Para Kalaka, nombre artístico de Pablo Diego Pérez Riesco, los muros son lienzos. Como cada espacio es único, tiene una historia y un contexto, es muy importante ver la pared. Frente a las texturas azarosas de la superficie escogida, visualiza rostros, formas, colores y lo plasma todo en un boceto. Es el anuncio de la rica y exuberante mixtura latinoamericana que se manifestará luego.
El artista urbano, muralista, pintor e ilustrador, define su trabajo como una combinación de arte figurativo y realismo mágico. “Me interesa reflejar personajes envueltos en imaginarios culturales que los explican o definen, como expresiones humanas de su cultura”, afirma.
Sus murales son expresiones visuales que inciden el paisaje urbano y lo transforman. El mensaje de cada muro, vestido con un espíritu festivo y creativo, es para el protagonista, que no es otro que el ciudadano, quien recorre el espacio urbano, quien lo habita. Es para la gente.
Su arte se expresa, por ahora, en muros de Venezuela, Argentina, Chile, Cuba, México, Estados Unidos, España, Francia y Alemania.
La mixtura de Pablo Kalaka
Pablo, Kalaka, nació en Chile (1975) durante la dictadura de Augusto Pinochet, pero creció en Venezuela, país que los recibió luego del abrupto exilio de sus padres en 1978. Tenía tan solo un año y ocho meses de edad.
Convivió con el arte desde siempre, Marlich Riesco su madre, pintora, y “El Tano” su padre, artista gráfico e ilustrador. Fue su “estímulo más fuerte” de acuerdo a sus palabras.

Una pieza de la cuatro que integran el mural ‘Todos vuelven’, Mineápolis, Estados Unidos.
El Mar Caribe también lo acompañó en su infancia. En La Guaira conoció las manifestaciones culturales y tradiciones de los pueblos costeros. Su primer contacto con El “Entierro de la Sardina” y el “Velorio de la Cruz de Mayo, fue en un taller de dibujo infantil que se realizaba en el “El Castillete” de Armando Reverón, artista plástico venezolano, uno de los pintores más importantes del siglo XX.
Estudió Letras en la Universidad Central de Venezuela donde, como afirmó en una entrevista, aprendió a “sistematizar mecanismos de reflexión e investigación, a leer a profundidad y a formalizar los criterios».
“Soy muralista”

Av. México, Bellas Artes, Caracas, Venezuela.
Culminó la universidad y en el año 2000 viaja a Barcelona, España, donde estudia ilustración.
Ser muralista fue una decisión consciente, sintió la necesidad de comunicarse públicamente. Vio en el muralismo “una forma de hacer que el arte sirviera para algo”.
Estaba convencido, como lo afirmó en una oportunidad, «de que no era carne para el mercado del arte, ni para el mundo editorial».

Ciudad de México.
Su trabajo artístico se ha sido influenciado y nutrido por los maestros del muralismo mexicano, Diego Rivera y David Siqueiros. También por los caricaturistas, José Guadalupe Posadas, mexicano, y Roberto Fontanarrosa, argentino; así como por el estadounidense, dibujante y creador de cómics, Mike Mignola, y el animador e ilustrador japonés, Hayao Miyazaky.
Regresó a Venezuela en el 2012, donde sigue creando, iluminando muros y paredes. País al que vuelve luego de enriquecer, con su mixtura latinoamericana, otros espacios urbanos de éste y otros continentes.
“Una experiencia entrañable”

Casa de Ramón Palomares, Escuque, estado Trujillo.
Pintar a Ramón Palomares en la casa de su niñez en Escuque, estado Trujillo, y a Cruz Salmerón en su Manicuare natal, estado Sucre, “han sido grandes momentos” en la vida de Kalaka.
Describió su estadía en Escuque como “un trabajo maravilloso” que no olvidaría. Fue la oportunidad de “rendirle honores a un poeta absolutamente inconmensurable y en su casa”.

Ribera del río Mapocho, Comuna de Providencia, Chile.
Sobre ello escribió en pablokalaka, su cuenta de Instagram lo que sigue: “Pintando en Escuque. Una de las pintadas más entrañables de mi vida. Tras esas paredes creció ese ser ligero, amable, que amaba al sol y los colores de su tierra y hablaba a sus muertos, y sus noches sin oscuridad ni patetismo. Ramón Palomares”.
“En mi historia personal, haber pintado a Cruz Salmerón allá en Manicuare, la esquina de Latinoamérica, y en la otra parte del país, a Ramón Palomares, son como los grandes momentos de mi vida”, afirmó.

Callejón de los Peluqueros. La Habana, Cuba.
Pablo Diego Pérez Riesco, conocido como Kalaka en el universo del arte urbano, entiende el muralismo como “un vehículo expresivo y comunicacional”, que trascienda de la propaganda al arte, con la intención de perdurar y pasa, necesariamente, por una interacción con la comunidad.
“Hay que pintar para nuestra gente”, afirma.
Con información de Actualidad RT, Últimas Noticias, Ministerio para la Cultura (Trujillo) y Sin Embargo
Fotografías: Archivo Kalaka
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