“San Pedro es Guatire, San Pedro es Guarenas. San Pedro es cada uno de los que prenden una vela el 29 de junio, y salen de sus casas. ¡San Pedro es todo!”, asegura fervoroso Miguel Aguiar, parrandero de Guatire.
Miguel es uno de los cientos de devotos de Guatire y Guarenas que, cada 29 de junio, rinden honores a San Pedro, una figura con gran significación para estas dos poblaciones mirandinas.
Obreros, médicos, abogados, agricultores, contadores, docentes, comerciantes, músicos, estudiantes, deportistas y pare de contar, todos por igual cada año cuando llega la fiesta se convierten en parranderos.
Y es que la Parranda de San Pedro de Guarenas y Guatire moviliza a todos los miembros de las comunidades, quienes transmiten a las generaciones más jóvenes los ritmos, bailes, conocimientos y tradiciones vinculadas a esta manifestación cultural.
Sobran las razones por las que, en el año 2013, esta tradición que ofrece a la comunidad un sentimiento de pertenencia, continuidad y respeto mutuo, se convirtió en la segunda manifestación con sello venezolano que fue reconocida por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Orgullosamente sanpedreños
La Parranda de San Pedro es una manifestación popular de carácter ritual y festivo. Aunque sin data confirmada de inicio, su primera referencia histórico-documental ubica su origen a principios del siglo XIX, pero la tradición oral marca la época colonial como su inicio, cuando la esclava María Ignacia, agradecida con San Pedro por salvar a su hija Rosa Ignacia, salió en festiva procesión.
Se celebra en Guatire y Guarenas, dos poblaciones hermanas del estado Miranda que años atrás eran parte de una misma zona, unidas por la devoción hacia San Pedro Apóstol, expresada en cantos, danzas y el pago de promesas.
Los miembros de estas comunidades se autorreconocen como sanpedreños y los portadores de la manifestación, se autodenominan Parranderos.
El legado pasa de padres e hijos, comenzando en los niños que ven a los demás bailando y van entrando a la parranda como tucusitos. La tradición forma parte del sentir de los sanpedreños a tal punto, que dicen que en vez de cantarle arrullos a los bebés para dormirlos, les cantan la parranda de San Pedro.
El santo que siempre está
Los sanpedreños aseguran que el Santo siempre los acompaña y otorga buena suerte a sus parranderos.
«Se me metió el San Pedro en mi ser, en mi corazón, en mi propia existencia, por lo variado de la fiesta, por lo halagador de la fiesta, por lo mágico de la fiesta», cuenta Manuel Angel Rojas, habitante de Guatire, quien muchos años atrás se sumó a la devoción.
Como aseguran sus devotos, se nace para ser sanpedreño pues para ellos San Pedro es todo.
Esta manifestación cultural mezcla sentimientos de fe y devoción con actitudes y formas de recreación, de celebración popular. Pero la devoción es tan importante para los sanpedreños que aseguran que a todos se les “paran los pelos” cuando escuchan la música de la parranda.
Aquí les vino a cantar
Los preparativos de la fiesta comienzan varios meses antes, cuando los parranderos agrupados en comparsas, ensayan música, cantos y bailes, renuevan el vestuario y designan las personas que van a encargarse de las actividades preparatorias.
En la tarde del 28 de junio, los miembros de cada parranda encierran sus imágenes de San Pedro en las Iglesias de Santa Cruz de Pacairigua, de Guatire, y en la Catedral de Nuestra Señora de Copacabana, de Guarenas. Comienza entonces el Velorio con el canto de coplas alusivas al Santo, lo que se prolonga hasta la medianoche.
El 29 de junio, día de San Pedro, la celebración inicia con una misa a medianoche. El sacerdote otorga la bendición para que la imagen salga de la iglesia. Con la luz del día los parranderos salen al pueblo con el rostro cubierto de negro betún, ataviados de levita y pumpá.
Las calles se inundan con alegría y entusiasmo. El trovador es el encargado de entonar los versos al ritmo del cuatro: la parranda de San Pedro aquí les vino a cantar.
Entonan coplas y danzan al ritmo de la música, mientras “bailan” la imagen de San Pedro para recordar la tradición oral según la cual el Santo sanó a la hija enferma de la esclava María Ignacia: baila baila María Ignacia como tú sabes bailar.
Durante el día visitan las casas de viejos parranderos que han contribuido al legado histórico y cultural de la manifestación, así como de promeseros que abren sus hogares al Santo y a los parranderos.
La historia de María Ignacia
La Parranda de San Pedro se originó en la promesa de María Ignacia de bailar siempre como agradecimiento. En su lecho de muerte le pide a su esposo que continuara con la promesa que le hizo el santo, y que para hacerlo vista su ropa, un sombrero con trenzas y lleve una muñeca negra simulando a la niña, es por ello que el personaje es escenificado por un hombre.
Hoy en día los sanpedreños aseguran que el milagro del Santo a María Ignacia de hace dos siglos se reedita en cada hogar de promesero.
Con el tiempo los dueños de las haciendas reconocieron la fiesta a los esclavos y se las otorgaron como asueto, incluso les regalaron viejas levitas, sombreros y piezas de cuero para que se calzaran, de allí vienen las cotizas, con las que hacen un movimiento rítmico que genera un particular sonido.
Algunos parranderos, vestidos con trajes de vivos colores minuciosamente confeccionados, representan los papeles de los personajes principales de esa leyenda, mientras que los demás agitan banderas y estandartes, tocan instrumentos musicales, bailan y cantan, improvisando melodías populares.
Los personajes de La Parranda de San Pedro de Guarenas y Guatire son: el cargador de la bandera quien guía la parranda; el cargador del Santo; María Ignacia representada por un hombre; los Tucusitos dos pequeños que acompañan siempre a María Ignacia; y los solistas o trovadores que entonan los versos a San Pedro.
Los músicos marcan el ritmo con cuatro y maracas mientras los coticeros bailan y hacen la percusión con trozos de cuero de vaca atados a sus cotizas.
Celebración en comunidad
Durante la festividad, los parranderos, sus familias, vecinos y otros adultos y niños, se reúnen para compartir momentos de alegría, pues en la Parranda de San Pedro se involucra toda la comunidad.
Las mujeres participan en la preparación y celebración de la fiesta, organizando reuniones para enseñar a las jóvenes generaciones la práctica de esta manifestación cultural, adornando las iglesias, vistiendo a las imágenes del santo y preparando platos tradicionales.
Finalizada la jornada, parranderos y familiares se reúnen para compartir.
Cada año la Parranda de San Pedro une a las comunidades de Guatire y Guarenas quienes comparten, más que una tradición una devoción, y celebran su espíritu comunitario, la energía y la satisfacción de los parranderos.
Año tras año, rostros pintados en un alegre y el pintoresco baile forman parte de una manifestación que es patrimonio cultural de Venezuela y del mundo, una tradición vital que simboliza y reafirma el espíritu de lucha contra la injusticia y las desigualdades, parte sin duda de lo afirmativo venezolano.
Con información del Centro de la Diversidad Cultural y Unesco
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