Con la partida física de Isaías Rodríguez, quien murió este domingo 12 de enero, a la edad de 82 años, se marcha un trozo de la candente historia venezolana del siglo XXI, y muy específicamente del relato de los sucesos de abril de 2002.
Si se parte de la base de que ese golpe de Estado fue fundamentalmente mediático, hay que reconocerle a Rodríguez el mérito de haber sido el primero que logró abrir una rendija en el muro que la todopoderosa maquinaria comunicacional privada había construido para que el relato de esas horas tuviese una versión única, sin posibilidad de discrepancias.
Cierto es que hubo un contragolpe militar y gigantescas movilizaciones espontáneas del pueblo civil, pero sin la jugada maestra del entonces fiscal general de la República, aquel 12 de abril , es muy probable que la historia hubiese tomado un rumbo distinto.
Rodríguez, destacado jurista, pero, sobre todo, un astuto llanero (había nacido en Valle de la Pascua, estado Guárico, en 1942), convocó a los eufóricos medios de comunicación a su despacho de la avenida México, dejando correr la especie de que se disponía a renunciar a la jefatura del Ministerio Público. Una vez logrado el objetivo de que lo pusieran al aire en vivo, a través de las televisoras y radioemisoras de Venezuela y el mundo, soltó la bomba: «Chávez no renunció, esto es un golpe de Estado».
Apenas pronunció esas palabras, los medios lo sacaron de sus transmisiones. Pero ya la tronera estaba abierta en la línea de flotación del gobierno de facto.
En una de las entrevistas que le concedió a LaIguana.TV, el también exvicepresidente ejecutivo de la República (la primera persona en ocupar ese cargo) y constituyente de los años 1999 y 2017, contó este episodio de esos trepidantes días:
«La historia es larga. Bastante tiempo antes, Chávez estaba convencido de que iban a intentar un golpe de Estado y que nada podía ya impedirlo o detenerlo. Sólo podía maniobrar para salir lo menos traumatizados posible. Me dijo una cosa que me conmovió mucho: ‘Isaías, tú estás metido en esto porque yo te convencí. Tú estabas tranquilo con tu bufete, con tu Derecho, y yo fui el culpable de que tú te metieras en estas cosas. Y como el golpe es irremediable y no sé qué consecuencias va a tener, quiero decirte que es injusto que afecte a dos personas: a ti y a mi papá. Así que si tú renuncias a la Fiscalía, yo lo comprendo, porque esta no era tu vida, yo te la cambié. Si quieres renunciar, buscamos la manera de que tú salgas'».
Rodríguez prosiguió: «Yo le dije: ‘No, presidente, yo estoy metido en esto antes que usted y no estoy aquí porque usted me sedujo, sino porque creo que es una oportunidad para Venezuela, para la historia del país y para la lucha política. Yo aquí me quedo, no crea que yo no sabía los riesgos que corría. Yo no me voy’».
Indicó que esa conversación con Chávez jugó un papel determinante a la hora el golpe. «Se me vino clarita. Me pregunté si yo estaba allí por casualidad o por causalidad. En ese momento, Yeneiza (Delgado, su directora de Relaciones Institucionales) me dijo que los periodistas me querían entrevistar porque tenían información de que iba a renunciar. Le dije que iba a pensar si los recibía o no. Un rato después decidí recibirlos y Yeneiza me dijo: ‘No sé qué es lo que va a decir ni quiero que me lo diga, pero le voy a dar dos consejos de periodista: no deje que lo graben para que no lo editen; y comience hablando, antes de que le hagan preguntas’. Tomé en cuenta los dos consejos, que fueron muy buenos, y exigí que me sacaran al aire, en vivo. Para ellos, yo iba a renunciar y no sé si incluso creían que iba a sumarme al golpe. Cuando llegué a dar las declaraciones, confieso que no sabía para dónde iba. Sólo quería desmentir que Chávez hubiese renunciado, porque me constaba. Yo había enviado fiscales, la fiscal militar había hablado con él; Aristóbulo me había dicho que no había renunciado; otros parlamentarios y ministros me dijeron lo mismo. Sentía como si estuviera armando un puzle, un rompecabezas, y faltase una pieza. Había algo que no entendía, que me decía que lo que estaba pasando no era lo que parecía. Además, por conocer a Chávez, sabía de su gran capacidad para decidir. Él no era un hombre de renuncias y si hubiese renunciado lo hubiese hecho con condiciones. Además, cuando leían la supuesta renuncia, nunca mostraban la firma. Ese conjunto de cosas, más la conversación que había tenido con Chávez, me estaban dando vueltas en la cabeza. Sentí que esa que yo tenía era la última posibilidad de decirle al país lo que estaba pasando. No me pasó por la cabeza que me fueran a matar; tampoco que aquello fuera a dar un alerta y produjera lo que produjo. Para mí se trataba de ser consecuente conmigo mismo, con la causa con la que estaba comprometido. No pensé que me fuera a implicar un riesgo de ninguna naturaleza».
Rodríguez precisó que la rueda de prensa duró 1 hora y 5 minutos, pero las televisoras y radioemisoras lo sacaron del aire a los 3 minutos 17 segundos. «Fue un gran error de ellos —opinó—. Han podido dejarme hablar y luego decir que yo estaba loco, pero cuando me cortaron, la gente se dio cuenta de que yo estaba diciendo lo que estaba pasando y que ellos (los medios) no querían que la gente lo supiera. El corte, más lo que dije, fue suficientes para convencer a la gente de que estaba diciendo la verdad. Además, lo dije con una gran serenidad, sin ninguna angustia interior. Recuerdo que (el general Francisco) Belisario Landis me dijo: ‘Isaías, tú no sabes qué favor nos hiciste a los militares porque nosotros no sabíamos si Chávez había renunciado o no, sobre todo después de que habló Lucas (Rincón Romero, el comandante Estratégico Operacional, quien dijo la célebre frase ‘…la cual aceptó’). Cuando tú lo dijiste nos convencimos de que no había renunciado, pensamos, si este lo está diciendo es porque lo cree y tiene elementos de convicción’. Belisario me dijo que fue a partir de entonces que se hizo una revolución de celulares y se consolidó el grupo militar que estaba al lado de Chávez. También impulsó a la gente que salió a defender su democracia, como esa señora que apareció en televisión diciendo ‘yo voté por Chávez y quiero que mi voto valga y él termine su mandato’».
Una voz crítica interna
Isaías Rodríguez, quien además fue un destacado poeta, demostró de esa forma su maciza lealtad con el proceso revolucionario, ratificada luego en los años siguientes, pues fue fiscal general hasta 2007, tras lo cual se desempeñó como embajador en Italia e integrante de la Asamblea Nacional Constituyente de 2017. A pesar de esa atemperada fidelidad, fue siempre un factor crítico, capaz de pronunciarse sobre lo que, a su juicio, eran fallas, errores y omisiones del proceso político en marcha.
Su voz cuestionadora hacia lo interno resonó en varias oportunidades con alertas sobre la corrupción y otras desviaciones del proyecto revolucionario. Advirtió sobre el declive del caudal electoral del Partido Socialista Unido de Venezuela en sucesivas elecciones y criticó la beligerancia que adquirió la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia durante los años en los que la oposición se hizo con el control del Parlamento nacional y entró en recurrente conflicto con el Poder Ejecutivo. También fue crítico de la ruta que tomó la ANC de 2017, de la que terminó separado tempranamente.
Siempre polémico, en otra de las entrevistas que dio a LaIguana.TV, expresó sus angustias acerca del clima de enfrentamiento fratricida que, en reiteradas ocasiones, se ha apoderado del país. Lo dijo hace varios años, pero sus palabras, en buena medida, siguen vigentes:
«El país podría entenderse, por sí solo, por encima de la dirigencia política. Se dice que aquí hay mucho odio, pero el odio está arriba, como la nata en la leche. Los que odian son los dirigentes. El país no odia, abajo la gente no odia. La gente está esperando que esto se resuelva. Yo le he preguntado a mucha gente qué cree que va a pasar y me dicen: ‘Espérese, doctor, lo que hay es que tener paciencia y prudencia, este país tiene mucha historia y mucha riqueza’. Eso me hace pensar que en el país no hay desespero, hay esperanza. Lo que pasa es que por un lado se quiere mantener el control del poder y por el otro lado hay una desesperación por recuperar ese poder, que se perdió».
Una licencia personal
Me permito cerrar esta nota en primera persona, señalando que tuve el enorme privilegio de entrevistar varias veces a Isaías Rodríguez, para LaIguana.TV y también para otros medios.
Me encontré siempre con una persona afable, sin poses y muy firme en sus opiniones. Pude apreciar —porque era muy transparente— su creciente preocupación por el rumbo del proceso revolucionario. Varias de las veces que hablé con él me dejó la sensación de que era la típica voz clamando en el desierto.
Por tener un perfil crítico, la oposición partidista y mediática intentó varias veces manipular sus declaraciones y hasta pusieron a circular falsas declaraciones suyas para sembrar cizaña en las filas del gobierno y su partido. Él, igual que en 2002, siempre le salió al paso a esas manipulaciones.
En 2023 y 2024 intenté contactarlo para una nueva entrevista, pero su esposa, Norelys, me informó que estaba confrontando serios quebrantos que habían requerido su hospitalización y que tenía muy reducida su movilidad.
Echaremos de menos su visión y sus contundentes puntos de vista. En nuestras conversaciones fuera de las entrevistas, creí entender que él estaba escribiendo sus memorias. Ojalá haya podido hacerlo y pronto podamos conocerlas. Sería esa una buena manera de comprender más a fondo ese trozo de historia que él protagonizó y de otros episodios significativos de los que, al menos, fue testigo privilegiado.
Clodovaldo Hernández / Laiguana.tv
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