La estrategia del Libertador Simón Bolívar de reunificar y cohesionar las fuerzas patriotas mientras desarticulaba el férreo orden del ejército realista, signó el triunfo de los revolucionarios en la batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821.
En 1820, a un año de la victoria en la batalla de Boyacá, que puso a Bogotá y Cundinamarca bajo el dominio patriota, Bolívar se trazó como meta una campaña decisiva en Venezuela que marcara su liberación definitiva. Pero era necesario crear las condiciones para el éxito absoluto, comenzando por el reencuentro y abastecimiento del Ejército Libertador.
Entonces, el destino había vuelto a aliarse con la revolución independentista venezolana. El plan ingeniado por el Libertador para reunir a las tropas en todo el territorio nacional, así como para desestructurar a las bien plantadas fuerzas imperiales, se vio providencialmente reforzado con la Revolución Liberal en España, que frenó el absolutismo del rey Fernando VII por tres años y propició un armisticio en la guerra independentista.
El ejército más poderoso de los españoles

Batalla de Boyacá.
Una fuerza calculada en 14 mil hombres poseía el ejército español en 1820, considerada la más poderosa en los países rebeldes suramericanos. Los realistas tenían el poder en Maracaibo, Coro, Puerto Cabello, La Guaira, Barcelona y Cumaná, así como en la capital (Caracas) y toda la región central del país. Al mando de los generales Pablo Morillo y Miguel de la Torre, también disponían de los grandes ingresos por la exportación de Cacao y añil.
En contraste, las fuerzas patriotas en Venezuela no superaban los 6 mil hombres y se encontraban diseminadas en un empobrecido territorio nacional, donde solamente dominaban la isla de Margarita y Maturín en oriente; San Cristóbal, Mérida y parte de Trujillo, en occidente. La provincia de Guayana, al sur y Apure, en los llanos.
Este fue el escenario que recibió al Libertador Simón Bolívar a su regreso victorioso. Se afirma que ante la precaria situación tanto económica como militar en Venezuela, además del peligro de un intento de reconquista realista de los territorios liberados en la ya para entonces Gran Colombia, el héroe caraqueño ideó la batalla decisiva para sellar la independencia venezolana.
España busca restablecer su autoridad conciliando

Firma del Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra, estado Trujillo, 25 de noviembre de 1820.
En España, también en 1820, las nuevas autoridades liberales que habían obligado a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812, texto que contemplaba una monarquía parlamentaria y el fin de la Inquisición entre otras amplias libertades, se dispusieron a restablecer su autoridad en las colonias, pero por la vía conciliatoria, prometiendo instituciones liberales, una amplia amnistía e incluso ofreciendo dignidades y empleos a los insurgentes.
El 6 de junio del mismo año, el general Pablo Morillo recibió las instrucciones para negociar un armisticio con las autoridades republicanas. Tanto el jefe realista como los líderes patriotas despreciaban la iniciativa. El primero la consideraba una humillación que poco beneficio traería. Los segundos defendían el orgullo patrio y el honor por la sangre derramada.
Pero el Libertador aprovechó la oportunidad de ganar tiempo con el armisticio y así recomponer sus fuerzas. El tratado se firmó el 25 de noviembre de 1820, en Trujillo, con el general Antonio José de Sucre en representación de la República y el brigadier Ramón Correa por los españoles. Al día siguiente llegó a su fin la Guerra a muerte, decretada por Bolívar en 1813.
Entretelones de una difícil negociación
Arduas fueron las negociaciones para lograr el tratado de Armisticio, constituidas por una serie de conferencias llenas de interrupciones y dificultades de ambas partes. “¡Están locos!: ignoran lo que mandan; no conocen el país, ni los enemigos (…) ni las circunstancias; quieren que pase por la humillación de entrar en estas comunicaciones”, habría exclamado Morillo ante su secretario y director de la Gaceta de Caracas, José D. Díaz.
No obstante, una vez sellados los arreglos para iniciar la negociación se dio la famosa entrevista de Santa Ana de Trujillo entre Bolívar y Morillo, de la que ambos escribieron favorablemente. El español calificándola como “uno de los días más alegres de mi vida”, narró: “Todos hicimos locuras de contento, pareciéndonos un sueño el vernos allí reunidos como españoles, hermanos y amigos. Crea Ud. que la franqueza y la sinceridad reinaron en esta reunión”.
“Nos abrazamos un millón de veces, y determinamos erigir un monumento para eterna memoria del principio de nuestra reconciliación en el sitio en que nos dimos el primer abrazo”, dejó plasmado el venezolano. Pero dos derechos irrenunciables siempre ensombrecieron el acuerdo: para los españoles, el de restituir su poder imperial y para los patriotas el reconocimiento de la República.
Independentistas fortalecidos por el armisticio

General Miguel de la Torre.
Además de haber otorgado tiempo para recomponer parte de las filas del ejército revolucionario, el armisticio fortaleció la imagen y el apoyo interno a los patriotas, pues la estrategia conciliatoria de los españoles fue percibida como una muestra de debilidad del Rey y como una posibilidad real de triunfo local, por quienes seguían respaldando a la corona en la República, bien por intereses económicos, bien por miedo.
Los patriotas también se vieron favorecidos por la partida del general Morillo, quien a los días de la firma del armisticio, quizás convencido de su eventual fracaso, partió de Venezuela, dejando a una parte de sus hombres desmoralizados y en manos del general de la Torre.
En efecto, la tregua pautada para seis meses apenas duró dos porque el 29 de enero de 1821, el comandante José Heras, sin consultar con el alto mando, atendió el pedido de auxilio desde la provincia de Maracaibo que había proclamado su adhesión al gobierno republicano. De nada valieron las exigencias de cumplir con el tratado hechas por de la Torre al Libertador. Se acordó que las hostilidades se reanudarían el 28 de abril.
Perdiendo también se gana

Imagen de la Revista Memorias N° 3 del Centro Nacional de Historia.
Perdiendo también se gana. Nunca un dicho popular fue tan cierto como cuando el general José Francisco Bermúdez liberó a Caracas del control imperial, como parte de la estrategia de distracción de las fuerzas enemigas (conocida como diversiones) desplegada por el Libertador en el país, viéndose obligado a perderla en un lapso de 15 días.
Siguiendo las órdenes de Bolívar, Bermúdez avanzó desde el Unare sobre Caracas con unos 1.200 soldados que batieron a unos realistas en El Guapo e hicieron que huyeran de Guatire otros 700. Fue el 12 de mayo de 1821. Dos días después entró a una Caracas evacuada por los españoles. El 20 llegó a La Victoria, pero fue repelido y obligado a retroceder a la capital para marchar en retirada a Guatire.
Pero la estrategia del Libertador desestructuró toda la formación del ejército de Miguel de la Torre, quien se tuvo que devolver cuando pretendía atacarlo por sorpresa en Guanare y que desguarneció el Occidente, al enviar a sus mejores contingentes a defender Caracas, por lo que cayeron Coro y Barquisimeto.
De igual manera, la poderosa vanguardia de Francisco Tomás Morales, obligada a moverse, dejó libre el flanco sur del general de la Torre, lo que aprovecharon las fuerzas de José Antonio Páez para avanzar. En conclusión, el general Bermúdez había perdido la batalla de Caracas, pero el Ejército Libertador, gracias a sus operaciones en el marco de las diversiones emprendidas por Bolívar, ganaría la Batalla de Carabobo.
Con información de:
Blanco, Eduardo. VENEZUELA HERÓICA (1978). Distribuidora Escolar S.A.
Revista MEMORIAS DE VENEZUELA. No 3. Mayo-junio 2008
González Rumazo, Alfonso (2001). 8 GRANDES BIOGRAFÍAS. Tomo I. Simón Bolívar. Edición de la gobernación del estado Sucre.
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2 comentarios
Más que interesante, aquellos tiempos de nuestra historia, aquellos hombres y sus nombres que hoy vemos en las calles de Valencia, más bien emocionante como forjaron lo que hoy es nuestra patria, se entiende así con orgullo y se siente así el gentilicio, nuestro gentilicio Venezolano, se entiende también el tamaño histórico de Bolivar, líder indiscutible de la identidad latino americana.
Juán José Rondón no murio en la Batalla de Carabobo, herido leve en un talón tiempo después de Carabobo en el caserío de Naguanagua en aquella época pueblo aledaño a la ciudad de Valencia en la vía hacia Puerto Cabello,contrajo el tetano y murio.