Científicos coinciden en advertir que la viruela del mono es un nuevo aviso de la naturaleza. Así parece confirmarlo el hecho de que la gran familia humana vive en un contexto de brotes, epidemias y pandemias.
Desde la emergencia mundial declarada por el covid-19, pasando por la manifestación de una hepatitis de origen misterioso que afecta principalmente a niños, y la reciente aparición de la viruela del mono en varios países, el mundo vive una crisis de salud.
En general, científicos explican que, al haber contacto más estrecho, se multiplican las posibilidades de que patógenos salten de un animal a otro, incluyendo al ser humano. Específicamente, se han determinado siete factores que ayudan a explicar este escenario: más tránsito de personas entre países, urbanización desenfrenada, cambio climático, mayor demanda de proteína animal, más contacto con zonas silvestres, rechazo a las vacunas y falta de estructura de salud y vigilancia.
Y, mientras los expertos alertan que la viruela de mono es “un nuevo ejemplo” de cómo influye la degradación del medio ambiente en la salud, la pregunta que surge es: ¿qué vendrá después?
Nuevo aviso de la naturaleza
Varios científicos han manifestado que el brote de viruela del mono que se ha extendido rápidamente por el mundo constituye “un nuevo ejemplo” de cómo la alteración de los ecosistemas puede influir en la salud humana.
Como ejemplo de ello se puede citar la sesión científica extraordinaria ‘Brote actual de viruela por el poxvirus de los monos’, organizada por la Real Academia Nacional de Medicina de España (Ranme). El coordinador de la reunión, Jorge Alvar Ezquerra, académico de número de la Ranme, explicó que el virus muestra cómo la destrucción del medio ambiente permite que patógenos circunscritos a ámbitos selváticos pasen al entorno periurbano, haciendo que salten la barrera animal, en este caso de monos y roedores, al humano.
Al intervenir en la sesión, María Paz Sánchez, de la Unidad de Patología Importada del Hospital La Paz Carlos III, señaló que la familia a la que pertenece este virus es genómicamente complicada. Explicó que se trata de una zoonosis, es decir, una enfermedad infecciosa transmisible desde animales vertebrados al ser humano, e insistió en que se desconocen los posibles reservorios de este virus pues, además del mono también lo son muchos roedores.
Juan José Badiola Díez es otro científico que asegura que «La viruela del mono es un grito del planeta Tierra». Catedrático emérito de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza. Director del Centro de Encefalopatías y Enfermedades Transmisibles Emergentes, es una referencia mundial en transmisión de enfermedades de animales a seres humanos.
Viruela del mono y zoonosis
En África, la viruela del mono es una enfermedad endémica. Antes, estaba solo en animales, específicamente en algunas especies de monos y de roedores. El salto se produjo en 1973, cuando se dieron los primeros casos en humanos. A partir de entonces, ha habido casos en animales, en humanos por transmisión a partir de animales, y de humanos a humanos, como está ocurriendo ahora.
Se trata de un ejemplo típico de salto de barrera de especie. Se debió a una transformación en la naturaleza del virus. Estos saltos son bastante frecuentes. Normalmente los patógenos colonizan a animales de una especie determinada, pero, en un momento dado, cambian su comportamiento biológico, se adaptan y abordan otras especies.
En general el fenómeno zoónico se puede asociar a los cambios que sufre nuestro planeta, pero esto no es nuevo, desde hace tiempo se vienen produciendo adaptaciones de patógenos animales a personas. Solo que, en la actualidad se han ido reuniendo una serie de condiciones para la aparición o resurgimiento de patologías como estas.
Cruce de fronteras
Hoy en día es posible cruzar océanos y continentes en solo pocas horas. De tal modo que una persona puede infectarse de un virus y viajar al otro lado del mundo antes de manifestar síntoma alguno.
Datos del Banco Mundial estiman que, en 1990 mil millones de personas viajaron en avión. En 2019, ese número aumentó a 4.500 millones de pasajeros, lo que representa más de la mitad de la población mundial.
Aunque el aumento de la movilidad entre fronteras representa oportunidades de negocios, conexiones y contactos con otras culturas, también facilita la transmisión de agentes infecciosos, y puede acelerar brotes de epidemias e incluso pandemias.
Por ejemplo, la viruela del mono, antes restringida a algunas regiones en África, en las últimas semanas apareció simultáneamente en otros continentes, situación conectada a la movilidad global.
Urbanismo en crecimiento
La Organización de Naciones Unidas (ONU) calcula que en 1950 dos tercios de la población mundial vivía en zonas rurales. Se estima que para 2050 esta proporción se va a invertir y el 66% de personas vivirán en ciudades. Y el cambio más drástico será en Asia y África.
La gran cuestión, señalan los expertos, es que muchos de estos nuevos espacios urbanos son deficientes en infraestructura, transporte público, vivienda, saneamiento básico y atención médica. Esta situación crea las condiciones ideales para que virus y bacterias prosperen y circulen libremente.
Verter aguas residuales sin tratar en arroyos y manantiales, por ejemplo, puede ser fuente de infecciones gastrointestinales graves. La acumulación de basura en lotes baldíos es el ambiente perfecto para la proliferación de vectores, como el mosquito Aedes aegypti, transmisor del dengue, zika y chikungunya.
Por otra parte, los ambientes urbanos son propicios para las aglomeraciones, y el contacto cercano, especialmente en lugares pequeños y mal ventilados, facilita la propagación de patógenos.
Cambio climático
El aumento de la temperatura media del planeta trae consecuencias diversas para la salud. La Organización Mundial de la Salud estima que entre 2030 y 2050 el cambio climático estará directamente relacionado con 250.000 muertes adicionales cada año. Entre las causas, destaca el incremento de enfermedades infecciosas, como la malaria y el dengue.
En general los cambios climáticos hacen que los vectores, que no podían tener su desarrollo biológico normal durante todo el año, ahora sí lo tengan porque han subido las temperaturas dos o tres grados.
Las temperaturas más altas son una gran oportunidad para que muchos vectores ganen terreno y ayuden a propagar aún más los agentes infecciosos.
Invasión de hábitats y más contacto con animales
La agresión al medio ambiente favorece también la aparición de estas patologías. El crecimiento de las ciudades y el agronegocio termina por destruir muchas de las reservas naturales, desplazando a los animales, y posibilitando el contacto con los seres humanos. Los virus, que anteriormente solo afectaban a una especie, pueden «saltar» hacia nosotros.
No se puede ignorar el papel que puede jugar la destrucción de reservas naturales en la aparición de nuevas enfermedades causadas por virus, bacterias y otros patógenos, como el caso de la viruela del mono.
Los datos crecientes de kilómetros cuadrados de superficie boscosa devastada representan, desde el punto de vista de la salud, una gran amenaza para la familia humana.
Aunque se cree que la mayor parte de los patógenos afectan a la población humana, en realidad la mayoría de estos agentes se encuentran en la naturaleza y coexisten en equilibrio con sus huéspedes. Al eliminar esos hábitats, el virus busca una alternativa. Si el patógeno logra adaptarse, comienza a evolucionar específicamente para la especie humana, provocando nuevas enfermedades.
Mayor consumo de carne
La creciente demanda de proteína animal también incrementa el riesgo de nuevos patógenos y epidemias. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que la demanda mundial de cortes de carne de res crecerá un 81% entre 2000 y 2030. El mismo aumento se puede ver en otros tipos de ganado: cordero (88%), cerdo (66%), aves (170%) y huevos (70%).
Estos animales no siempre se crían en condiciones sanitarias adecuadas. La falta de normas y supervisión hace que sean mantenidos en espacios reducidos, sin higiene o incluso mezclados con otras especies. Es todo lo que un agente infeccioso necesita para mutar, combinarse y «saltar» a las personas.
En la pandemia H1N1 de 2009 que se originó en México, los estudios demostraron que el virus de la influenza que causó todo ese problema era una mezcla de cuatro cepas diferentes: dos de cerdos, una de aves y otra de humanos.
A lo largo del siglo XX, la humanidad se enfrentó a diversas epidemias de influenza como la gripe española en 1918, la gripe asiática en 1957 o la gripe de Hong Kong en 1968. Todas estas se originaron a partir de mutaciones de virus que circulaban entre aves.
Rechazo a las vacunas
Otro factor para la aparición de patologías como la viruela del mono, tiene que ver con una creciente dificultad de convencer a la población de la importancia de vacunarse.
Ya sea por dificultades en la producción y distribución de dosis, o por la influencia de noticias falsas sobre el tema, la cobertura de vacunas contra muchas enfermedades está por debajo del objetivo.
En este contexto no hay garantía de que otras enfermedades infecciosas causen problemas graves, e incluso puedan resurgir después de décadas bajo control.
Científicos advierten al respecto que, como las personas ya no ven graves efectos de muchas enfermedades infecciosas, como la poliomielitis o el sarampión, han comenzado a restarle importancia a la vacunación.
Falta de estructura
La ausencia de una estructura básica de salud y vigilancia en muchos lugares hace que un pequeño problema pueda convertirse en un brote, una epidemia o incluso una pandemia. Los profesionales de vigilancia son responsables de analizar los registros de salud y observar si hay cambios de patrón, como aumento anormal de casos, hospitalizaciones y muertes relacionadas con una enfermedad específica en una determinada región, como la viruela del mono.
A partir de estos datos, es posible hacer uso de políticas públicas que ayuden a contener el problema. Puede ser necesario reforzar la vacunación en ese lugar, o controlar la entrada y salida de personas por un tiempo.
En este escenario, también es fundamental contar con un servicio de salud capaz de atender, diagnosticar y tratar a los pacientes de la mejor manera posible. El problema es que gran parte del mundo aún no cuenta con esta estructura. Como resultado, muchas enfermedades pueden surgir y propagarse fácilmente antes de que las autoridades nacionales o internacionales lo noten.
La vigilancia moderna no solo implica observar el aumento de casos, sino contar con una estructura tecnológica que pueda secuenciar genéticamente las muestras e identificar al agente causante de esa condición. A lo largo de la pandemia por covid-19 la estructura ha mejorado en los países de altos y medios ingresos, pero no ha avanzado lo suficiente en los países de menos recursos. Esto evidencia la existencia de puntos ciegos que ponen al mundo entero en peligro.
Con información de Servimedia, BBC Mundo, La Vanguardia y Heraldo.
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