La curuba, exótica, aromática y rica fruta originaria de los bosques de la Cordillera de Los Andes, es familia de la parchita y la parcha granadilla, entre un centenar de especies de la familia Pasiflorácea.
Conocida también por los nombres parcha, taxo, tumbo, poroporo, poroksa y banana passion fruit se diferencia del resto de las parchistas o maracuyás y parchas por su forma oblonga u ovoide; así como por el color naranja de su pulpa.
Se distribuye de forma silvestre y también se cultiva en las tierras altas de Bolivia, Perú, Colombia, Ecuador, Venezuela, principalmente, donde se consume desde la época precolombina.
Es una fruta muy popular en los estados andinos Mérida, Táchira y Trujillo, donde se produce, esencialmente, la curuba de Castilla, aunque también se encuentra la variedad denominada curuba de monte o curuba de indio. Desde allí se distribuye al resto del país.
Entre las especies de curuba destacan la Passiflora tarminiana (curuba ecuatoriana, curuba india o tacso amarillo); la Passiflora tripartita, Passiflora tripartita var. Mollisima, antes denominada Passiflora mollisima (curuba de Castilla o tumbo serrano), y la Passiflora mixta (curuba de monte, curubita y parcha).
La abundante pulpa de la curuba
La pulpa de la curuba, que representa el 60% del total de su peso, es muy aromática, ligeramente ácida, gelatinosa, de un llamativo color naranja, rica en agua y fibras. Contiene múltiples semillas ovadas de color oscuro.
Se consume fresca o en jugo. Gracias a la suculencia y versatilidad se utiliza en la preparación de mermeladas, jaleas, helados, merengadas, gelatinas, panna cotta, mousse, entre otros postres. También puede emplearse en la elaboración de salsas, vinagretas, vino artesanal y un delicado coctel al combinarse con aguardiente o licor de caña.
Tiene forma alargada u oblonga y mide de 5 a 15 cm de largo por 3,5 a 5 cm de diámetro y un peso entre 100 a 180 g, que varía según la especie. La piel de la curuba, lisa y delgada, es amarilla cuando está madura. De acuerdo a la variedad o híbridos cultivados, el epicarpio puede ser de un amarillo intenso con tonalidades anaranjadas, amarillo claro, verde muy claro hacia amarillo y rojo, entre otros.
Un arbusto trepador
Puede alcanzar hasta siete metros de altura. De tallo cilíndrico pubescente con hojas obovadas, trilobuladas y aserradas en las márgenes. Produce entre 200 y 300 anuales en el transcurso de ocho y 10 años. Como es una enredadera suele utilizarse un soporte o cerca en los curubales.
Como la curuba es una fruta climatérica (continúa madurándose después de cosechada), es aconsejable que su recolección se haga cuando está pintona. Es recomendable, además, que para retirarla de la planta se corte por el pedúnculo con tijeras para podar, no debe torcerse ni golpearse porque puede estropearse.
La propagación de la curuba se efectúa mediante la semilla sexual. Para ello se seleccionan los frutos maduros y mejor desarrollados de las plantas con excelentes características de adaptación, mayor desarrollo, producción y resistencia a los patógenos. Los escogidos se cortan en los extremos, se extraen las semillas con la pulpa y pueden sembrarse directamente.
Nutritiva y tranquilizante
Gracias a sus propiedades nutricionales la curuba es una fruta muy apreciada. Es una fuente de vitaminas (C, A y Riboflavina); minerales (Potasio, Fosforo, Magnesio, Sodio, Cloro, Hierro) e importantes antioxidantes (Flavonoides, Carotenoides, P caroteno, licopeno, luteína y zeaxantina).
Al género Passiflora, de la familia Pasiflorácea, se le atribuyen efectos beneficiosos sobre el sistema nervioso central. Por lo que suele emplearse para tratar el nerviosismo, la ansiedad y el insomnio. Así mismo, se le confieren propiedades diuréticas, antipiréticas, antiespasmódicas y antihipertensivas.
Con información de Biagro, Revista Ingeniería y Región, Perspectivas en Nutrición Humana, Cocina y Vino y Scielo Brasil
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