El tocuyano Julio Garmendia es uno de los escritores venezolanos que, sin duda, hizo mayores aportes a la literatura latinoamericana de la modernidad.
Su palabra fantasiosa y bien cuidada se caracteriza por el uso de la ironía y el humor sobrio, con una percepción crítica que se relaciona con el absurdo literario.
Considerado por muchos como el precursor del cuento fantástico en Venezuela, la propuesta literaria de este escritor larense trascendió las fronteras del país y las de América Latina, para instalarse en el ámbito de la Literatura Universal. Incluso algunos comparan sus escritos con autores como Jorge Luis Borges y Edgar Allan Poe.
Inspiración de vida y tempranas letras
Cuentan que Julio Garmendia era un amante de los árboles y los animales, lo que vendría de su origen rural, del pueblo El Tocuyo, estado Lara, donde nació el 9 de enero de 1898.
A los tres años, luego de la muerte de su madre, el padre lo llevó a la casa de su abuelo. Luego, cuando tenía edad escolar, lo trasladan a la casa de la abuela materna en Barquisimeto, quien lo cuidó como si fuera su propio hijo. Con ello se ganó un espacio en sus cuentos fantásticos, en los que aparece como uno más de los personajes colmados de ternura, humor y genialidad literaria.
El escritor, crítico literario y principal biógrafo de Garmendia, Oscar Zambrano Urdaneta, aseveró en el libro La tienda de muñecos y otros textos que “la hacienda San Rafael, la mansión del acaudalado abuelo en El Tocuyo y el hogar de la abuela Celsa en Barquisimeto, dejaron en el párvulo y el adolescente una impronta lo suficientemente profunda y estimulante” que se plasmaría en sus futuros cuentos, llenos de imaginación fecunda.
Garmendia estudió primaria y secundaria en la Escuela La Salle de Barquisimeto. Cuando aún era niño publicó algunos textos literarios en el periódico de la escuela. Tras la muerte de su abuela en 1914, llega a Caracas donde termina su bachillerato.
Primera obra literaria: La tienda de muñecos
Con tan solo 19 años de edad, Julio Garmendia divulgó sus primeros relatos en el diario El Universal de Caracas en 1917. Además de cuentista y ensayista, ejerció el periodismo. En la década de sus 20 años publicó otros artículos, crónicas y cuentos en diversos periódicos y revistas de la capital venezolana como el diario El Heraldo, el famoso semanario Fantoches y el periódico humorístico La cabeza del gallo.
Al poco tiempo trabajó para el diario El Universal como redactor y colaboró con algunos artículos en las revistas Billiken y Actualidades. Formó parte de la Generación del 18, más por amistad con sus integrantes que por identificación con las corrientes artísticas asumidas por este grupo.
Escribe La tienda de muñecos, su primer libro, en 1922. Al año siguiente viajó a Europa para desempeñar diversos cargos diplomáticos. Vivió en Génova, París y Roma, estadía que le dio oportunidad de relacionarse con la literatura producida en esos países. Esos 17 años que residió en el viejo continente variaron el criollismo que aparecía en sus primeras obras.
A su regreso al país, sale a la luz pública La tienda de muñecos, en 1927, cuando contaba con 29 años de edad. Considerada un clásico de la literatura fantástica venezolana, está conformado por ocho cuentos: La tienda de muñecos; El cuento ficticio; El alma; El cuarto de los duendes; Narración de las nubes; El librero; La realidad circundante y El difunto yo. Luego de esta publicación Garmendia regresó a Europa. Al volver a Venezuela publicó su segundo gran libro, La Tuna de Oro, en 1942. Se trata de una obra compuesta por otros ocho cuentos: Manzanita; El médico de los muertos; Eladia; Las dos chelitas; La pequeña inmaculada; El temblor de medianoche; Guachirongo y La tuna de oro.
Entre reconocimientos y falta de valoración
El escritor falleció en Caracas el 8 de julio de 1977. De manera póstuma aparecería luego La hoja que no había caído en su otoño, en 1979, así como sus libros de ensayos críticos.
Recibió, en vida, reconocimientos como el Premio Municipal de Prosa en 1951, mientras que la segunda edición de La tuna de oro recibió el Premio Nacional de Literatura, en 1974, máximo galardón venezolano. Sin embargo, su fama no llegó a Europa por lo que el nombre de Garmendia no aparece entre los grandes autores del llamado “boom literario”.
La obra de Garmendia en sus primeros tiempos no fue valorada como lo merecía. El escritor fue poco conocido entre sus contemporáneos porque “prefirió aislarse del mundo literario de su tiempo y solo, a finales de los años cincuenta, las dos obras publicadas en vida, La tienda de muñecos y La tuna de oro (1927 y 1951) empiezan a ser tomadas en cuenta por su ironía, sencillez y autenticidad.
Aunque su primer libro fue reeditado por el Ministerio de Educación en 1952, fue a partir del impulso de los entonces jóvenes escritores venezolanos reunidos en el grupo “Sardio” entre 1958 y1961, como Adriano González León, Salvador Garmendia, Rodolfo Izaguirre y Francisco Pérez Perdomo, cuando su obra fue propuesta a ser rescatada. Después de su muerte, las nuevas generaciones empiezan a interesarse en sus libros y a considerarlo un maestro y un precursor.
Precursor del cuento fantástico
Uno de los biógrafos barquisimetanos de Julio Garmendia, el crítico literario Yeo Cruz, afirmó que su obra “fue corta desde el punto de vista cuantitativo, pero muy rica y fecunda desde el punto de vista de literario”.
Cruz está entre quienes consideran al escritor tocuyano uno de los precursores del cuento fantástico en América Latina. Señaló incluso que Garmendia abordó este género literario antes de que lo hiciera el reconocido escritor argentino Jorge Luis Borges. De esta manera, algunos consideran que su principal aporte es que es contemporáneo o antecede a los pilares de la narrativa fantástica en hispanoamericana.
Por su parte, Oscar Zambrano Urdaneta expresó que fue, “sin proponérselo ni haberlo insinuado nunca, uno de los mayores y más originales antecesores del ‘boom’ de la narrativa latinoamericana” de la segunda mitad del siglo XX, que protagonizaron autores como Gabriel García Márquez y Julio Cortázar.
Contexto en el que surge su obra
El primer libro de cuentos de Garmendia irrumpe en un ambiente literario dominado por el realismo y criollismo.
Y es que, a principios del siglo XX la narrativa venezolana se debate por un lado entre una tendencia realista, nativista o criollista, con figuras como Rómulo Gallegos y José Rafael Pocaterra y obras orientadas hacia el compromiso político y social. Por el otro, una tendencia vanguardista, más preocupada por los aspectos formales y la búsqueda de nuevos modelos literarios, con exageraciones metafóricas y lingüísticas.
En medio de este contexto, los críticos comienzan a interesarse en las obras de jóvenes, que se abren a las novedades que llegan de Europa para realizar una renovación estética.
En este sentido, El cuento ficticio de Julio Garmendia – que muchos críticos consideran el manifiesto literario del escritor – constituye uno de los primeros intentos de superar las limitaciones expresivas del criollismo y del modernismo, y uno de los textos más importantes para el nacimiento de una estética de lo fantástico en Latinoamérica. Aunque el tono de la escritura lo ubica como un cuento, se inclina también hacia lo programático o el ensayo, hasta convertirse en un manifiesto de cómo debe ser la ficción: alejada de la realidad y lo más cercana posible a lo irreal.
Cuentos inverosímiles, improbables, ilusorios e irreales
Los cuentos de Julio Garmendia han sido relacionados con los de los grandes escritores del siglo XX como Borges o Poe pero, por lo general, se puede afirmar que Garmendia no tiene relación evidente con los cuentistas contemporáneos, siendo considerado un “solitario” en las letras venezolanas por su particular “humorismo fantástico”.
A pesar de ello, sus historias siempre tienen una estrecha relación con la realidad. El escritor buscaba en sus letras fantasear eludiéndola, para posteriormente encararla desde la perspectiva del humor y descubrir lo absurdo en ella. Es así como la importancia de su obra reside en haber introducido un modelo de lo fantástico concebido en función de la parodia, como forma literaria de desmitificación de la vida. El humor se presenta como un hilo sutil en sus palabras, confirmando su actitud anticonformista e innovadora ante los cánones literarios vigentes de su época.
En su obra, dentro de lo que define como Cuentos Azules, Garmendia agrupa cuatro categorías de relatos breves: inverosímiles, improbables, ilusorios e irreales. Para él, el cuento inverosímil no tiene apariencia de verdad, lo define también fabuloso y se opone totalmente al relato realista. Las restantes categorías se ubican entre ambos extremos. De esta forma, lo ficticio se asocia a la felicidad, lo inverosímil y lo real a la “extravagancia”, el “absurdo” y la “aberración”.
Ahora bien, en todos estos cuentos destacan aspectos como la ironía, el absurdo y un carácter “autorreflexivo”, estilo que César Zumeta hizo que se preguntara si no era Garmendia, “el personaje del más inverosímil de sus cuentos”.
Con información de Instituto Cervantes, MCN Biografías, HIVE y MippCI