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El limonero del Señor

por Equipo Editorial
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El limonero del Señor

«El limonero del Señor» es un poema de Andrés Eloy Blanco, inspirado en la historia del primer gran milagro del Nazareno de San Pablo que la tradición popular ubica entre los años 1696 y 1697, en una Caracas aquejada por una terrible epidemia de fiebre amarilla o vómito negro.

Cuentan que el miércoles santo los fieles sacaron al Nazareno en procesión y cuando pasaban por la esquina de Miracielos, la corona de espinas de la imagen del Cristo martirizado se enredó en un limonero y uno de los devotos gritó: «¡Milagro, milagro!».  Se afirma que el consumo de jugo del limón puro o en infusión curó a todos los contagiados, lo que puso fin al contagio de la enfermedad.

Escribió el poeta:

Y veinte manos arrancaban
la cosecha de curación
que en la esquina de Miracielos
de los cielos enviaba Dios.
Y se curaron los pestosos
bebiendo el ácido licor
con agua clara de Catuche,
entre oración y oración.

Con estos versos el escritor  venezolano, nacido en Cumaná, estado Sucre, en 1897, rinde homenaje a la devoción hacia el Nazareno de San Pablo y a la tradición de los caraqueños que, cada miércoles santo, recorren la ciudad acompañando a la venerada imagen del hijo de Dios en camino a su crucifixión.

 

Entre epidemias se consolidó la devoción al milagroso Nazareno de San Pablo

 

Este miércoles santo, el Nazareno será acompañado a distancia con las oraciones y agradecimiento de sus devotos, en el resguardo de sus hogares, debido a la pandemia del COVID-19 que este 2020, lleva a la familia humana a replantearse los valores tanto materiales como espirituales de su existencia.

Especialmente en esta circunstancia excepcional que afecta al mundo entero, en este momento de recogimiento y reflexión,  precisamos volcarnos sobre nuestros valores culturales, conocerlos, apreciarlos y preservarlos.

 

El limonero del Señor

 

Compartimos el texto completo de este hermoso poema de Andrés Eloy Blanco, quien en su obra literaria enalteció muchas de las tradiciones que conforman nuestro patrimonio cultural y fortalecen lo afirmativo venezolano:

El limonero del Señor

En la esquina de Miracielos
agoniza la tradición.
¿Qué mano avara cortaría
el limonero del Señor…?
Miracielos; casuchas nuevas,
con descrédito del color;
antaño hubiera allí una tapia
Y una arboleda y un portón.

Calle de piedra; el reflejo
encalambrado de un farol;
hacia la sombra, el aguafuerte
abocetada de un balcón,
a cuya vera se bajara,
para hacer guiños al amor,
el embozo de Guzmán Blanco
En algún lance de ocasión.

En el corral está sembrado,
junto al muro, junto al portón,
y por encima de la tapia
hacia la calle descolgó
un gajo verde y amarillo
el limonero del Señor.
Cuentan que en pascua lo sembrara,
el año quince, un español,
y cada dueño de la siembra
de sus racimos exprimió
la limonada con azúcar
Para el día de San Simón.

Por la esquina de Miracielos,
en sus Miércoles de dolor,
el Nazareno de San Pablo
Pasaba siempre en procesión.

Y llegó el año de la peste;
moría el pueblo bajo el sol;
con su cortejo de enlutados
pasaba al trote algún doctor
y en un hartazgo dilataba
su puerta «Los Hijos de Dios».

La Terapéutica era inútil;
andaba el Viático al vapor
Y por exceso de trabajo
se abreviaba la absolución.

Y pasó el Domingo de Ramos
y fue el Miércoles del Dolor
cuando, apestada y sollozante,
la muchedumbre en oración,
desde el claustro de San Felipe
hasta San Pablo, se agolpó.

Un aguacero de plegarias
asordó la Puerta Mayor
y el Nazareno de San Pablo
salió otra vez en procesión.
En el azul del empedrado
regaba flores el fervor;
banderolas en las paredes,
candilejas en el balcón,
el canelón y el miriñaque
el garrasí y el quitasol;
un predominio de morado
de incienso y de genuflexión.

—¡Oh, Señor, Dios de los Ejércitos.
La peste aléjanos, Señor…!

En la esquina de Miracielos
hubo una breve oscilación;
los portadores de las andas
se detuvieron; Monseñor
el Arzobispo, alzó los ojos
hacia la Cruz; la Cruz de Dios,
al pasar bajo el limonero,
entre sus gajos se enredó.
Sobre la frente del Mesías
hubo un rebote de verdor
y entre sus rizos tembló el oro
amarillo de la sazón.

De lo profundo del cortejo
partió la flecha de una voz:
—¡Milagro…! ¡Es bálsamo, cristianos,
el limonero del Señor…!

Y veinte manos arrancaban
la cosecha de curación
que en la esquina de Miracielos
de los cielos enviaba Dios.
Y se curaron los pestosos
bebiendo el ácido licor
con agua clara de Catuche,
entre oración y oración.

Miracielos: casuchas nuevas;
la tapia desapareció.
¿Qué mano avara cortaría
el limonero del Señor…?
¿Golpe de sordo mercachifle
o competencia de Doctor
o despecho de boticario
u ornamento de la población…?

El Nazareno de San Pablo
tuvo una casa y la perdió
y tuvo un patio y una tapia
y un limonero y un portón.
¡Malhaya el golpe que cortara
el limonero del Señor…!

¡Mal haya el sino de esa mano
que desgajó la tradición…!
Quizá en su tumba un limonero
floreció un día de Pasión
y una nueva nevada de azahares
sobre la cruz desmigajó,
como lo hiciera aquella tarde
sobre la Cruz en procesión,
en la esquina de Miracielos,
¡el limonero del Señor…!

Andrés Eloy Blanco

 

Escucha «El limonero del Señor» en la voz del Andrés Eloy Blanco 


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