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La celebración de los colores de Carlos Cruz-Diez en otras dimensiones

por Haiman El Troudi
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La celebración de los colores de Carlos Cruz-Diez en otras dimensiones

El 17 de agosto Carlos Cruz-Diez cumpliría 96 años pero partió, unos días antes, a explorar otras dimensiones del color, otros soportes para nuevos acontecimientos ópticos y cinéticos, con la curiosidad insaciable que lo caracterizaba, fuente inagotable de su creatividad.

Su fascinación por el color lo acompañó desde niño. Dos anécdotas de su infancia y una en su adultez, dan cuenta del efecto que causó en él la experiencia visual que provoca la impresión de los tonos de la luz, y cómo marcaron el proceso de construcción de un discurso plástico propio, iniciado en 1954, y por el que hoy es considerado uno de los más prominentes protagonistas del arte óptico y cinético.

 

La celebración de los colores de Carlos Cruz-Diez en otras dimensiones

Fotografía: Articruz

 

Tres instantes reveladores. El primero, cuando tenía 6 años y observó como “todo se coloreaba al entrar la luz” 1 por la puerta de romanilla de la casa de su abuela en La Pastora. Otro mientras veía, en la pequeña fábrica de refrescos que tenía su papá en Guarenas, “los colores que salían cuando la luz” 1 tocaba las botellas llenas.

Tiempo después, siendo adulto reflexionó mientras sus ojos se posaban en el paisaje llanero de un atardecer en Acarigua, estado Portuguesa, donde todo se tiñe de naranja: “es que el color no hay que pintarlo… ¡el color está ahí!”.

Una sorpresa continua

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Se formó como pintor en la Escuela de Bellas Artes de Caracas, de donde egresó como profesor de Artes Aplicadas, pero la curiosidad insaciable y el afán de cuestionar todo, lo motivaron a investigar y a experimentar.

Descubrió que el color no había sido tomado en cuenta y los distintos movimientos artísticos solo habían dado relevancia a la temática, la perspectiva, la forma.

A partir de esa evidencia profundizó la investigación y experimentación del fenómeno cromático y su diálogo permanente con el espacio y el tiempo.

“Me ha llevado 50 años entender esta evidencia: el color es una situación que se desarrolla en el tiempo y en el espacio”, dijo Cruz-Diez en 2013.

 

La celebración de los colores de Carlos Cruz-Diez en otras dimensiones

 

Durante esa continua búsqueda se percató de que no es una verdad absoluta como se pensaba, que el color cambia con el transcurrir de las horas porque es la luz, es transformación, movimiento.

“El color es fascinante. Es una sorpresa continua (…) y la gente descubre cosas (…) El cinetismo abrió caminos para expresarse de otra manera, el arte puede estar en el espacio para crear acontecimientos. Las instalaciones son metáforas. Pueblan el espacio para decir el discurso”, expresó el artista en una ocasión.

“Reflexión sobre el color” recoge, de su puño y letra, toda la investigación del maestro sobre el fenómeno cromático, su análisis y pensamiento innovador. La primera edición, publicada en español en 1989, fue revisada, ampliada y editada en su lengua materna e inglés en 2009.

La aventura de vivir en arte

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El maestro del color y el artista chino Liu Bolin, se mimetizaron en un mural diseñado por Cruz-Diez en Panamá.La obra, denominada «Escondidos en color», que quedó registrada en fotografías.

 

La aventura de vivir en (y del) arte fue un propósito para Carlos Cruz-Diez pero pasaron muchos años para su concreción. Mientras investigaba y experimentaba para materializar su propio discurso artístico, trabajaba para “ganarse el pan”.

Antes de irse a Paris, ciudad que eligió para desarrollar su expresión plástica, “mostrar sus ideas y no a buscarlas” como escribió en su autobiografía, y en la que vivió desde 1960 hasta su fallecimiento el 27 de julio de 2019, fue ilustrador para diversas publicaciones, entre las que destacan el diario El Nacional y las revistas La Esfera y Élite (1944-1953); director creativo en la agencia publicitaria McCann-Erickson (1946) y fundador del Estudio de Artes Visuales para el diseño gráfico e industrial en Caracas (1957).

 

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“Mis padres, que eran muy celosos de que no me desviara del arte, me decían que la publicidad ‘me iba a destruir’. Pero yo siempre estuve clarísimo: eso era mi gana-pan y el arte era mi aventura (…)”.1

Durante sus primeros 8 años en Francia diseñó libros, afiches, hizo publicidad y fotografía, además de escribir reportajes para Galerías Laffayette.

«De niño ya dibujaba, he ilustrado toda la literatura latinoamericana y europea, me nutría doblemente. También hacía tiras cómicas. En realidad, yo quería ser pintor y me ganaba la vida como podía para financiar mi libertad de artista», contó en una entrevista que le hicieron en Madrid cuando fue a recibir el Premio Penagos de Dibujo, en mayo de 2013.

Arte, espacio urbano y arquitectura

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En el transcurso de los últimos 50 años, Carlos Cruz Diez realizó obras a escala urbana en diversas ciudades de varios países: Venezuela, Francia, Panamá, Colombia, Perú, Suiza Estados Unidos, Brasil, Alemania, México e Inglaterra.

«Las obras que realizo en el ambiente urbano y en el hábitat, están concebidas como un discurso plástico que se genera en el tiempo y en el espacio, creando situaciones y acontecimientos cromáticos que cambian la dialéctica entre el espectador y la obra. A diferencia de los artistas del Medioevo, del Renacimiento o de los muralistas mexicanos, mis obras no contienen discursos referenciales. Constituyen el soporte de un acontecimiento que evoluciona en el tiempo y en el espacio reales y cambian con el desplazamiento de la luz y la distancia del espectador (…) Sin tiempo pasado ni futuro, en un presente perpetuo”, afirmó en París en 1996.

 

La celebración de los colores de Carlos Cruz-Diez en otras dimensiones

 

El espacio urbano ofreció a Cruz-Diez múltiples soportes para crear acontecimientos cromáticos a partir de la interrelación del espectador, el espacio, el tiempo y la luz, mientras transita por la ciudad.

Después que culminara el muro y los pisos de color aditivo del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Venezuela, el artista pensó que podía transformar cualquier soporte en algo interesante: aviones, barcos, techos, calles.

“(…) La ciudad en sí me interesa mucho porque ¿qué es lo que te da la ciudad? Te da órdenes. Hay cantidades de señales por todos lados, y el arte te ofrece un alivio. La idea es que la gente tome conciencia y vea de forma diferente algo que normalmente hace en automático, como cruzar una calle. Haciendo los pasos peatonales diferentes le dices: ‘las cosas no son eternas, ni son automáticas, ni hay absolutos’ (…)” 2, expresó.

Maestro del color y de artistas

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Varias generaciones de artistas se formaron en los atelieres de Cruz-Diez (Caracas, Paris y Panamá).  Espacios continuamente visitados no solo por creadores de la plástica, también por escritores, músicos, intelectuales.

Cuenta el artista Jacobo Borges, quien trabajó como litógrafo y dibujante con el maestro en Caracas, siendo un adolescente y soñaba con estudiar pintura, que el espacio parecía un centro cultural. “Una mañana se apareció Alejo Carpentier con una copia a máquina de un capítulo de El Reino de este Mundo, que acababa de escribir. Otro día, el escritor Oscar Guaramato fue a que le ilustrara el cuento que ganó el premio de El Nacional” 3.

Alfredo Sadel, Héctor Mujica, Jesús Soto eran algunos de los asiduos visitantes, recuerda Borges.

“(…) Con el sueldo de la primera quincena que cobré, compré la primera mesa de dibujo que todavía conservo y uso (…) Pero lo más importante de trabajar con Carlos fue lo que aprendí con él. La disciplina, la capacidad de resolver problemas, la responsabilidad con lo que se hace, la entrega total al trabajo como fuente de creatividad y ese don de interesarse en los demás”, rememora el artista plástico.

Borges estudió pintura gracias al maestro, quien le propuso continuar trabajando dos horas diarias mientras asistía a la Escuela de Artes Plásticas.

Risa amplia y sonora

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Afable, risueño, de risa amplia y sonora, dicharachero, vital, reflexivo así lo recuerdan.

Para Carlos Cruz Diez la vida y el arte eran la misma cosa. Vivió y creó con pasión, coherencia, mantuvo siempre una rigurosa disciplina en el trabajo.

Mientras desdibujaba las fronteras entre la pintura, la escultura, el diseño y la tecnología, el maestro del color se esparció en el espacio urbano para llamar al espíritu apabullado por la saturación de estímulos visuales, sonoros, auditivos, tecnológicos, darle breves espacios de alivio e inundarlo y enriquecerlo con otros valores. “El arte nos hace pensar, nos da la esperanza de encontrar  (…)”.

 

La celebración de los colores de Carlos Cruz-Diez en otras dimensiones

 

Se valió de la tecnología, computadoras y máquinas de impresión, no solo para que sus obras viajaran sin soporte y pudieran ser montadas en cualquier parte del mundo, sino para almacenar sus creaciones cotidianas, diseñaba 4 o 5 obras al día porque las ideas nunca dejaron de fluir, “estoy dejando cosas que se pueden realizar cuando yo no esté más aquí”, dijo en 2016.

Una vez le preguntaron cuánto de inspiración había en sus obras y Cruz-Diez respondió:

“Yo no me inspiro, yo reflexiono. Porque, ¿qué es la inspiración en realidad? Un tiempo para pensar y encontrar la solución correcta; un pensamiento crítico para tomar decisiones. O sea, una reflexión”.1

Siempre llevó consigo la bella luz que Caracas, su ciudad natal, irradiaba entre los meses de noviembre y enero. Hizo de los colores de Venezuela un patrimonio universal y realzó nuestro acontecer afirmativo.

 

Mis colores tienen que ver con mi país, son cosas que vienen en el paquete desde el nacimiento. Como artista, uno no controla esa armonía.

Carlos Cruz-Diez

 

Con información de Revista Producto, Fundación Carlos Cruz-Diez, Resonancias, PanoramaRevista VenezolanaProdavinci

  1. Lotitto Ernesto. (2016). El optimista del color, en Revista Producto N° 375, página 44.
  2. Lotitto Ernesto. (2016). El optimista del color, en Revista Producto N° 375, página 43.
  3. Jaimes C Carolina (2016). Cruz-Diez el amo absoluto del color, en Revista Producto N° 376.

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