Después de una década de esfuerzo, penurias, lucha sin tregua y muertes, lanzas patriotas y armas de fuego sellaron la victoria en las sabanas de Carabobo.
La suma de las aguerridas armas de palo de los llaneros al mando de Páez, el nuevo armamento con el que se dotó a las tropas patriotas y el mando unificado y estratégico del Libertador Simón Bolívar, sellaría la independencia de Venezuela.
Los primeros años de la guerra independentista estuvieron marcados por la carencia de un buen arsenal y la falta de apoyo del pueblo, hastiado de la explotación del blanco criollo. Durante la primera mitad del conflicto, la carencia de armas colocó a las tropas libertadoras en una desventajosa posición frente a los realistas hasta 1818.
Pero el 24 de junio de 1821 convergieron en el Campo de Carabobo las aguerridas lanzas patriotas de la caballería llanera, el arsenal de armas de fuego, recibido recientemente y, más importante aún, la voluntad de los valientes soldados del Ejército Libertador quienes, sin distingo de clases, armamento o medios, se impusieron sobre las tropas imperiales, guiados por el General Simón Bolívar, el vencedor de Carabobo.
Dificultades al comienzo del camino
La insuficiencia de armamento signó a la gesta independentista desde sus comienzos. En tanto, los realistas contaban con infantería, artillería y caballería muy superior en número y efectividad.
Inicialmente, las fuerzas patriotas enfrentaron la dificultad de conseguir voluntarios para la lucha entre los años de 1810 y 1811, sumado a la carencia de armas, la cual llegó a ser tan extrema que incluso, se solicitaba a los voluntarios traer las que tuvieren en sus casas.
Decía una de las proclamas al respecto, registrada en las Actas del Supremo Congreso de Venezuela 1811-1812: “Los individuos que compongan estos cuerpos llevarán las armas que tuvieren de cualquier especie, aunque sean de palo”.
Por si fuera poco, enfrentaban dificultades para proveerse de alimentos, ropas, uniformes, calzados, medicinas, cobijas, así como de pólvora, balas, detonadores y municiones.
Bloqueo imperialista
Las diligencias para lograr su provisión ante los gobiernos de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, resultaron infructuosas. El primero arguyó como excusa neutralidad en el conflicto; el segundo aprovechó la circunstancia de su guerra contra Francia y su alianza provisional con España; y el tercero tenía dificultades por sus propias exigencias de armamento debido a las guerras napoleónicas.
Ante la carencia de un arsenal moderno, se vieron en la necesidad de utilizar armas blancas, sobre todo machetes, sables y lanzas llaneras, por lo que buena parte de las batallas fueron enfrentamientos cuerpo a cuerpo.
Pero fue la falta de apoyo popular en los primeros años de la gesta independista, la debilidad estructural de la empresa republicana en esa primera mitad del conflicto. La a población había sufrido por trescientos años de colonialismo los vejámenes y atropellos de los blancos criollos, dueños de la tierra, por lo que se rehusaban a apoyar la lucha independentista, liderada por ellos.
Falta de elementos militares
En carta dirigida a Luis López Méndez, agente de la República en Londres, fechada en Angostura, el 20 de agosto de 1817, Simón Bolívar identificaba la carencia de armamento como una de las causas principales de las derrotas sufridas por el ejército Libertador.
Decía al respecto: “Excepto Cartagena, todos los demás puntos de América que han vuelto a la servidumbre deben su ruina principalmente a la falta de elementos militares; que Venezuela no es libre hoy porque ha carecido de los mismos elementos en las circunstancias más urgentes y decisivas”.
Debido a las dificultades para lograr que los fabricantes y vendedores de armas las suministraran a los independentistas, tuvieron que recurrir a otros medios como el contrabando, robos en depósitos de armas enemigos, arrebatárselas a soldados del bando contrario caídos en batalla o improvisarlas, como fue el caso de las temibles lanzas patriotas, utilizadas por las tropas a caballo.
Las primeras armas
Fue en 1816 cuando las fuerzas independentistas recibieron por vez primera, ayuda de un gobierno extranjero. Gracias a Haití, la generosidad de su presidente Alejandro Petión y las gestiones de Bolívar, quien se encontraba desterrado en ese país.
Con las provisiones conseguidas: 3.500 fusiles, 15.000 libras de pólvora, 10.000 libras de plomo y cartuchos, embarcadas en siete goletas, organizó Bolívar la Expedición de los Cayos, empresa militar con la cual se reanudó la guerra libertadora en territorio venezolano.
Sin embargo, buena parte del armamento se perdió en las playas de Ocumare, cuando Bolívar se vio obligado a reembarcar, después de ser informado que un gran contingente de tropas enemigas se acercaba al puerto.
Una vez tomada la provincia de Guayana y a partir de 18818, el Ejército Libertador comienza a recibir apoyo de militar de Inglaterra, tras la culminación de las guerras napoleónicas. Privaba el interés británico por desalojar a los españoles de tierras americanas, y conseguir nuevos mercados para sus ingentes mercancías.
Disolución de la caballería realista
Al no haber armas de fuego y existir caballos realengos en los llanos, se impuso la caballería como un componente determinante en las batallas libradas. Además, se utilizaron pocos cañones porque no significaban mucho peligro para los cuerpos de caballería.
José Tomás Boves fue el primer jefe militar en hacer de la caballería el componente más numeroso y efectivo. Reclutaba a los hombres en los pueblos llaneros, logrando acaudillar un contingente compuesto por varios miles.
Su accionar fue descrito por Francisco Tomás Morales, su compañero de lucha. “Boves tuvo la fortuna de penetrar los sentimientos de los llaneros, gente belicosa que es necesario saberla manejar. Comía y dormía con ellos. Tenía “un no sé qué”, que les atraía su simpatía. Los dominaba con imperio. Llegó a mandar 19.000 hombres”.
Luego de su muerte en 1814, Morillo, quien se avergonzaba de la variopinta, mal vestida e indisciplinada tropa de llaneros, además de remover a los jefes, licenció a una buena parte y envió a otro tanto a pelear afuera.
El aguerrido e invencible ejército levantado por Boves no fue vencido por sus contrincantes, fue disuelto por un arrogante jefe español, recién llegado a América.
Caballería libertadora
Las aguerridas lanzas de los llaneros encontraron a otro líder o «Taita», tan valiente y arrojado como Boves: José Antonio Páez, el Centauro de los llanos. Así pasaron a luchar por la independencia, convirtiéndose en las temidas lanzas patriotas. A partir de entonces el Ejército Libertador se vistió con el variopinto uniforme de la caballería.
Por esta y otras razones, en la segunda mitad de la guerra, las condiciones dieron vuelta a favor de la causa independentista. Desde el punto de vista militar los ejércitos se fueron equilibrando en número, equipamiento y destrezas militares. Un factor crucial fue la unidad de mando, finalmente reconocida por la oficialidad republicana, en Simón Bolívar.
Con la incorporación de los llaneros se sumaron los mejores combatientes, con extraordinarias condiciones como la fortaleza física obtenida durante toda una exigente vida de trabajo; resistencia ante la adversidad; valentía inigualable; experticia para cruzar ríos crecidos y caudalosos; maestría en la montura de caballos y mulas; destreza en el manejo de la lanza y del machete y conocimiento de la geografía llanera.
Algunos relatos de la época refieren el uso del machete, que resaltaba en manos de los llaneros como una mortífera arma, pero sin duda fueron las lanzas patriotas las que contribuyeron a cambiar estratégicamente las condiciones de la lucha.
Con esas armas de palo ayudaron a derrotar y destruir un poderoso ejército imperialista, equipado con el mejor armamento y con amplia experiencia de guerra.
Lanzas patriotas
La lanza, empleada por las topas llaneras, era fabricada con una vara de madera flexible y medía entre tres y cuatro metros de largo.
Montados en sus caballos, los lanceros fijaban las riendas encima de sus rodillas y guiar al animal. Con las manos libres, manejaban hábilmente las lanzas patriotas para enfilar con precisión hacia su enemigo, y embestirlo con tal furia que lo levantaban del suelo, destrozando carne, vertebras, ligamentos y órganos vitales. Pocos sobrevivían a una herida causada por estas armas.
Otro factor importante era la velocidad de sus caballos, con los que podían atacar sorpresivamente al enemigo durante la noche, cuando se les suponía a leguas de distancia.
Uno de los legionarios ingleses venidos a Venezuela a luchar al lado de Bolívar, describe a la tropa llanera:
“Tienen una notable agilidad y ejecutan cualquier maniobra con una rapidez prodigiosa; su única arma es la lanza, una lanza que tiene de 9 a 11 pies de largo, fina cimbreante pero extremadamente fuerte, no se parece en nada a la que usa la caballería europea; es más bien como la cuchilla de una enorme navaja en cuya punta hay un acero cortante y bien templado, la sujetan a la muñeca con trenzados de cuero como de ocho pulgadas de largo; podríamos decir que el llanero nace con la lanza”.
José Antonio Páez explica, en su autobiografía, la táctica militar de los llaneros al enfrentar al enemigo: repetidas cargas de gran furia a filas contrarias hasta desordenar la formación y destrozar todo.
Y es que la ventaja de la caballería sobre otros cuerpos militares, era la rapidez que impedía a los miembros de la infantería recargar sus armas luego de hacer el primer disparo, momento aprovechado por los llaneros para abalanzarse contra ellos.
La victoria de Carabobo
Los soldados patriotas de otras divisiones, por su parte, tenían a veces un viejo mosquete con el cañón recortado, un sable ancho, machete o una pequeña espada.
La llegada de legionarios ingleses, a la ciudad de Angostura en 1818, fue aprovechada por el Libertador para conformar un ejército más profesional, gracias a su experiencia y conocimientos.
Ese año arribaron a las costas venezolanas, embarcaciones con armas enviadas desde Inglaterra por Luis López Méndez, diplomático venezolano encargado de estas negociaciones.
Después de años de penurias, derrotas, muertes y exilios, cambios en la correlación de fuerzas dieron finalmente ventaja a los independentistas.
Bolívar reconoció el efecto decisivo de los llaneros en una proclama dada ese día: “Solamente la división de Páez, compuesta de dos batallones de infantería y 1500 jinetes, de los cuales pudieron combatir muy pocos, bastaron para derrotar al ejército español en tres cuartos de hora (…) el valor indomable, la actividad e intrepidez del General Páez, contribuyeron sobremanera a la consumación de triunfo tan espléndido”.
Con información de Universidad Nacional Experimental Marítima del Caribe y Aporrea
Thibaud, Clément. “Repúblicas en Armas. Los ejércitos bolivarianos en la guerra de Independencia en Colombia y Venezuela” (2015). Open Edition Books.
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