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Los pueblos originarios son aliados de los bosques

por Haiman El Troudi
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Desde tiempos ancestrales, los pueblos originarios han sido aliados de los bosques. Y es que, aunque representan unos 476 millones de la población mundial, los indígenas poseen, gestionan u ocupan una cuarta parte de la tierra del mundo, la cual alberga el 80% de la biodiversidad del planeta.

Estos mágicos espacios reúnen valiosos recursos para las personas y el territorio. Además, sustentan los medios de vida de 1.600 millones de personas y albergan más de la mitad de las especies terrestres de animales, plantas e insectos del mundo. Y, por si fuera poco, ciclan y reciclan el agua, manteniendo una humedad y precipitaciones constantes y saludables.

Pero los bosques no son únicamente ecosistemas valiosos para toda la gran familia humana, además son el hogar de millones de indígenas, que cada año lo ven amenazado por la deforestación sin su consentimiento.

Ante esto exigen un cambio y luchan por proteger sus tierras ancestrales, demostrando una conservación eficaz, patrullando los bosques e incluso, denunciando a gobiernos, inversionistas y urbanizadores ante los tribunales con el objetivo de proteger los bosques que están desapareciendo.

Marco Mundial para la Biodiversidad

 

 

 

El Marco Mundial para la Biodiversidad de Kunming-Montreal es un histórico acuerdo firmado en 2022 para guiar la acción global sobre la naturaleza hasta 2030. Este plantea entre sus objetivos, garantizar los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales. Asimismo, reconoce que además la necesidad urgente de dar uso sostenible de la naturaleza y que las comunidades se beneficien equitativamente de lo que se deriva de sus tierras.

Defender a las personas que luchan por proteger los bosques y la naturaleza en su conjunto, es también una parte importante del trabajo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).

Los pueblos originarios no solo luchan por seguir custodiando los ecosistemas de los que depende su modo de vida. También reclaman una distribución justa y equitativa de los beneficios de los recursos genéticos derivados de los bosques que consideran su hogar.

Pero, para que puedan seguir desempeñando su papel de aliados de los bosques, es necesario que tengan acceso a un mayor financiamiento, acorde con su papel. La falta de recursos es algo que Constantino Aucca Chutas, de ascendencia quechua, cofundador de la Asociación de Ecosistemas Andinos (Ecoandes) y Campeón de la Tierra 2022 de las Naciones Unidas, conoce demasiado bien. «Si quieres hacer una conservación y restauración significativa de los bosques, necesitas cinco años como mínimo. Pero, la mayoría de la financiación que obtenemos para proyectos de conservación es para uno o dos años. Eso no es realista», ha dicho.

Bosques de América Latina y pueblos originarios

Mujer Maya Q’eqchi’, comadrona comunitaria (atiende partos) atraviesa también los bosques para cumplir con sus labores, Guatemala.

Los territorios ancestrales de los pueblos originarios de América Latina ocupan, actualmente, entre 320 y 380 millones de hectáreas de bosques nativos. Es allí donde se almacena un tercio de todo el carbono contenido en los bosques del resto de la región y un 14% del carbono almacenado en los bosques tropicales de todo el mundo. En esos territorios comunitarios, donde se preservan los mayores niveles de biodiversidad, el área de bosque disminuyó un 4,9% entre 2000 y 2016, mientras que la deforestación fue del 11,2% en los bosques que están fuera de los territorios indígenas.

Al respecto, un informe de la Organización de Naciones Unidas (ONU) señala que los pueblos indígenas de América Latina y el Caribe son “los mejores guardianes de los bosques” y los que mejor los gestionan, pues en sus territorios “las tasas de deforestación son significativamente más bajas”.

La ganadería intensiva, el modelo agroindustrial y la minería son las principales actividades que avanzaron sobre esos territorios con máquinas o incendios en los últimos años. Así lo determinó un informe publicado recientemente por la FAO y el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe (FILAC), que reúne 300 investigaciones de los últimos 20 años.

El informe insta a los Estados a reconocer los derechos colectivos sobre esas tierras e impulsar programas públicos de servicios ambientales para reconocer a los pueblos originarios como aliados de los bosques. A su vez apunta a crear “procesos de desarrollo sostenible con identidad” como “una oportunidad para la acción climática”, que frene el avance de la deforestación y la pérdida de biodiversidad.  “Todo indica que, si no se toman medidas contundentes, los pueblos indígenas y tribales no podrán seguir resguardando los ecosistemas forestales en sus territorios como lo han hecho hasta ahora”, advierte el documento.

Derechos colectivos

La FAO y la Filac señalan que una forma de resguardar a los pueblos originarios y su condición de “guardianes de la naturaleza”, es el reconocimiento formal de los derechos colectivos de los territorios indígenas por parte de los Estados, que “frecuentemente ayuda a evitar la entrada de grupos externos que destruyen sus bosques”.

Al respecto, Julio Berdegué, subdirector general y representante regional de FAO para América Latina y el Caribe, asegura que el reconocimiento de los derechos territoriales de estos pueblos sobre sus bosques ha sido un “elemento vital y punto de partida”, que les ha permitido evitar que se realicen actividades económicas que destruyan los ecosistemas.

Foto:grafía de Nigel Dickinson.

De 404 millones de hectáreas ocupadas por los pueblos indígenas en Colombia, Bolivia y Brasil, los gobiernos han reconocido los derechos de propiedad colectiva o usufructo de 269 millones de hectáreas, según la FAO y la Filac.  Respecto a esa cifra, el informe señala que el costo de titularizar las tierras es de 6 dólares en Colombia y 45 dólares en Bolivia, mientras que el costo promedio de evitar la emisión de CO2, a través de la captura y almacenamiento de carbono fósil, tanto para centrales eléctricas a carbón o a gas, es de 5 a 42 veces más alto.

Conocimientos ancestrales

En ese contexto, FAO y Filac hacen un llamado a los gobiernos a invertir en proyectos que fortalezcan el papel que juegan los pueblos originarios en la protección de los bosques, mediante programas de manejo forestal comunitario y potenciando la cultura y conocimientos tradicionales.

“El conocimiento tradicional de los pueblos indígenas y tribales sobre la fauna y la flora, sus usos, las plagas y las enfermedades, el fuego, el clima, los suelos y cómo todos ellos responden a las prácticas humanas, aportan al manejo, aprovechamiento, restauración y monitoreo de los bosques y a la adaptación a situaciones nuevas. A los pueblos indígenas y tribales estos conocimientos les permiten no solo entender mejor los bosques, sino también sacarles mayor provecho, fortaleciendo así los incentivos para mantenerlos en buen estado”, destaca el informe.

Constantino Aucca Chutas, cofundador de la Asociación de Ecosistemas Andinos (Ecoandes) y Campeón de la Tierra 2022. Foto: cortesía de PNUMA.

Señala también que “la revitalización de las culturas, los conocimientos tradicionales y el apoyo a sus organizaciones” como un factor relevante para perpetuar la capacidad de conservación de estos aliados.

Myrna Cunningham, activista indígena nicaragüense y presidenta del Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe (Filac), afirma que “la propia cultura y espiritualidad indígena se sustenta en la protección de los bosques y la naturaleza, no en su destrucción. Somos actores clave en este momento en que la naturaleza está tan amenazada”.

Acción climática

Gracias a su capacidad para absorber y almacenar dióxido de carbono de la atmósfera, ayudando a compensar las emisiones de gases de efecto invernadero, los bosques también desempeñan un papel fundamental en la mitigación de la crisis climática. Sin embargo, debido a la deforestación, cada año se destruyen 12 millones de hectáreas de estos ecosistemas.

Para frenar esta tendencia es necesario desvincular la producción de materias primas de la deforestación. Hasta la fecha, uno de los mayores impedimentos para lograrlo ha sido el financiamiento de la agricultura sostenible, las soluciones basadas en la naturaleza y la conservación.

«Los pueblos indígenas y tribales, y los bosques en sus territorios, cumplen un papel vital en la acción climática global y regional, y en la lucha contra la pobreza, el hambre y la desnutrición», destaca sobre esto el representante regional de la FAO, Julio Berdegué.

Las investigaciones se centran, principalmente, en la Amazonía, que se acerca a un punto de inflexión que podría desatar “una reacción en cadena en la que la deforestación reduce las lluvias y aumenta la temperatura, y eso a su vez eleva la pérdida de bosques debido a las sequías e incendios forestales. Así, en unas pocas décadas, el ecosistema de bosque húmedo del este y sur de la cuenca se podría convertir en uno de sabana”. Lo que impactaría no solo en el clima global sino también en la producción de alimentos.

Territorios de pueblos originarios reducen emisión de GEI

En el Amazonas, sentencia el informe, “aunque los territorios indígenas abarcan el 28 % de la cuenca, solo fueron responsables por el 2,6 % de las emisiones de carbono”. Myrna Cunningha señala que esto “evidencia que su voz debe tenerse en cuenta en todas las iniciativas relacionadas con el cambio climático, la biodiversidad y la silvicultura”.

Los pueblos originarios, que suponen más de 60 millones de habitantes de la región, participan en la gobernanza comunal de entre 320 y 380 millones de hectáreas de bosques, que almacenan alrededor de 34.000 millones de toneladas métricas de carbono, lo que representa más que todas las zonas verdes de Indonesia, acota el mencionado documento. Sin embargo, el avance de la deforestación barre con ese servicio ambiental.

De acuerdo al análisis de estudios de casos en Colombia, Brasil y Bolivia; la tasa de deforestación dentro de los bosques indígenas, donde se ha asegurado la propiedad de la tierra, es 2,8 veces menor que fuera de esas áreas. De esa manera se evitaron entre 42,8 y 59,7 millones de toneladas métricas de emisiones de CO2 cada año. Algo así como sacar de circulación entre 9 y 12,6 millones de vehículos durante un año.

Amenazas y nuevas esperanzas

Nemonte Nenquimo, del pueblo indígena Waorani de Ecuador, Campeona de la Tierra de la ONU 2020 . Foto: cortesía de PNUMA.

Para frenar la deforestación de los bosques resulta fundamental la presión de los pueblos originarios para que se protejan sus derechos sobre las tierras y territorios. Constantino Aucca Chutas, quien tiene 30 años dedicado a su conservación indica que «las comunidades indígenas no talan bosques enteros. Cortan algunos árboles o ramas, pero nunca bosques enteros. El bosque y las criaturas que viven en él son como su familia».

Pero esta capacidad de los pueblos indígenas para cuidar a los bosques está siendo “erosionada por muchas actividades como la minería ilegal, grupos criminales ligados al tráfico de droga o la sobreexplotación de actividades agrícolas con la siembra y el transporte de cultivos ilícitos”, señaló Berdegué, representante de la FAO.

Este informa explica que respecto a la deforestación también afecta el incremento constante en la demanda internacional de minerales, combustibles, productos forestales, turismo y la expansión continua de caminos e infraestructuras de transporte.

En los últimos años, un gran número de representantes de pueblos originarios se han enfrentado a gobiernos y poderosas empresas para proteger sus tierras ancestrales y su modo de vida. Destaca el caso de Nemonte Nenquimo, del pueblo indígena Waorani de Ecuador, Campeona de la Tierra de la ONU 2020, quien en 2019 encabezó una demanda que prohibió la extracción de recursos en 500.000 acres de sus tierras ancestrales. La victoria de ese proceso judicial ha traído nuevas esperanzas a comunidades indígenas de todo el mundo aliadas de los bosques.

 

Con información de UNEP, Agencia Tierra Viva y Filac

Fotos cortesía de FAO, Filac, EFE y PNUMA


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