Evidencias recientes obtenidas por mapeo láser confirman la existencia en la Amazonía de una compleja y antigua sociedad con ciudades interconectadas, escondidas bajo el bosque en el valle de Upano, Ecuador.
Dos décadas antes ya se había derribado la creencia de que la antigua selva amazónica era un lugar inhóspito, escasamente poblado por primitivas bandas de cazadores-recolectores. Esto debido al descubrimiento de enormes restos movimientos de tierra, pirámides y caminos desde Bolivia a Brasil, lo que demostró que el Amazonas albergaba sociedades grandes y complejas que existieron mucho antes de que llegaran los colonizadores europeos.
Esta investigación atribuye una data de al menos 2.500 años de antigüedad a estos asentamientos, más de mil años por encima de cualquier otra sociedad amazónica compleja conocida. El hallazgo de esta red urbana tan antigua y con una estructura bastante avanzada, resalta la diversidad de antiguas culturas amazónicas no reconocidas durante mucho tiempo, que los arqueólogos apenas están comenzando a reconstruir.
“Era un valle perdido de ciudades. Es increíble”, dijo el arqueólogo francés Stéphen Rostain, director de las investigaciones en el valle de Upano.
Estudio de las antiguas culturas amazónicas
Fotografía de EFE.
Los resultados fueron presentados por la revista Science y el autor principal es Stéphen Rostain, integrante del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, quien ha trabajado en esa zona desde 1996. En el estudio participaron ocho investigadores más, incluyendo a los ecuatorianos Fernando Mejía y Ana Freire.
De acuerdo al artículo en este sitio de la provincia amazónica de Morona Santiago, ubicado a 380 kilómetros de Quito, se encontraron “los principales núcleos ceremoniales, con plataformas monumentales, plazas y calzadas, comparables en tamaño a los de otras grandes culturas del pasado, como la mexicana de Teotihuacán o la egipcia de la meseta de Guiza”. Esto apunta a que no solo se trata del entramado urbanístico más antiguo encontrado hasta el momento, sino también del más grande y organizado.
Desde hace tres décadas Rostain y su equipo centraron su estudio en Sangay y Kilamope, dos grandes asentamientos de la Amazonía, donde encontraron montículos organizados alrededor de plazas centrales, cerámica decorada con pintura y líneas incisas, así como grandes jarras que contenían los restos de la tradicional chicha de cerveza de maíz. Las fechas por radiocarbono mostraron que los sitios de Upano estuvieron ocupados alrededor del año 500 a.C., entre 300 y 600 d.C.
Los científicos analizaron los datos de más de dos décadas de investigación interdisciplinaria en la región, que serían luego ampliados con los datos obtenidos por el mapeo láser mediante el Lidar. “Sabía que teníamos muchos montículos, muchas estructuras, pero no tenía una visión completa de la región”, precisó Rostain
El mapeo con láser
Una visión integral del lugar se obtuvo con la tecnología Lidar (Light Detection and Ranging), sistema de escaneo láser y medición de la superficie y el interior de la tierra que funciona de manera aerotransportada. Tecnología que permite ver a través de la cubierta forestal y reconstruir los antiguos sitios ocultos. De esta forma, los datos de Lidar permitieron a Rostain y sus colaboradores ver las conexiones entre los asentamientos y descubrir muchas más.
“Lidar nos dio una visión general de la región y pudimos apreciar en gran medida el tamaño de los yacimientos”, afirma el arqueólogo. Los datos revelaron más de 6.000 plataformas en la mitad sur del área de 600 kilómetros cuadrados estudiada. La imagen más reciente, de enero de 2024, muestra complejos de plataformas rectangulares colocadas para formar cuadrados y distribuidas a lo largo de caminos en el sitio de Kunguints, en el valle del Upano.
Cinco asentamientos grandes y 10 más pequeños en 300 kilómetros cuadrados del valle, cada uno de ellos densamente poblado de estructuras residenciales y ceremoniales, fueron identificados por el equipo. Las ciudades están intercaladas con campos agrícolas y rodeadas de terrazas en las laderas donde la gente plantaba cultivos como maíz, mandioca y batata, encontrados en excavaciones pasadas.
Aunque los investigadores aún no saben cuántas personas vivían en el valle de Upano, los asentamientos eran grandes. Por ejemplo, el área central de Kilamope cubre un terreno comparable en tamaño a la meseta de Giza en Egipto, repleta de pirámides, o a la avenida principal de Teotihuacán en México. El alcance de la modificación del paisaje de Upano rivaliza con las “ciudades jardín” del Clásico Maya, indican los autores.
Urbanismo ancestral
Señalan como la característica más notable del paisaje “el complejo sistema de carreteras que se extiende a lo largo de decenas de kilómetros”. Las ciudades estaban conectadas entre sí por carreteras anchas y rectas, mientras que los barrios y casas por calles bien definidas. Una conclusión relevante que, por lo tanto, contradice la idea de la selva virgen e inhóspita. “Los habitantes prehispánicos de la Amazonía fueron notables constructores que modificaron intensamente su entorno y cambiaron la morfología de sus territorios y su cubierta vegetal”, precisa la investigación.
Los edificios residenciales y ceremoniales erigidos sobre más de 6.000 montículos de tierra, estaban rodeados de campos agrícolas con canales de drenaje. Los caminos más largos tenían 10 metros de ancho y se extendían de 10 a 20 kilómetros.
La red de caminos que conectan los sitios de Upano sugiere que todos existieron al mismo tiempo. Son un milenio más antiguo que otras sociedades amazónicas complejas, incluidos los Llanos de Mojos, antiguo sistema urbano recientemente descubierto en Bolivia. Las ciudades del valle de Upano eran más densas y estaban más interconectadas que los sitios de los Llanos de Mojos, dice Rostain. “Decimos ‘Amazonía’, pero deberíamos decir ‘Amazonías’”, para capturar la antigua diversidad cultural de la región, asegura.
Sin embargo, los detalles de cada cultura aún están apareciendo. Tanto en el valle de Upano como en los Llanos de Mojos los habitantes eran agricultores que construían caminos, canales y grandes edificios cívicos o ceremoniales.
Grandes asentamientos en la Amazonía
Según el artículo, “excavaciones a gran escala en plataformas y plazas de dos asentamientos importantes revelaron suelos de viviendas, con agujeros para postes, escondrijos, fosas, hogares, grandes tinajas, piedras de moler y semillas quemadas”.
Imagen cortesía de Stéphen Rostain.
Afirman los investigadores que los pueblos indígenas de la Amazonía no eran tribus seminómadas perdidas en la selva, buscando alimento. Hubo una gran variedad, diversidad de casos y algunos estaban también con un sistema urbanístico y una sociedad estratificada. “La organización general de las ciudades sugiere la existencia de ingeniería avanzada en la época”, concluyen los autores.
Si bien es difícil estimar la población, el sitio albergaba a por lo menos 10.000 habitantes y quizás hasta 15.000 o 30.000 en su punto máximo, dijo el arqueólogo Antoine Dorison, coautor del estudio y miembro del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia. Eso es comparable con la población estimada de Londres en la época romana, que en ese entonces era la ciudad más poblada de Gran Bretaña.
Investigación de larga data
Los primeros trabajos referenciales sobre el valle Upano se atribuyen a Pedro Porras un sacerdote sin estudios formales de arqueología, nacido en Ambato, Sierra de Ecuador, en 1915, quien es considerado el pionero en la investigación de la Amazonía.
En 1978, gracias a excavaciones y trabajo de campo, Porras descubrió unas 200 estructuras en esa misma zona del valle de Upano, a las que denominó Complejo de montículos Sangay. Así documentó al menos 26 conjuntos formados por hasta 23 plataformas organizadas de forma simétrica, con plazas centrales, caminos lineales excavados que unían esos conjuntos, y posibles zanjas de drenaje que terminaban en barrancos. Luego, en 1987, recogió esos hallazgos en su célebre obra Investigaciones arqueológicas a las faldas del Sangay.
Estos descubrimientos concretaron lo que decían cronistas españoles como Vázquez de Espinosa y Lope de Aguirre acerca de cómo se organizaban los grupos guerreros, de cómo iban los escuadrones de lanza dardos y lanza flechas, y del hecho de que habían “largos caminos empedrados”.
Avances en el tiempo
Porras murió en 1990 y en 1996, arrancó una investigación binacional financiada por el Gobierno de Francia. El proyecto estuvo liderado por el ecuatoriano Ernesto Salazar y el francés Stéphen Rostain, quien 26 años más tarde figura como autor principal del artículo publicado en la revista Science.
Las investigaciones de los años noventa, que se extendieron hasta 2003, obtuvieron indicios relevantes sobre, por ejemplo, el hábitat, la dieta y la antigua actividad volcánica y morfogénesis del valle.
Excavaciones a gran escala en plataformas y plazas en dos importantes asentamientos, hicieron posible descubrir suelos domésticos con agujeros para postes, escondrijos, fosas, fogones, grandes tinajas, piedras de moler y huellas de semillas quemadas.
Todo esto contribuyó a establecer tres grandes fases cerámicas que corresponden a distintas formas de habitar el territorio. Por otra parte, el análisis de las microhuellas de almidón de maíz encontradas reveló que son idénticas a las que hoy deja la fabricación de la tradicional chicha “masticada”, técnica utilizada por los pueblos ancestrales para fermentar esa bebida.
Proyecto Upano
El Instituto Nacional de Patrimonio Cultural de Ecuador (INPC) desarrolló, en 2015, el Proyecto Upano con un estudio Lidar del valle. Aviones con equipos especializados emitieron pulsos láser hacia el bosque y midieron su camino de regreso, revelando características topográficas que de otro modo serían invisibles bajo los árboles.
Un equipo multidisciplinar de 10 científicos de Ecuador, España, Rusia y Argentina, en conjunto con ingenieros del Instituto Geográfico Militar (IGM), realizó ese año la más avanzada fase de la investigación en términos tecnológicos: el mapeo de esa porción de la alta Amazonía. De ello se ocuparon los ingenieros del IGM con tecnología rusa perteneciente a las Fuerzas Armadas de Ecuador.
“Logramos identificar alrededor de 7.500 elementos positivos modificados”, explicó Alejandra Sánchéz-Polo, arqueóloga española y profesora en la Universidad de Valladolid, que participó en el estudio. “Eran toneladas de tierra movidas por comunidades prehispánicas para conformar estos montículos que nos están hablando de una estratificación y una complejidad social”, precisa la investigadora.
El estudio Un paisaje monumental prehispánico en la Alta Amazonía ecuatoriana: primeros resultados de la aplicación de Lidar en el valle de Upano, recoge los primeros análisis del escaneo láser. Mediante una nube de puntos o representación tridimensional de coordenadas se pudo establecer la forma y el tamaño de los objetos escaneados con tecnología Lidar. En detalle son: 5.415 plataformas, 1.511 colinas truncadas, 260 montículos con cimas redondeadas. Las investigadoras concluyen que la imagen que se tenía sobre el poblamiento del valle de Upano cambió con la identificación de esos macro asentamientos, lo que confirma que fue una zona intensamente ocupada en tiempos prehispánicos que no es igualada por otros asentamientos de la zona.
Monumental diversidad de la Amazonía
Arqueólogo francés Stéphen Rostain.
Gracias a la suma de tecnologías y a las décadas de estudios que han ido aportando capas de conocimientos, Rostain ofrece importantes conclusiones sobre las dinámicas de organización de esas sociedades.
En este sentido destaca que para desarrollar el urbanismo la sociedad debió ser estratificada y jerárquica. Las carreteras perfectamente rectas, las conexiones con calles, el modelo de distribución de las plataformas indica que necesariamente hubo ingenieros y arquitectos para hacerlo, porque eso no se hace al azar. En ese sentido, la jerarquización significa especialización. Así como había ingenieros debió haber obreros para cavar y construir, alguien para pescar, cultivar y recoger alimentos, al tiempo que alguien más se encargaba del comercio y la organización de ceremonias y rituales.
La monumentalidad de esas ciudades perdidas bajo la densa selva de Ecuador ha permitido tener una idea de sus formas de vida, sin embargo, Rostain advierte que no se puede hablar en detalle de las proporciones de su organización. “Siempre ha habido una increíble diversidad de personas y asentamientos en la Amazonía, no sólo en la manera de vivir. Simplemente estamos aprendiendo más de ellos”, dice.
Recientemente, los científicos también han encontrado evidencias de la existencia de intrincadas sociedades en otros lugares de la selva amazónica, como Bolivia y Brasil.
Con información de Revista Science, Sputnik News y Times Latinoamérica
Fotos cortesía de National Geographic, Stéphen Rostain y EFE
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