Cerca de sus 300 años de existencia, el Samán de Catuche, hijo del Samán de Güere, floreció recientemente en el centro de Caracas, donde sobrevive desde la época de la colonia. Se encuentra en las adyacencias de la Biblioteca Nacional, en el bulevar Panteón, parroquia Altagracia del municipio Libertador de la capital de Venezuela.
El samán del barranco del río Catuche fue sembrado por Juan del Sacramento gracias a Hipólito Blanco, quien le trajo desde el estado Aragua una estaca del famoso Samán de Güere en 1753.
Ubicado originalmente al este del puente de la Trinidad, bajo su sombra han reposado ilustres personajes. Desde Andrés Bello, quien le dedicó su poema A un samán; el joven Simón Bolívar, Cecilio de Ávila, Olegario Meneses, Nicanor Bolet Peraza, Rafael María Baralt, José Rafael Pocaterra, Enrique Bernardo Núñez y muchos más.
La ermita de la Santísima Trinidad
Donde hoy se alza el Panteón Nacional existió una edificación que da inicio a la historia de ese sector de Caracas. En la sabana del otro lado de la quebrada Catuche, la cual se extendía hasta la calle atrás de la sacristía de La Pastora, un vecino de la parroquia Altagracia construyó, en la primera mitad del siglo XVIII, una ermita bajo la advocación de la Santísima Trinidad.
Se trató del alarife Juan Domingo del Sacramento Infante, pardo libre, quien, además de la capilla, levantó con recursos propios y donativos de otros vecinos, el barrio de la Santísima Trinidad y el puente homónimo que permitía acceder directamente a la iglesia en tramo recto desde la Catedral, y pasar sobre el río Catuche en vez de bordear sus pendientes. Cuentan las crónicas que para la construcción de la ermita adquirió los primeros materiales con la venta de cuatro casas de su propiedad, como lo testimonia el propio testamento de Infante, quien trabajó como albañil durante treinta y seis años.
Juan Domingo, hoy sepultado en el Panteón Nacional, vivía en compañía de su madre Leocadia de Ponte en una de las laderas de Catuche, cerca del puente que él mismo había ayudado a construir.
Infante amaba a los árboles porque estos daban sombra a su vivienda. Plantó junto a ella, a orillas del entonces fresco río, siete estacas del samán de Güere, obsequio de Hipólito Blanco en 1753, según cuenta Arístides Rojas en sus “Leyendas Históricas de Venezuela (1890) referido por el cronista Enrique Bernardo Núñez. De estas estacas solo prosperó el Samán de Catuche o de la Trinidad, llamado también Árbol del Buen Pastor.
A orillas del río Catuche
Ese monumento vegetal es descendiente del ya entonces viejo e histórico Samán de Güere, árbol aragüeño bajo cuya sombra pasaron conquistadores y próceres venezolanos, entre ellos el propio Bolívar y Comandante Hugo Rafael Chávez. A pesar de la agresividad de la urbe, se mantiene erguido en un espacio vital del ala norte del cuadrilátero fundacional de la ciudad, sobre una glorieta a la entrada de la sala Juan Bautista Plaza de la Biblioteca Nacional, donde hacen vida funcionarios de muchas instituciones, vecinos que han encontrado en sus sombras un nicho para sus reuniones comunales e incluso para hacer aeróbics y practicar deportes en general.
La plaza frente al templo y el samán eran lugar de recreación y sosiego desde el siglo XVIII, allí el gobernador José Carlos de Agüero comenzó la construcción del Puente de la Trinidad, incluyendo una fuente y una cruz de bronce. También se recuerda que allí el Gobernador y Capitán General, Manuel González Torres de Navarra, celebraron la primera elevación de un Globo en el Valle de Caracas.
Hasta el siglo XX la Plaza del Panteón y el Samán de Catuche eran uno de los lugares de recreo del norte de la ciudad. Desde 1941 contaba con un Cine llamado “Alcázar” de fachada morisca, que la daba un tono peculiar al lugar. Luego, en 1981, se levantó el Foro Libertador, desapareciendo casas, plaza y cine: pero sobrevivió el poderoso Samán de la Trinidad, aún verde y hasta florido lleno de pajaritos y mariposas, con casi tres siglos a cuestas.
Sobreviviente
Este samán sirve de conector vegetal entre los edificios de la Biblioteca Nacional y el bulevar donde se encuentran las casas coloniales como la de Martí y el Panteón Nacional. Permanece erguido desde hace casi 300 años, testigo mudo de los cambios sufridos en la ciudad. Con lo monumental de sus dimensiones, el mítico árbol caraqueño se ajustó al diseño del Foro Libertador, sumándose al entorno natural e histórico de la zona que acoge.
El gigantesco árbol estuvo sometido a diferentes factores que amenazaban con extinguirlo debido a los diferentes cambios sufridos en la urbe, sin embargo, los esfuerzos por mantenerlo han conseguido que hoy esté floreciente, resistiéndose a sufrir la muerte que algunos técnicos anunciaron desde los años de 1940, alegando que estaba en sus años finales. Han pasado más de 80 años de aquella sentencia y el samán florece como respuesta.
De copa ancha y densa el histórico árbol, que acobija con su sombra a quienes visitan el bulevar Panteón proviene del memorable samán de Güere, situado en la avenida intercomunal Santiago Mariño del estado Aragua, declarado Monumento Nacional en el año 1933 durante el mandato del entonces presidente de la República, Juan Vicente Gómez.
En junio de 1983 el samán de La Trinidad fue declarado el Árbol de los Países Bolivarianos, en ocasión de la celebración de los Juegos Panamericanos en Caracas.
Fuente de inspiración
A la sombra de este histórico samán los poetas José Martí, Pablo Neruda y Gabriela Mistral, entre otros, se recogieron en profunda introspección a sabiendas de que su sombra arropó los sueños heroicos del Libertador y las elucubraciones intelectuales del más grande filólogo americano, Andrés Bello. Además, se dice que bajo la copa del Samán de Catuche el maestro Simón Rodríguez también instruyó en las letras y el pensamiento revolucionario a un joven Simón Bolívar.
Así quedó plasmado en un cuadro de Tito Salas, en el cual se ven representados Bolívar y Bello estudiando y aprendiendo al lado del mágico árbol. Se trata del célebre óleo La lección de Andrés Bello a Bolívar. Mientras que, entre los años 1806 y 1808, el propio Bello escribiría en su honor el poema titulado A un Samán:
Árbol bello, ¿quién te trajo
a estas campiñas risueñas
que con tu copa decoras
y tu sombra placentera?
Dicen que el dulce Dalmiro,
Dalmiro aquel que las selvas
y de estos campos los hijos
no sin lágrimas recuerdan,
compró de un agreste joven
tu amenazada existencia;
en este alcor, estos valles,
viva su memoria eterna.
Del huérfano desvalido,
de la infeliz zagaleja,
del menesteroso anciano
él consolaba las penas.
Extiende, samán, tus ramas
sin temor al hado fiero,
y que tu sombra amigable
al caminante proteja.
Ya vendrán otras edades
que más lozano te vean,
y otros pastores y otros
que huyan cual sombra ligera;
más del virtuoso Dalmiro
el dulce nombre conserva,
y dilo a los que pisaren
estas hermosas riberas.
El samán
El samán (Samanea saman) también conocido como árbol de la lluvia, campano, cenízaro, cenícero y couji de Caracas, es una especie de árbol de hasta 20 metros, con un dosel alto y ancho, de grandes y simétricas coronas. Tiene forma de un paraguas muy extenso, y es proverbial la extraordinaria extensión de las superficies que cubre ya que su copa llega a medir hasta 50 metros o más de diámetro.
Su tronco es relativamente corto y grueso. Se propaga fácilmente por semillas. Presenta crecimiento lento, pero es árbol de gran longevidad.
Por su grandiosa copa es utilizado en Venezuela como árbol de sombra en los potreros. Sus frutos constituyen un alimento nutritivo para el ganado vacuno, porcino y caprino y tiene un sabor ligeramente a regaliz por lo cual algunas personas lo comen también. Por todo esto, figura en el país como planta forrajera y melífera.
En tanto, su madera es utilizada para trabajos de carpintería, fabricación de muebles, decoraciones interiores y construcción en general. En Centroamérica utilizan secciones de troncos gruesos para ruedas de carretas.
Con información de Red Patrimonio, Épale Caracas, Últimas Noticias y El Universal
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