de los transgénicos se han cuestionado sus beneficios y amenazas. Ante la escasez de recursos naturales y el impacto de la familia humana en ellos, se teme que la introducción de cultivos modificados genéticamente podría implicar una ruptura en el orden natural, con consecuencias imposibles de predecir.
El tema de los transgénicos parece ser un eterno debate. Por un lado, se argumenta que pueden aumentar la productividad y el valor nutritivo de los productos, ayudando a reducir el hambre en el mundo. Por otro, se temen los posibles riesgos, para la salud humana y el ambiente.
Los científicos consideran a los avances en biotecnología como un importante nuevo conjunto de instrumentos, mientras la industria encuentra en ellos una oportunidad para incrementar sus ingresos. En tanto, el público desconfía de los transgénicos, y los gobiernos carecen de políticas congruentes, instrumentos e infraestructuras adecuados de reglamentación.
Justamente porque el desarrollo de la tecnología transgénica abre una cantidad ilimitada de posibilidades, genera múltiples dudas. El tema tiene complejas implicaciones en lo social, cultural, político, económico y filosófico.
¿Qué son los transgénicos?
Los transgénicos son organismos modificados mediante ingeniería genética, al introducir en ellos uno o varios genes de otras especies.
Se trata de una aplicación tecnológica que utiliza sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados con el fin de crear o modificar productos o procesos para usos específicos.
Actualmente, los cultivos y alimentos transgénicos incorporan básicamente genes de bacterias, pero las posibilidades son amplias.
Sin embargo, al contrario de lo que afirma la industria biotecnológica, se trata de una técnica inexacta, y no se tiene control de sus consecuencias pues, resulta imposible predecir el impacto de los transgenes en los organismos modificados genéticamente, y en los ambientes en donde estos se liberan.
Cuestión de evolución
La vida actual de la gran familia humana es producto de la evolución. Por siglos se ha utilizado el cruce de los mejores ejemplares de cada especie para mejorar cultivos y razas ganaderas. La selección de semillas se llevaba a cabo en forma rudimentaria desde tiempos ancestrales, con métodos convencionales como selección y cruzamientos, complementados posteriormente con técnicas citogenéticas y de mutagénesis artificial.
La biotecnología busca determinar la constitución genética de las plantas para adaptarlas a las necesidades del ser humano, como aumentar rendimiento y calidad, y extender el área de explotación.
Pero al modificar el genoma mediante ingeniería, desaparecen el tiempo biológico necesario para estabilizar las variedades y el proceso evolutivo de cada especie, introduciendo en los alimentos seres vivos de los que se desconoce cómo interactúan en un ecosistema complejo, así como sus posibles consecuencias en la salud.
Se plantea que esto podría romper el equilibrio natural debido a una posible transferencia de las propiedades transgénicas a cultivos nativos.
¿Seguros?
Aun cuando la industria de transgénicos difunde la idea de que son seguros y existen investigaciones favorables al respecto, la mayor parte son hechas o financiadas por las corporaciones que venden estos productos, o realizadas a partir de sus datos. Es por ello que continuan planteándose dudas sobre la inocuidad de los alimentos, la presencia de alérgenos, la creación de nuevas toxinas y el desarrollo de resistencia a los antibióticos.
Por otro lado, hay un impacto evidente de los transgénicos sobre la salud humana, relacionado con el aumento del uso de agro tóxicos. Estos venenos se suman a los agroquímicos que ya existían por la agricultura industrial.
La incertidumbre en torno a los efectos de los transgénicos se incrementa por la existencia de estudios con ratones realizados en universidades europeas, que demuestran daños causados por éstos en su salud. Decenas de artículos científicos alertan sobre una relación más que casual entre alimentos transgénicos y efectos adversos para la salud.
Entre los efectos negativos determinados a partir de estudios en animales se ha señalado: riesgos de infertilidad, desregulación inmune y de genes asociados con síntesis de colesterol y regulación de insulina, envejecimiento acelerado; así como posibles afecciones en el hígado, riñones, bazo y sistema gastrointestinal.
Las promesas de los transgénicos
Partidarios de los transgénicos sostienen que la adición de genes en las plantas para desarrollar resistencia a insectos, ayuda a preservar el medio ambiente porque reduce el uso de pesticidas, herbicidas y plaguicidas. En el plano económico, aseguran que los cultivos transgénicos son más rentables, pues los costes disminuyen al no tener que invertir dinero en insecticidas y herbicidas.
También plantean que se pueden crear plantas más fuertes, capaces de resistir condiciones extremas de temperatura o sequía. Incluso dicen se podría lograr un mayor aprovechamiento del suelo porque mediante la manipulación genética, es posible crear semillas que crezcan en tierras desaprovechadas, afectadas por la erosión, falta de agua o concentración de minerales.
Otra promesa de los cultivos transgénicos es la posibilidad de mejorar las cualidades alimenticias y las propiedades nutricionales de los alimentos.
Con respecto a las patentes, alegan que pueden servir también como base para el desarrollo de nuevos productos, lo que a la larga genera competencia y baja los precios.
¿Logros?
La siembra de transgénicos comenzó a finales del siglo XX. Desde entonces, lejos de combatir el hambre, según cifras de la FAO y la OMS, ha aumentado la cantidad de personas malnutridas y obesas. Luego de más de dos décadas no se han podido demostrar los prometidos beneficios. Por el contrario, los resultados indican que no tienen mayor rendimiento, los impactos ambientales son graves por el incremento en el uso de agro tóxicos, y los costes socioeconómicos son altos.
No hay cultivos transgénicos comerciales resistentes a la sequía o tolerantes a la salinidad, no los hay más productivos ni más nutritivos.
Hasta ahora la biotecnología ha atendido pocos problemas de escasos cultivos, importantes únicamente para los sistemas de producción de países en desarrollo.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), ha planteado lo complejo de encontrar el equilibrio entre el interés por la modificación genética y la percepción por parte de la industria privada de oportunidades para obtener mayores ganancias, la inversión en investigación orientada a la seguridad alimentaria mundial, a la inocuidad y calidad de los alimentos, sostenibilidad, y disposición para el público en general.
Más claves detrás de los transgénicos
Las estadísticas indican que el 70% de la población mundial es alimentada por pequeños productores. Y, aunque el sistema agroalimentario industrial solo llega al 30%, utiliza entre el 75 y el 80% de la tierra arable, y el 70% de agua y combustibles de uso agrícola en el mundo. Adicionalmente, el 50% de los alimentos de la cadena industrial termina en la basura.
Un inventario mundial de aplicaciones agrícolas y productos biotecnológicos de la FAO, ha determinado que la superficie agrícola dedicada a cultivos modificados genéticamente, crece de forma rápida. En la actualidad, el 75% de los transgénicos están plantados en países industrializados, y más del 99 % corresponden a cuatro tipos de cultivos: soja, maíz, canola y algodón. Todos ellos son commodities, o mercancías industriales, manejados por grandes empresas. El 98% está sembrado en diez países, mientras 169 naciones no permiten su siembra comercial.
Se benefician las seis transnacionales que controlan el 100% de las semillas transgénicas en el mundo: Monsanto, Syngenta, DuPont, Dow Agrosciences, Bayer y Basf. Además, controlan la producción de químicos, el 76% del mercado mundial de agro tóxicos y el 60% del mercado mundial de todo tipo de semillas. Y también dominan el 75% de toda la investigación privada sobre cultivos.
Nunca antes en la historia había ocurrido tal grado de concentración corporativa en un sector esencial para la vida, la alimentación. Estas transnacionales controlan las semillas, llave de toda la red alimentaria, pasando a ser un instrumento corporativo de control de la agricultura.
Privatizar la vida
Muchos consideran un riesgo que los transgénicos estén en manos de transnacionales, pues se han convertido en un lucrativo negocio. Las semillas que antiguamente eran obtenidas por los agricultores en su interacción con la naturaleza, ahora son productos que deben comprar.
Las corporaciones desarrollaron una tecnología que actúa como “patente biológica”. Las secuencias transgénicas les pertenecen. Lo anterior puede convertir ese recurso público en privado, lo que tendría serias consecuencias en el mantenimiento de la diversidad.
La contaminación transgénica es motivo de juicios legales. Aunque la siembra comercial de cultivos transgénicos solo está permitida en 27 países, se han encontrado 396 casos de contaminación transgénica de cultivos en más de 50 naciones.
Esto, además, atenta contra los derechos de los agricultores a resembrar sus propias semillas, reconocidas por la FAO por el legado de 10.000 años de agricultura con el que han contribuido al sustento de la humanidad.
Transgénicos y dependencia
Para muchos, permitir transgénicos en un país es entregar la decisión sobre un vital aspecto a unas pocas transnacionales, es entregar la soberanía.
Otra alerta importante es que, estas nuevas técnicas de mejoramiento de cultivos, aumentarán la brecha entre los que tienen más o menos recursos en una especie de neocolonialismo que promueve la dependencia de los agricultores, a las grandes empresas proveedoras de semillas e insumos agrícolas.
La concentración y explotación privada de estas tecnologías en manos de un pequeño conjunto de transnacionales podría no solo generar las condiciones para abusos, sino también hacer que la investigación se oriente exclusivamente en función de los criterios de rentabilidad, ignorando las necesidades de los agricultores o mercados que no sean económicamente atractivos.
Se sienten las consecuencias
Los cultivos transgénicos han significado a su vez, un incremento sin precedentes del uso de agrotóxicos. En Estados Unidos, Brasil y Argentina, los tres principales productores de cultivos transgénicos, que en conjunto producen casi el 80% de la cosecha global, existen claras y preocupantes evidencias.
Por otro lado, debido al uso intensivo de herbicidas, existen malezas resistentes a los agrotóxicos, haciendo que las empresas manipulen genéticamente los cultivos para hacerlos tolerantes a herbicidas cada vez más fuertes.
El comienzo de siembra de transgénicos coincide, además, con la agudización de la crisis climática y los problemas ambientales más graves como la pérdida de biodiversidad, acidificación de océanos, contaminación y agotamiento del agua dulce, erosión de suelos, la excesiva cantidad de fósforo y nitrógeno vertidos en los cuerpos de agua y la tierra, y la contaminación química.
¿Por qué se oponen los pequeños productores?
Para la mayoría de los pequeños productores, los transgénicos son una amenaza que se suma a su precaria situación económica. La industria biotecnológica los desplaza, a pesar de que alimentan la mayoría del mundo. A lo que se añade la afectación de sus semillas y formas de producción, aumentando el hambre y contaminando todo.
Aunque entidades como la FAO reconocen el potencial de estas nuevas tecnologías, advierten sus complicaciones y la necesidad de proceder con cautela.
Los cultivos transgénicos están llenos de incertidumbres, riesgos y no muestran muchas ventajas. La semilla es más costosa, rinde menos, requiere más agrotóxicos y, al estar patentada, la contaminación transgénica es un delito. Según datos de analistas, la investigación y desarrollo de una semilla transgénica cuesta en promedio 136 millones de dólares, mientras que el desarrollo de una semilla híbrida requiere un millón de dólares.
Para alimentar al mundo no se necesitan cultivos uniformes, de alta tecnología y alto riesgo, sino diversidad de semillas, en manos de los millones de pequeños productores que alimentan a la mayoría de la humanidad.
Fuentes:
- Amigos de la Tierra
- ¿Por qué los cultivos transgénicos son una amenaza a los campesinos, la soberanía alimentaria, la salud y la biodiversidad en el planeta?
- Las semillas transgénicas: ¿Un debate bioético? Jesús Casquier y Rodomiro Ortiz
- Cultivos genéticamente modificados. Louise O. Fresco, subdirectora general, Departamento de Agricultura de la FAO.
No te pierdas
> Agricultura a pequeña escala y seguridad alimentaria
> Contaminación química rebasa el límite seguro para la vida en la Tierra