«Planeo vivir hasta el año 2000. Es una vida muy interesante», afirmó en el marco de su 70 cumpleaños, Juan Pablo Pérez Alfonzo, el reconocido padre de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Por ello, imaginarlo activo hasta los albores del siglo XXI supone un ejercicio gratificante en términos de los enormes beneficios que habría logrado para los pueblos de las naciones productoras de petróleo y del resto del mundo.
Si bien dejó plasmado en sus libros las propuestas, advertencias y consejos, producto tanto de su intensa trayectoria en el ambiente petrolero como de su experiencia política y su sensibilidad social, es inspirador pensarlo luchando – vivo- en las décadas de los 80 y los 90, cuando se marcaron hitos en la ruta hacia una Venezuela más parecida a la que siempre promovió.
Nacido en Caracas, el 13 de diciembre de 1903, en una familia rica con negocios de cacao, café y pieles, Pérez Alfonzo agradecía no haberse convertido en un “palyboy” y ser un hombre austero, porque era muy joven cuando la fortuna familiar se acabó. De hecho, tuvo que devolverse desde los Estados Unidos, por lo que no inició sus estudios de medicina en la Universidad John Hopkins.
“El negocio iba cuesta abajo, pero todos en la familia pensaban que las cosas buenas no tenían fin hasta que no había más negocios ni más fortuna”, recordó en una oportunidad esta lección de vida que quiso evitar para Venezuela, cuando advertía sobre los peligros de despilfarrar los ingresos petroleros.
Juan Pablo visionario, profeta
Juan Pablo, como lo llamaban sus amigos, vivió adelantado a su época. Calificado de visionario y profeta, su concepción de la industria petrolera como instrumento de bienestar para los venezolanos y el resto del mundo, abarcó desde la necesidad de una distribución más equitativa de la renta hasta el uso racional del petróleo por ser un recurso natural no renovable, lo que lo ubicó en la senda ambientalista.
Además, desarrolló la tesis «El efecto Venezuela» para advertir sobre las nefastas consecuencias en el país, de la ineficiente administración de la ya exagerada cantidad de recursos fiscales y financieros provenientes del petróleo. Alertó, sin ser tomado en cuenta, que tal situación comprometía a las generaciones futuras.
En su libro, Hundiéndonos en el excremento del diablo, de 1976, escribió: «Venezuela marcha a la deriva. Nunca supimos bien hacia dónde queríamos o podíamos ir. Somos negligentes, inestables y contradictorios. Pero nunca habíamos sufrido una indigestión económica como la actual, y con la inundación de capital perdimos la cabeza. De este modo se multiplican al infinito los daños que nos hacemos, añadiéndose a los que dejamos nos causen otros aprovechadores».
En éste y otros escritos el experto petrolero, quien en dos oportunidades rechazó ser Presidente, también se refirió a la corrupción galopante en el Estado venezolano, la injusta distribución de la riqueza petrolera en la población, la falta de patriotismo en el negocio petrolero, al aumento de la dependencia tecnológica y a la promoción de una economía importadora con el abandono de la inversión en la producción nacional.
No más concesiones petroleras y fifty-fifty
Juan Pablo Pérez Alfonzo fue nombrado ministro de Fomento el 20 de octubre de 1945, cargo desde donde impulsó la política de “No más concesiones petroleras” y estableció la fórmula mundial del fifty-fifty (50 y 50 o mitad y mitad) para repartir el excedente petrolero entre el fisco nacional y las compañías concesionarias extranjeras.
La iniciativa de no otorgar más concesiones promovía que los países productores tenían suficiente fuerza para hacer un manejo equilibrado de su petróleo. El fifty-fifty, que daba una participación razonable a la ganancia, se logró con una reforma legal aprobada el 12 de noviembre de 1948; 12 días más tarde, el presidente Rómulo Gallegos fue derrocado. Pérez Alfonzo fue apresado y luego expulsado del país.
Vivió con su familia (esposa y tres hijos) en Estados Unidos, donde estudió las estrategias reguladoras de la Comisión de Ferrocarriles de Texas para contrarrestar los monopolios de magnates como Rockfeller y Brickell. También estuvo en México, donde mantuvo el estudio del mercado petrolero mundial.
El padre de la Opep
Ya desde 1946, Pérez Alfonzo comenzó a idear el esquema básico de una Organización de Países Exportadores de Petróleo. Pero la idea cristalizó en 1960, cuando logró que las delegaciones de los países árabes e Irán entendieran lo estratégico de unirse para defenderse, como productores y exportadores, de las manipulaciones del mercado de las llamadas Siete Hermanas.
“¡Lo hicimos!” cuentan que gritó Pérez Alfonzo cuando recibió el telegrama con la aceptación de su propuesta. El 14 de septiembre de 1960, en Bagdad, nació la OPEP con cinco países fundadores: Arabia Saudita, Irak, Irán, Kuwait y Venezuela, los cuales aportaban 88% de la exportación mundial de petróleo ese año. Meses antes, fue creada en Venezuela la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP).
Actualmente, además de los fundadores, integran la Opep: Argelia (1969), Angola (2007), Ecuador (1973-1992, 2007), Libia (1962), Nigeria (1971), Qatar (1961) y Emiratos Árabes Unidos (1967). Con los siguientes observadores regulares: Sudán, México, Noruega, Rusia, Kazajistán, Omán y Egipto.
Nuestro experto petrolero concibió a la Opep como una herramienta para obtener beneficios económicos, no como un arma. Pero sus aliados supieron utilizar al cartel para enfrentar a las multinacionales.
Cambio fundamental de la política petrolera
En 1959, Rómulo Betancourt, con quien Pérez Alfonzo había fundado Acción Democrática, lo nombró ministro de Minas e Hidrocarburos, cargo al que renunció en 1963, porque éste rechazó su propuesta, a la que llamó el Pentágono Petrolero, destinada a cambiar la estructura fundamental de la política petrolera impuesta en Venezuela desde 1953.
Los cinco puntos o lados del pentágono son: participación razonable del Estado en la actividad petrolífera; creación de una Comisión Coordinadora para la Conservación y Comercio de los Hidrocarburos; desempeño de la Corporación Venezolana del Petróleo concebida como entidad industrial de la nación; no más concesiones a las empresas extranjeras ni renovación de las existentes; y la Opep para fortalecer el petróleo venezolano en el mercado internacional.
Hasta su muerte, en 1979, Pérez Alfonzo sostuvo que la regulación de la producción era la mejor forma de controlar los precios internacionales del crudo. Mientras que, a lo interno, está más vigente que nunca el que uno de los hechos más positivos para el progreso de Venezuela debe ser la reducción significativa de la producción petrolera, porque obliga al aparato estatal a implementar las bases firmes para un desarrollo económico independiente; así como a reactivar otras alternativas económicas.
Con información de BBC Mundo, The New York Times, Minera y Petrolera, Fundación Polar y Medium
Fotos cortesía de OPEP, BBC Mundo, Wikipedia y El Observador
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